Afrontamos una campaña electoral extraña, una segunda vuelta en un
sistema que no las contempla. Es la consecuencia del fracaso de la
primera vuelta que no dejó espacio para componer gobierno, pero que
nadie ha querido reconocer; el reconocer los fracasos suele ser una
condición necesaria para superarlos.
Rajoy mantiene el mismo mensaje que el pasado invierno: “Yo o el
diluvio… los socialistas tienen que apoyarme”. Mientras que los
socialistas con Sánchez a la cabeza, más desunidos que nunca, solo
tienen claro que con Rajoy ni agua, ni siquiera con un PP sin Rajoy, que
es una hipótesis que no han trabajado. Los mismos socialistas-Sánchez
coquetean que los demás partidos para encabezar un gobierno de coalición
sin el PP, lo han intentado sin éxito, muy probablemente se trata de
una hipótesis más improbable porque las diferencias efectivas entre PSOE
y Podemos son mayores que entre socialistas y populares, aunque Sánchez
no lo tiene claro, quizá por la ofuscación que produce defender su
propia posición interna contra viento y marea. Tal y como está el PSOE,
sin programa, sin estrategia, sin equipo dirigente experimentado,
pretender gobernar puede ser ir al precipicio. Pero Sánchez mantiene la
estrategia fracasada.
De manera que los dos partidos tradicionales están abocados a la
distancia en espera de que la aritmética electoral y parlamentaria abra
nuevas oportunidades. Los estrategas de cabecera de Rajoy apuestan por
alguna ganancia de escaños como consecuencia de un aumento de la
abstención que refuerce su posición para que el pacto con Ciudadanos con
algún añadido regional, permita una mayoría parlamentaria aunque sea
exigua.
Para la actual ronda electoral los programas de los partidos tienen muy poco valor, lo que los líderes tienen que explicar es cuáles son sus condiciones para el pacto postelectoral. Porque el programa del hipotético gobierno será el que imponga el pacto. Lo que interesa a los electores, lo que hay que preguntar a los candidatos son las líneas rojas y las pretensiones incuestionables que pondrán encima de la mesa de sus potenciales socios a partir del último lunes de junio.
Ciudadanos y PSOE han clarificado el perímetro de sus posibles
pactos, ni Podemos ni el Partido Popular han enseñado sus cartas. Rajoy
solo contempla la hipótesis de gobernar, no hacerlo sería poner punto
final a su vida política, pero no ha desvelado que está dispuesto a
ceder, especialmente con Ciudadanos que puede ser el socio natural del
PP, incluso podría interesar a votantes tradicionales populares apoyar a
Ciudadanos si eso sirve para centrar y regenerar el PP, que falta les
hace. El temor de ese votante práctico es que su voto sirva para un
pacto de Ciudadanos con los socialistas que no está en su mapa de
preferencias.
El caso de Podemos es más sencillo, su objetivo es desbordar a los
socialistas para convertirse en fuerza preeminente de la izquierda. Y a
los socialistas no les llega la camisa al cuello ante semejante
posibilidad. La pregunta esencial es ¿Qué están dispuestos a pactar y
con quién?
(*) Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario