sábado, 27 de junio de 2009

La agenda de Ginés Huertas / Francisco Poveda

Se acaba de morir, para desgracia económica de la Región de Murcia aún no suficientemente evaluada, uno de los cuatro o cinco empresarios que así merecían llamarse entre nosotros: Ginés Huertas Martínez, de la saga de los Huertas de Cartagena y emparentado por matrimonio con los Suanzes, familia de evocaciones franquistas. Tenía solo 64 años y, dicen, empezaba a aparentar cierto cansancio frente a un obligado lastre heredado.

Aunque era uno de los iniciales soportes estratégicos del valcarcelato y, desde siempre, de los financiadores fundamentales de nuestra ahora agonizante prensa local hipotecada desde San Esteban, resultaba un personaje de lo más interesante, hábil e inteligente de entre lo que se mueve por aquí.

Y sumamente discreto para no excitar a sus enemigos ni suscitar más envidias de las tolerables por parte de tanto mediocre suelto. Sabía medir muy bien desde esa calculada discreción, que le hacía huir de protagonismos provincianos estériles.

Quien no haya tenido oportunidad de conocerlo en corto, se ha perdido una gran experiencia sociológica y antropológica. Un cartagenero irrepetible, sin tópicos esta vez, porque, además, ejercía sin alardear y sin complejos respecto a Murcia, donde 'Grupo Huertas Automoción' también era líder indiscutible en ventas gracias a él y sin quitar a su hermano Salvador su parte de mérito o demérito en esa posición del 'ranking'. Mandaba mucho desde la sombra porque prefería la influencia al poder directo como toda mente privilegiada.

Se le puede considerar, al margen de la causa final de su muerte por neumonía enmedio de una metástasis diagnosticada a comienzos de junio, una víctima inesperada de la crisis económica porque luego ha trascendido su deseo de jubilarse en breve y dejar paso a otros hermanos más jóvenes, algo bastante impensable para un espíritu tan luchador y singular como el suyo, y sabiendo lo que sabía de todos y cada uno.

La solidez y solvencia del 'Grupo Huertas', hoy por hoy, no está en cuestión. Pero no está libre de que afloren tensiones internas y haga aparición cierta incertidumbre tras su muerte. Porque Ginés desde 1985 lo era todo en su empresa, unos 28 centros de automoción repartidos por todo el territorio regional y Almería.

Y si Ginés Huertas ya no lo veía claro y pensaba en el retiro, mal futuro económico puede tener esta tierra cuando su importante grupo ha invertido bastantes plusvalías en la Construcción en plena época de excedentes empresariales. Y como negocio de automoción se ha expandido, dentro y fuera de la Región, pese a acabar Bruselas con la exclusiva en ventas de los concesionarios de marcas.

Pero es que la responsabilidad de dar de comer ahora todos los días a 800 familias en los tiempos que corren puede superar a cualquiera que se resista en conciencia a plantear un ERE. El cartagenero Ginés Huertas deja así un hueco para el que no se ve recambio ni dentro ni fuera de su empresa, tal como está hoy, y seguirá estando por un tiempo, el sector de automoción en España.

Hace pocos años, tras sufrir un grave accidente mientras esquiaba en Sierra Nevada, el perfil público de este hombre afloró al nivel de curiosidad periodística, hasta descubrir que en su ciudad natal Ginés era una especie de 'padrino' en el sentido más blando del término. Familia y negocio por encima de toda consideración, no le gustaba figurar y, pese a su fuerte raigambre católica, como empresario rezumaba cierto sesgo protestante por su entrega diaria al trabajo.

Sus empleados eran hijos de empleados de su padre, un gran político del franquismo cristiano de nuestra tierra y, dentro y fuera de la empresa, eran legión quienes acudían a pedir todo tipo de consejo a este hombre menudo, moreno y ágil de mente. Hasta físicamente parecía un árabe occidentalizado, aspecto más típico de negociador de la OPEP que de economista formado en el Bilbao del capitalismo católico vasco.

Por algo era quien realmente mandaba en Cartagena por encima de figurones, marionetas y ex ministros cuestionados. Su paso juvenil por la Universidad Comercial de Deusto, relaciones de altura fuera de Murcia y Cartagena aparte, lo dejó marcado para siempre. No se podía mandar en la Región sin contar con Ginés Huertas Martínez y de eso algo saben, aunque ahora callen como han callado, el saurio político enquistado en la CROEM o esa ladilla pseudo financiera incrustada en Caja Murcia.

El mismo Ángel Martínez es alguien, por poco valor específico que tenga en la vida pública regional, gracias a Ginés Huertas, y así podíamos ir desgranando una serie de nombres relevantes que sorprendería a todos aquellos murcianos que todavía parece bailaron en Belén.

Contrastaba todo eso con una pequeña agenda que siempre llevaba consigo y donde Ginés anotaba cientos de cosas ininteligibles para el resto de los mortales. Por más que sus hijos y esposa quisieron incorporarlo al mundo de la agenda electrónica, él se resistía y prefería sus anotaciones muy personales a lápiz o bolígrafo.

Se puede pensar que ese objeto tan emblemático estará ya en manos de su hija Lucía Huertas Suanzes, periodista universitaria, y lo más parecido al padre de entre sus cinco hijos. Es muy posible que el Grupo Huertas no pueda funcionar a partir del lunes si no descifra primero las últimas anotaciones y si antes de levantar la persiana, el sucesor no habla largo y tendido con la legendaria secretaria de Ginés.

Todos sus empleados acudieron al entierro más dos centenares de amigos por el compromiso que tenía con su tierra, su personalidad, experiencia, su talante conciliador, capacidad de análisis y negociación, su carácter apasionado y un liderazgo poco usual en Cartagena. Por eso las ausencias fueron más que significativas al echar de menos a políticos en la cima, burócratas de la patronal, ciertos periodistas y algún prestamista investido de protagonista.

Se teme por parte de los amigos más íntimos que el Grupo Huertas ya no sea lo mismo, ni siquiera parecido, sin su presencia física. La espiritual tardará en disiparse pero no se ven grandes intérpretes de su particular librico entre sus hermanos y cuñados/as. Ginés era un ilustrado y negociante, distinto a su padre pero igual o más político todavía.

Dentro de la ortodoxia de gestión, la impronta personal es lo que finalmente define una determinada trayectoria y sus resultados. En esta empresa familiar todo estaba más que visto y, como Ginés, tal vez ninguno. Tenía conocimientos de muchas materias pese a no haber estudiado más que Derecho y Ciencias Económicas. Más de uno lo pudo comprabar hace casi una década con motivo del centenario de su empresa.

Era un oráculo, ahora en otra dimensión y fuera de la debacle que se avecina de la mano de un supuesto lider siempre pendiente de aprobar la Oposición como profesor de Secundaria.