De todo lo que hasta ahora se ha puesto sobre la mesa en la precampaña
electoral, lo mejor es el ‘pacto del Moneo’ (denominado así por el
edificio en que se ha fraguado) mediante el que los cinco partidos
alternativos han establecido un mínimo común denominador sobre la
regeneración política, en sintonía con la demanda general que señalan
las encuestas más sólidas, empezando por la del CIS: frenar la
corrupción y estimular la participación ciudadana. Las casas se empiezan
a construir por los cimientos, y en esa evidencia han de coincidir
todos; después ya vendrá cada uno a trazar a su propio gusto las
habitaciones y a diseñar las puertas y las ventanas.
El ‘pacto del Moneo’ no es un pacto de Gobierno, sino un acuerdo para
(1) el establecimiento de unas reglas de juego de las que queden
eliminados los trucos: circunscripción única para que no vayan a la
papelera miles de votos ‘residuales’ y para que se igualen las
oportunidades de todos los concurrentes, medidos en igualdad de
condiciones; (2) para que la llamada Iniciativa Legislativa Popular no
sea un mero instrumento retórico que en la práctica no puede utilizarse y
se convierta en una herramienta real para la participación ciudadana,
limitada hasta ahora a la ceremonia del voto cada cuatro años, y (3)
para espantar de manera efectiva a los corruptos del manejo de los
instrumentos públicos. ¿Quién podría estar en desacuerdo con esto?
¿Es un pacto de todos contra el PP? Si se pretende ver así, quien
debiera mirárselo es el PP, pues el contenido del acuerdo tiene difícil
refutación en sí mismo, a no ser que se quiera ver en él el fermento de
una coalición de Gobierno a cinco bandas que no cabe en lógica política
alguna. Para refutar el pacto hay que acudir a presunciones que no están
en el pacto y que caen por su propio peso. Nunca sería posible un
Gobierno integrado por PSOE, Podemos, Ciudadanos, IU y UPyD.
Aunque aquí
se volvieran todos locos, las direcciones nacionales de los respectivos
partidos lo impedirían. Lo posible y lo deseable es acudir a las
elecciones con un consenso previo sobre la mejora de las reglas del
juego para los partidos y para los ciudadanos y un compromiso firme y
efectivo, más allá de lo verbal, contra la corrupción. Y esto hay que
firmarlo antes de que se haga la nueva distribución de escaños, pues
bien sabemos que cuando ya están en ellos, a los políticos les entra el
mal del olvido. Cada uno de estos partidos va proponiendo estas cosas
por separado.
Pues bien, se trata de que lo firmen en conjunto y pueda
hacerse así visible la posibilidad de que se lleven a efecto. Son,
además, cada uno de los tres puntos del acuerdo, iniciativas que ni aun
con la mayoría absoluta de un partido podrían aprobarse o, en cualquier
caso, no deberían, pues requieren del mayor consenso al no tratarse de
medidas de Gobierno sino de reglas de juego comunes a todos.
La estrategia electoral del PP tiene una ‘idea fuerza’: la supuesta
recuperación económica. Con ella intenta recabar la complicidad de los
votantes para que éstos, animados por un inmediato futuro en que se
disipen las dificultades del momento, relativicen la corrupción y
vuelvan a considerarla un ‘mal menor’ mientras el PP sigue arrastrándola
porque está preso de su propia nomenclatura. El ‘pacto del Moneo’
vuelve a poner esta incómoda cuestión sobre la mesa y recupera la
necesidad de revisar las normas del sistema que lo trucan y lo hacen
inaccesible. Elemental.
Estoy, por otra parte, absolutamente convencido de que el candidato popular, Pedro Antonio Sánchez,
no tendría inconveniente alguno en firmar los dos primeros puntos del
pacto, y hasta podría haber tomado la iniciativa al respecto.
Sobre el
tercero, el relativo a la exclusión de imputados de las listas
electorales y de los cargos públicos, no está en su mano (todavía)
acatarlo, tanto por su propia experiencia como por el momento político
de transición en el liderazgo en que se encuentra su partido. Pero todo
se andará, y entonces lo que hoy escandaliza falsamente a los populares
será una medida regenerativa de la que ellos querrán ponerse la medalla.
La campaña empieza bien. Ojalá nos traiga más ‘sorpresas’ de esta calidad.
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