martes, 28 de agosto de 2012

Honrarás al dinero / Nacho Tornel *

Aunque los llamados Mandamientos de la madre Iglesia (que no son suyos sino de un actor norteamericano muy famoso cuyo nombre no me viene ahora) pertenecen al Antiguo Testamento, y se supone que éste quedó derogado por el Nuevo, el ciertamente liberador de los oprimidos, parece que las instituciones religiosas y mundanas se empecinan en mantenernos bajo criterios morales propios de ciudadanos idiotas, incapaces y dependientes. La moda de mantener subvenciones públicas a centros educativos segregadores del alumnado en función de su sexo y género no es una novedad. Ahí reside el problema: en esta sociedad los poderes reales imponen un inmovilismo social, político y ético. Tenemos la sensación de ir contínuamente hacia atrás, cabeza bajo tierra.

Llamar educativo a un centro castrador tiene guasa, pero adornarlo con dinero de todos es bautizar al ladrón de cuello blanco. Los malos gobernantes (con frecuencia exquisitos ladrones) tiran de moral rancia para distraer su pésima gestión. No pueden evitarlo. ¿Alguien considera importante que los niños y las niñas de otros vayan por separado a la escuela? Que hagan lo que quieran, dirá el común de los ciudadanos. 

Los padres interesados en que su niño no se relacione con una niña dentro del colegio (¿cómo se las apañarán cuando salgan?) tienen el cuajo de quejarse por pagar dos veces su educación: mediante los comunes impuestos y al respectivo centro de sus guajes. Ignoraba que les obligaran a hacerlo. Pero la realidad es la contraria. La mayoría de los ciudadanos vemos como los centros públicos dejan de percibir los presupuestos necesarios porque parte de nuestros impuestos destinados a ello se van a abastecer centros educativos exclusivistas y elitistas.

Lo de menos es separar a niños y niñas. Ya se arreglarán. Lo que esconde ese criterio es una segregación social a la que la derecha rancia e hipócrita no ha renunciado nunca. Recuerdo un centro privado concertado, construido sobre suelo público por gracia de nuestro alcalde, que como prueba para desmentir su elitismo alardeaba de aceptar un 10% de alumnado en situación familiar precaria. Siempre existirá la caridad burguesa. La equidad es una cosa más compleja y al mundo le quedan cuatro días.

Por tanto, nada de discutir durante horas sobre principios morales en torno al sexo de los niños. Aquí lo que se busca es el negocio mediante la subvención pública. Los mismos miserables que acusan a los sindicatos de vivir de las subvenciones legalmente establecidas son en realidad quienes más se afanan por no perderlas. Y si hay que tener al niño alejado de las faldas en clase, pues que se ocupe por las tardes.

Nuestro consejero de Educación tardó dos minutos en adherirse al ministro del ramo. En Murcia, el Opus Dei dirige el dinero que circula hasta donde no podemos imaginar. Si al señor Sotoca se le ocurriera otra cosa no llegaría a la Feria, y perder el puesto es lo último. Esos centros beneficiados con dinero público en sus privilegios no aceptarán jamás a alumnos extraños. Extraños son todos aquellos que no pertenezcan a su élite social, económica y política. La reserva blanca no va a ceder. Es más, se refuerza con el dinero de aquellos mismos a los que excluye.

Usted y yo, amado ciudadano, estamos pagando religiosamente para que nuestros impuestos vayan a centros educativos donde nuestros hijos no pondrán jamás un pie. Al mismo tiempo, este curso escolar va a ser negro para el resto. De entrada, para que los colegios del Opus puedan ejercer una barbaridad pedagógica (por tanto, educativa) y un atropello a los ciudadanos, a su hijo le roban la beca de comedor, la ayuda para libros, para transporte, le suben el IVA de materiales escolares, aumentan las matrículas universitarias.

El consejero lo llama libertad de los padres para elegir centro. En realidad es libertad para mantener los privilegios, para no cruzarse con indeseables, para robarles sus impuestos y sus derechos. El Opus no se mancha las manos, coloca a servidores en los cargos adecuados.

(*) Concejal por Izquierda Unida-Verdes en el Ayuntamiento de Murcia