martes, 25 de octubre de 2016

Sin personalidad jurídica única para acuerdos internacionales / Ángel Tomás *

La Unión Europea (UE) sigue sin resolver su problema de origen, la diversidad jurídica entre sus países miembros, que impide el consenso necesario en el Consejo de Ministros de Comercio de la Unión, imprescindible para la firma de cualquier acuerdo de libre comercio internacional. En las cumbres previas de los líderes comunitarios, de no haber consenso, cosa habitual, se impide la firma del texto de cualquier tratado de comercio bilateral, aun cuando pueda ser del máximo interés económico y social. 

El desacuerdo y alargamiento en el tiempo de cualquier proyecto, con independencia de la ralentización del crecimiento económico de la UE, nos aleja de los beneficios que otorga la economía global. Ejemplo y confirmación de los expuesto lo estamos viviendo en el desarrollo de los dos tratados ejemplares y transcendentes para el futuro de Europa entre Canadá (CETA por sus siglas en inglés) y Estados Unidos (conocido como TTIP).

TRATADO UE – CANADÁ
 
La negociación, mantenida en secreto, dio sus primeros pasos hace siete años, con el objetivo primordial de la supresión de los derechos aduaneros entre ambas partes para casi todos los productos, con alguna excepción como las carnes de vacuno y cerdo; incluyendo 145 denominaciones de origen europeas que disfrutarán de protección adicional en Canadá, y las empresas especializadas europeas podrán concursar a las licitaciones públicas canadienses de los entes que gestionan el gasto público. 

El comercio de bienes y servicios supondría para la UE un aumento comprendido entre el 15 y el 20 por ciento, según estimaciones de estudios previos, que con un mercado de consumo de 540 millones de habitantes, en conjunto, se le abrirían a las empresas nuevos horizontes para el crecimiento de sus ventas.

Canadá es un gran país, de economía sólida y de un régimen político equilibrado y ejemplar demostrado durante siglos, con un Gobierno progresista, unificador y no conflictivo, a lo que hay que añadir su tendencia pro europea, y las excelentes relaciones diplomáticas con España.

Europa la componen veintiocho estados de los más variados criterios, dotados de poder jurídico suficiente para vetar cualquier proyecto de acuerdo internacional. De ahí el fracaso obtenido en algunos intentos comerciales del pasado y del presente, y de la dificultad de aunar voluntades hacia objetivos indispensables para el crecimiento económico y del PIB de la UE.

La aprobación del acuerdo se fijó para su firma, por parte de los ministros de comercio, el veintisiete de octubre y posterior ratificación por el Parlamento. Sin embargo, las divergencias de opiniones se han sucedido poniendo a prueba el éxito del tratado, veamos algunas:

-Peticiones de urgencia ante el Tribunal Constitucional alemán con sede en Karlsrue con el objetivo de impedir su entrada en vigor. El ministro de Economía, Sigmar Gabriel, defendió el tratado en contra de los críticos advirtiendo las consecuencias de un fracaso. Sentenció que no se trata de una pérdida de soberanía, sino de reforzarla a través de la cooperación internacional, alertando de que un fracaso del acuerdo ocasionaría la pérdida mundial de confianza en la UE como potencial socio de tratados comerciales.

- Los parlamentarios de la región belga de Valonia, de 3,6 millones de habitantes, vetaron la firma del controvertido acuerdo (CETA) fijada para el 28 de octubre en una cumbre de Bruselas, vinculado al que la UE negocia con los países del Mercosur. El ministro belga de Exteriores, no entiende las preocupaciones de los gobiernos regionales de su país, y espera superar el rechazo de Valonia e integrarlo a la posición positiva del Gobierno Federal Belga. La Comisión Europea dio un plazo hasta el 21, ampliando al 27 el visto bueno de los 28 para la cumbre de mandatarios europeos, con la presencia del primer ministro canadiense Justin Trudeau.

-Otros países reticentes a firmar el actual texto son Bulgaria y Rumanía por considerar el anteproyecto antidemocrático.

La decisión de Valonia ha dejado, además, en el aire el ambicioso acuerdo con Estados Unidos, que Bruselas negocia actualmente con Washington.

El 13 de octubre, el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, declaró desde Ottawa que si la UE no ratifica durante este mes de octubre el acuerdo, está enviando al mundo "una clara señal" de que ha elegido un "camino no productivo". Trudeau añadió que si Europa no ratifica "un acuerdo muy progresista como el CETA, con un país "progresista" como Canadá, ¿con quién hará negocios Europa? Sin embargo, el Gobierno canadiense ordenó el desplazamiento del representante especial para el acuerdo (CETA), Pierre Pettigrew, para reunirse en París con los líderes de la región belga de Valonia, los cuales se ratificaron en su negativa.

El jueves 20 de octubre La UE se moviliza "in extremis" para salvar el convenio bilateral. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y los mandatarios europeos, en Bruselas, pasaron toda la noche buscando soluciones para desbloquear la posición negativa de la región de Valonia, cuyo gobierno presidido por Paul Magnette rechazó todas las propuestas del Consejo Europeo. Tusk cerró la larga velada con el siguiente razonamiento: "el problema va más allá del CETA”, ya que, "si no somos capaces de convencer a la gente de que los acuerdos de libre comercio son de su interés, convenciéndoles de que nuestros representantes los negocian para proteger los intereses de la gente, no lograremos construir el apoyo público al libre comercio".

El Consejo Europeo pidió el jueves por la tarde a la Ministra de Comercio canadiense, Chyrstia Freeland, que viajase a la capital valona. Voló de inmediato a Bruselas y dio comienzo a su amable gestión. Comprobó, después de numerosos esfuerzos, la imposibilidad de firmar un acuerdo lleno de ventajas recíprocas, y decidió decepcionada el regreso inmediato de ella y su equipo a Canadá.

TRATADO UE- EEUU

Han transcurrido tres años desde que se iniciaron conversaciones hacia un tratado bilateral entre ambas potencias, y se han celebrado quince rondas de negociaciones, la última en N.Y., sin haber llegado a conclusiones definitivas por divergencias de gran calado, que hacen imposible la firma antes de que concluya la administración del actual presidente Barack Obama.

El acuerdo podría ser del máximo interés al abrirse un mercado de 820 millones de consumidores que generarían más de 100.000 millones de euros en la UE, según estudios de Centre for Economic Policy Research.

Como en todos los tratados de libre comercio han surgido críticos y opositores, en esta ocasión Francia, Alemania, Bélgica y Austria. François Hollande, acusó a EEUU de abuso de poder, desequilibrio en las negociaciones, falta de reciprocidad y diferencias de actitud hacia el mercado de la Administración estadounidense, marginando en el borrador a la Organización Mundial del Comercio. Alemania, aduce que el acuerdo no garantiza la protección de las denominaciones de origen, ni las indicaciones geográficas. Ambos miembros de la UE resaltan también "la ausencia del mecanismo previsto para el arbitraje de los posibles conflictos potenciales entre empresas y Estados".

Phil Hogan, Comisario Europeo de Agricultura, manifestó la necesidad de hacer un gran esfuerzo de promoción en los nuevos mercados para las pequeñas empresas agrícolas, cambios en el etiquetado, y un mercado abierto a la gran calidad. Sin embargo, aseguró una gran oportunidad para la fruta, hortalizas y el porcino.

Los críticos ven necesario dejar las gestiones en stand by, hasta conocer la disposición y criterios a partir de las próximas elecciones de EEUU.

Nuevamente las divergencias de opiniones han vuelto a poner a prueba el tratado UE-EEUU.


(*) Economista y empresario

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