domingo, 2 de diciembre de 2007

El pintor lorquino Muñoz Barberán cuelga para siempre los mejores pinceles murcianos del XX

LORCA.- Los restos mortales del artesano lorquino, Manuel Muñoz Barberán, sin duda el mejor pintor murciano del siglo XX, fallecido este fin de semana en su casa de Murcia a los 86 años, descansan ya en el cementerio de San Clemente tras un responso en la colegiata de San Patricio y una misa en el tanatorio murciano de Jesús al que, igualmente, acudieron a despedirlo numerosos amigos junto a sus nueve hijos y su esposa. El alzéhimer y un cáncer de próstata lo tenían postrado y ausente desde hace más de tres años, según la familia. La lápida que indica su enterramiento tiene la singularidad de que fue pintada hace años por él mismo.

Con una significativa presencia de la sociedad civil murciana, a despedirlo concurrieron, además de algunos políticos oportunistas, los pintores Molina Sánchez y Ángel Hernansáez, y los catedráticos de la Universidad de Murcia, Gerardo Landrove y Juan Torres Fontes, éste último en su calidad de presidente de la Academia Alfonso X el Sabio.

Con una proyección puramente regional, Muñoz Barberán fue nuestro "pintor de cámara" en las décadas de los 60, los 70 y los 80, y al igual que el imaginero Salzillo, nunca quiso salir de su tierra, cuyos colores entendía y plasmaba como ningún otro pintor murciano de su tiempo. Era, sin duda, el número uno de su generación y así lo atestigua una vasta y prolífica obra diseminada por toda nuestra geografía donde, en numerosos hogares ilustrados y pudientes cuelga, al menos, un "muñozbarberán" como símbolo de murcianía. El artesano lorquino comenzó a cotizarse con enorme fuerza conforme consolidaba su estilo y unas relaciones de altura que le servían de promoción para sus numerosas exposiciones locales.

Ha realizado 54 individuales de pintura, y entre sus obras destacan ‘La puerta del contraste de la seda’, ‘La plaza de Santo Domingo’ o ‘El mercado de Santo Domingo’. Muñoz Barberán , que fue nombrado cronista de la ciudad de Murcia en 1968, era descrito por amigos y críticos como un gran pintor que ha sabido reflejar como pocos el azul intenso del cielo murciano.

De formación puramente autodidacta, Muñoz Barberán fue adquiriendo sus conocimientos a lo largo de toda una vida de análisis de los grandes maestros del arte ya que, aunque fijó su residencia en Murcia, fueron frecuentes en una época los viajes que realizó a Madrid. Sus años de juventud estuvieron marcados por el clasicismo de la época y su relación con la nueva generación de artista murcianos relacionados con la Generación del 27.

Durante esta época, ganaba dinero realizando algunos retratos y comenzó a aceptar encargos sobre temas religiosos. Comienza entonces un período de viajes por las principales capitales de nuestro país, donde visita las principales salas de exposiciones y admira las obras de Fortuny, Goya y Velázquez.

Muñoz Barberán (Lorca, 1921) recibió a lo largo de su vida premios como la Tercera Medalla del Salón de Otoño de Madrid; "Paisaje Madrileño" del ayuntamiento de Madrid; Palma de Plata de la Bienal de la C.A.S.E., de Elche; Premio Nacional Villacis, de la Diputación Provincial de Murcia, Laurel de Murcia de la Asociación de la Prensa en 1967, Premio Chys y Premio del ayuntamiento de Madrid en la Exposición Nacional de Bellas Artes, entre otros.. Era hijo predilecto de Lorca, que le concedió su Medalla de Oro.

En 1968 fue nombrado académico de número de la Academia Alfonso X el Sabio de Murcia; en 1977, director del Instituto Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Murcia, y en el 2000 académico de número y fundador de la Academia de Bellas Artes Nuestra Señora de la Arrixaca. Diseñó la bandera de Lorca y ejerció de director artístico del Paso Blanco.

Miembro de la generación de pintores murcianos de la posguerra, Muñoz Barberán se forma de manera autodidacta aunque asiste a clases en la Academia Municipal de Dibujo y profundiza en sus conocimientos a través del estudio de los grandes pintores del Museo del Prado y del Círculo de Bellas Artes de Madrid.

Conoce y admira a Ramón Gaya y Bonafé y mantiene relaciones de amistad con otros artistas de su tierra natal. Combina la creación y la búsqueda histórica, a la que ha contribuido con varias publicaciones. Su obra es extensa: desde murales de gran tamaño y temática religiosa a cuadros costumbristas, pasando por la realización de carteles para fiestas populares. En todos ellos encontramos la luz y el color tan característicos de su estilo posimpresionista, que lo caracteriza y define hasta encumbrarlo a la consideración de mejor pintor murciano del siglo XX.

La infancia de Manuel Muñoz Barberán estuvo marcada por la temprana muerte de su padre, Alejandro Muñoz Furió. Asiste a clases en la Academia Municipal de Dibujo que dirigía Francisco Cayuela, aunque es expulsado por falta de disciplina. Los ruegos de su madre, Bibiana Barberán, para que fuera admitido, le permitieron continuar sus estudios. Durante esos años pudo observar a otros alumnos: Marcos Cayuela, Joaquín Ruiz o Enrique Espín.

En la década de los 30 se traslada a Garrucha, allí se relaciona con personas que le ayudarán a desarrollar sus inclinaciones artísticas. Además durante esos años llegó el Museo Ambulante de las Misiones Pedagógicas, donde descubre a Ramón Gaya, Juan Bonafé y Eduardo Vicente.

Al inicio de la Guerra Civil Muñoz Barberán regresa con su familia a Lorca, y comienza a trabajar en el taller fotográfico de Juan Navarro Morata. Aunque solicitó una beca a la Diputación Provincial no se la concedieron por faltarle el certificado de prisiones.

En 1939 conoce a Joaquín Espín y desde ese momento la amistad les unió. De él recibió muchos libros de arte, además de consejos. En los años 40 se traslada a Cehegín. Allí realizó la restauración de la Iglesia de la Magdalena. Luego comienza un período de viajes por Zaragoza, Barcelona y Madrid, donde realiza visitas a las principales salas de exposiciones y museos.

En 1942 el párroco de San Antolín, de Murcia, solicita los servicios de Manuel Muñoz Barberán para decorar la capilla de la Comunión. Ese mismo año le otorgan el tercer premio en la Exposición Regional de Cieza con el cuadro “ Calle de Cehegín”.

Aunque fija su residencia en Murcia son relativamente frecuentes sus viajes a Madrid, que aprovecha para completar sus conceptos acudiendo al Círculo de Bellas Artes y realizando copias de los cuadros expuestos el Museo del Prado.

En Murcia comienza a tener relaciones con artistas de todos los campos: escultores como José Planes y Juan González Moreno; algunos de los pintores más relevantes del momento: Molina Sánchez, Hernández Carpe, Medina Bardón, Almela Costa, Mariano Ballester o Luis Garay; y también con escritores y profesores de la Universidad: Cano Pato, Fernández-Delgado, Marín-Baldo, Alemán Sainz, Torres Fontes o Antonio de Hoyos.

Muñoz Barberán fue el encargado de restaurar las pinturas de la iglesia del Rosario y de diseñar las pinturas de la Capilla de Fátima, en Espinardo.

Su relación con el decorador y galerista Manuel Fernández-Delgado Maroto, le llevó a conocer la decoración mural, ya que de él recibió el encargo de hacer un mural para la galería Chys, aunque actualmente no queda nada de él. Son numerosos los encargos de este período: Santo Domingo de Mula, los franciscanos de Cehegín y en Murcia.

En los años 50 Manuel Muñoz Barberán se ha consolidado como uno de los pintores más importantes de la Región.

En 1954 comienza a realizar los murales de la basílica de la Purísima de Yecla, en San Francisco Javier de Los Barreros y en San Dionisio Areopagita de Fuente Álamo, en Albacete. Posteriormente pinta en San Bartolomé, realiza la fachada de San Antolín, decora las iglesias de Ricote y la Asunción de Molina de Segura y la capilla de la Hermandad del Cristo de los Azotes.

Durante estos años Muñoz Barberán también participó en la pintura decorativa que se estaban realizando en buena parte de los edificios murcianos: establecimientos, oficinas y en entidades financieras.

Realizó una amplísima actividad artística: carteles para la Semana Santa, Festival de Folklore del Mediterráneo, numerosos encargos de retratos, bodegones y paisajes e, incluso, ilustra a plumilla artículos de periódico y libros.

Del viaje que realiza por Portugal con Molina Sánchez han quedado algunas anécdotas, como el que atravesara España en sidecar.

Con la llegada de la madurez, realiza de nuevo trabajos de gran envergadura: las decoraciones de los teatros Guerra, de Lorca y Concha Segura, de Yecla. También destaca su obra gráfica y los carteles. Destacan los libros “Murcia, Reino de Frontera. Castillos y Torreones de la Región de Murcia”, “Sobre el autor del Quijote Apócrifo”.