
La reacción de Valcárcel no se hizo esperar: se levantó como un rayo del estrado y se dirigió raudo cerca de quien le reprochaba sin miedo tanta propaganda y autobombo, con una intención que, conociéndole por sus hechos, se puede adivinar en persona tan de morro caliente impropio de un político europeo del siglo XXI, si exceptúamos a Berlusconi y Le Pen. Sujetado por la fuerza a manos de un grupo de militantes cartageneros del PP para que el Presidente no corriera riesgo de respuesta en caso de agresión, parece que el ciudadano y honrado trabajador del Arsenal de Marina, a quien el aparato de propaganda de San Esteban ha tratado "a posteriori" de desprestigiar en los medios del pesebre, aún tuvo tiempo de gritarle a la cara: "Tengo que verte en la cárcel, Valcárcel". Ahora se ha sabido que no es el primer incidente "cara a cara" entre el jefe del Ejecutivo regional y este desesperado ciudadano, a quien a continuación detuvo la Policía Nacional y lo hizo pasar más de doce horas en la Comisaría. El Juzgado nº 4 lo ha citado a declarar sin especificarle de qué se le acusa, símplemente por discrepar en una democracia.
Aunque ese mismo "aparato" ha tratado ante Génova 13 de minimizar lo ocurrido, explicando que se trata del extremista que una vez "se tiró al paso del coche del Rey", afirmación del todo falsa cuando lo sucedido es que la comitiva real tuvo que parar al pasar Carlos Martínez por un paso cebra con algunos de sus diez hijos, Rajoy es consciente de que la candidatura de Valcárcel sólo interesa ya a la concreta oligarquía que se beneficia de su situación de poder y a un PSRM-PSOE, que se frota las manos con las encuestas del CIS que reflejan el desplome electoral de un ídolo con piés de barro, al arreciar en los periódicos nacionales las revelaciones de nuevos escándalos de presunta corrupción en su entorno más próximo.
Un exministro de Aznar ha llegado a comentar en privado que Valcárcel no se quiere marchar porque el partido no le ofrece otra salida y no se quiere ver en la calle al alcance de cientos de ciudadanos de a pié, tan irritados con él como el cartagenero Carlos Martínez.
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