martes, 13 de junio de 2006

Aviso a los "kikos"


La Región de Murcia es, seguramente, la primera de España en número de seguidores del Camino Neocatecumenal. Ahora tienen universidad propia, la UCAM, con casi diez años de antigüedad, y un obispo de Cartagena, monseñor Reig Pla, el más cercano a sus postulados en toda España, con la excepción de monseñor Blázquez, desde hace más de uno. Y una pujanza como ningún otro de los movimientos seglares en presencia, incluido un elitista Opus Dei con la cuarta parte de miembros pero muy pegado en la propia UCAM a los más populares "kikos" al objeto de vigilarlos y controlarlos para evitar que terminen siendo un problema para el sistema, en versión más local que regional, y se hagan con el santo y la limosna. De momento, sólo han ganado buenas posiciones en el palacio episcopal. Porque ni siquiera las diócesis vecinas han querido nunca tal protagonismo del Camino como en Murcia, otorgado en su día por el obispo emérito monseñor Javier Azagra, primer gran canciller de la UCAM.

Ese sistema, temeroso de la ascensión de Mendoza en influencia, en Madrid y Roma, le ha venido infiltrando numeroso profesorado laico en las estructuras del centro con el fín inconfesable de arrebatarle su verdadero pilotaje. También ha evitado la edición por la UCAM de un diario impreso, para familiares de alumnos y exalumnos, para no arruinar definitivamente la tirada de "La verdad", periódico católico en sus orígenes y hasta 1990. Parece que casi lo ha conseguido cuando se ha visto al cartagenero, paisano y amigo íntimo de Federico Trillo, y menos de Navarro-Valls, rendir pública pleitesía a Valcárcel y participar en todas las manifestaciones civiles más reaccionarias en favor de los intereses particulares de una oligarquía muy poco católica en su práctica cotidiana, y muy instalada en ese ultraliberalismo condenado reiteradamente por el Vaticano.

Aquí se han convertido, no obstante, en un verdadero poder fáctico sus dos cabezas seglares más visibles: José Luis Mendoza y Manuel Fernández-Delgado Cerdá, cartagenero el primero, y murciano el segundo. Uno presidente de la Fundación San Antonio, que regenta una UCAM de titularidad diocesana, y otro, director del museo municipal "Ramón Gaya". Y ambos en la órbita absoluta del Partido Popular, facción Valcárcel, aunque sin título universitario ninguno de los dos. Pero todos protegidos por el Nuncio, monseñor Monteiro de Castro; el cardenal arzobispo de Madrid, Rouco Varela y, muy especialmente, por el actual cardenal arzobispo de Toledo, monseñor Antonio Cañizares, el gran artífice en la sombra de la creación de la UCAM desde la subcomisión de universidades de la Conferencia Espiscopal. Tomen nota de los amigos de peso porque Mendoza se ha pegado más a la jerarquía que a insignes seglares de movimientos similares por miedo a la traición movida por la envidia.

Viene todo lo anterior a colación por el aviso recién recibido de Benedicto XVI para que los "kikos" no inventen más liturgia y sigan la práctica habitual del resto de la Iglesia Católica Apostólica Romana (algo que se puede comprobar en directo los sábados en, al menos, dos parroquias de la ciudad de Murcia: San Pablo y San Bartolomé, de las que han hecho sus feudos, aunque ya van "tomando" también la Catedral). A este severo Papa que, a comienzos de este siglo, pasó como cardenal encargado de la Doctrina de la Fe una semana en la UCAM y visitó el santuario de la Vera Cruz, en Caravaca, no le duelen ahora prendas ni conoce amigos a la hora de poner firmes a los nuevos y multitudinarios movimientos seglares que, a veces sin querer, y otras queriendo, parece quieren monopolizar el Cristianismo y hacer de una iglesia universal, como la católica, una sectaria parcelación a la carta, tal vez con la mejor de sus intenciones y algo de exceso de celo en la entrega a sus creencias. Desde Roma no se quiere una organización de compartimentos estancos ni luchas entre hermanos por ganar cotas y cuotas de poder interno.

La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha conminado a Camino Neocatecumenal a adaptar sus liturgias a las normas de la Iglesia Católica, sin omitir ni añadir nada, según un documento firmado al efecto por Benedicto XVI, al objeto de prevenir herejías en las formas. El citado documento ordena, en síntesis, volver a la ortodoxia litúrgica salida del Concilio Vaticano II. Y, en consecuencia, exige participar un domingo al mes de la Eucaristía junto con la comunidad parroquial correspondiente, donde llevan a cabo su labor. Recuerda que el domingo, y no el sábado, es el Día del Señor, y reclama se refleje en las celebraciones litúrgicas el testimonio de la integración de ambas comunidades. La homilía queda reservada al sacerdote o a un diácono, el intercambio de la paz no puede darse antes del Ofertorio, y las moniciones de los seglares deben ser eventuales y breves, para no confundirse con la homilía. Finalmente, la comunión se recibe individualmente, de pié ante el Altar, y no sentados todos alrededor de una mesa.

Pasado a la historia un papado caracterizado por la movilización de masas, que procuró cierto protagonismo a movimientos como el Camino Neocatecumenal, Benedicto XVI parece se dispone ahora a cierto nuevo orden en la Iglesia y a reequilibrar el papel e influencia de las órdenes religiosas y los movimientos seglares que, como es el caso del Opus Dei, encuentran de nuevo cierta resistencia de la Curia romana en este nuevo pontificado de signo alemán y teológico. Eso quiere decir, igualmente, que la tan cacareada influencia de Mendoza en el Vaticano, tras ser nombrado por Juan Pablo II consultor del Consejo para las Familias hace más de tres años, también sería cuestionable ahora, toda vez que este Papa parece no va a consentir indisciplinas de "iglesias paralelas" ni excesos particulares en las formas, y tampoco que alguno de estos movimientos rivalice en influencia con la propia jerarquía vaticana asentada en torno a la plaza de San Pedro. Porque el verdadero y actual gran problema de todos los cristianos no está dentro sino fuera de las diversas iglesias que conforman una única fe. Y eso debiera saberlo Mendoza, si es que no se lo ha dicho ya Kiko González de Argüello o el cardenal colombiano Trujillo.