¡Vaya
entrevista que infligió Ana Pastor a Artur Mas! No es un problema
de buen o mal periodismo. Al fin y al cabo los periodistas, como cada
quisque, tienen su forma de ver las cosas, sus ideas y sus ideologías,
al menos en España. Es un problema de buena o mala educación.
Presentarte en el lugar de un mandatario a hacerle unas preguntas,
hacérselas pero no dejarle contestarlas, acosarlo, atosigarlo sin
respiro no es periodismo. Es, simple y llanamente, petulancia,
intemperancia y, sobre todo, muy mala educación. No se interrumpe a la
gente a la que se interroga invariablemente a los diez segundos de que
haya empezado a hablar. Eso es insoportable.
A ella le parecerá el colmo
de la valentía, el arrojo y la profesionalidad periodística pero no
pasa de ser una impertinencia. Obviamente no se trata de que cada
pregunta sirva para que el el entrevistado se largue un monólogo
autojustificativo. Al contrario, para evitar eso, si se produce, es
bueno que el (la) periodista interrumpa y no lo deje evadirse. Pero no a
los diez segundos de hablar. Asimismo no se trata de que se permita al
entrevistado irse por las chimbambas, cosa a la que los políticos son
muy aficionados, pero tampoco de cortarle en cuanto empieza a decir
algo y elevar la voz, tratando de superponerla a la del otro en un
guirigay insufrible de esos de tertulia de bocazas.
En
cualquier caso Mas, que ya debía de estar preparado, no se descompuso.
Llegó a decir a la entrevistadora que le dejara responder, lo cual ya
es pintoresco, rechazó el alud de acusaciones que Pastor le trasladó
como si fuera un acta policial y colocó el meollo de su mensaje
claramente: a partir del 27 de septiembre, si el bloque del "sí" tiene
mayoría suficiente, pondrá en marcha la hoja de ruta para la
independencia en 18 meses. Si en España, a partir de diciembre, hay un
gobierno nuevo y muy distinto del actual, cosa que él duda y Palinuro
también, y ese gobierno ofrece negociaciones, ellos, los
independentistas, están dispuestos a hablar, pero sin detener la hoja de ruta. Todo lo más están dispuestos a hablar sobre el modo de implementar el resultado del 27 de septiembre.
Por
cierto, a estas alturas ya sabe todo el mundo en España que lo más
probable es un triunfo muy holgado de la opción independentista y unos
datos deplorables para el PSCy el PP, así como discretitos para Podemos y
una migaja más para C's. Eso es lo que tiene de los nervios a los tres
líderes españoles que ayer echaron el domingo en Cataluña como missi dominici de la Monarquía borbónica en tierras de infieles republicanos.
Palinuro
no siente especial simpatía por Mas, como no la siente por ningún líder
neoliberal. Pero una cosa son las discrepancias políticas y otra muy
distinta llamarse a andana cuando uno es testigo de que alguien, en este
caso Mas, está siendo brutalmente acosado por todo el nacionalismo
español, sus instituciones, sus partidos, su Iglesia y sus periodistas;
que, como él mismo señaló, llevan diez años investigándolo
minuciosanente con su partido sin que hasta la fecha haya nada concreto.
Y plantear, como ha hecho Pastor, una entrevista para repetir todas las
acusaciones habitualmente infundadas del nacionalismo español no es
precisamente un timbre de gloria.
La
periodista, sin embargo, se llevó una verdadera primicia para casa,
algo esencial, fundamental pero que, es muy de temer, no entendió,
porque a ella lo que le gusta son las cosas simples de si este pone la
mano en el fuego por el otro y necedades de ese tipo. La primicia
consistió en la formal declaración de Mas de aceptar un referéndum de
autodeterminación en Cataluña como el que se hizo en Escocia. Y, por
supuesto, vinculante, como el escocés. Palinuro está obligado a señalar
que, si ese referéndum se hubiera celebrado hace dos o tres años en
lugar de prohibirlo con una obcecación típicamente española, ahora no
nos encontraríamos en la situación en la que nos encontramos.
Mas
salió muy bien parado de la revista y la claridad de sus ideas y de sus
propósitos ponen de manifiesto su voluntad y su categoría como político
democrático, sea cual sea nuestro juicio en otros aspectos de su acción
de gobierno. Y, si alguien tiene alguna duda imagínese qué sucedería
si, en lugar de Mas, Ana Pastor entrevistara a Rajoy con ese mismo
espíritu.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED