jueves, 6 de octubre de 2016

Brindis por los ‘idiotas’ / Guillermo Herrera *

Para los sabios de la antigüedad un ‘idiota’ es simplemente un hombre que busca ser él mismo. Los que viven en el engaño lo tachan de ‘loco’ o de ‘idiota’. Esto fue lo que dijo George Ivánovich Gurdjíeff, “el hombre más extraño del siglo XX” según el escritor Louis Pawels. Por eso Gurdjieff tenía la costumbre de brindar por los ‘idiotas’ en sus reuniones sociales.

El periodista François Mauriac afirmó que Gurdjíeff había traído de Oriente un método para matar el ego, para volver a ser uno mismo y para poseer la tierra. Y se preguntaba “¿qué personaje inventado no palidece al lado de él? ¿qué novela fantástica llegó jamás a la altura de su historia real?”

Gurdjíeff sostuvo que existen tres caminos principales para llegar a desarrollar los poderes latentes del hombre: el camino del faquir, el camino del monje y el camino del yogui, cada uno de los cuales requiere que el candidato abandone el mundo para poder hallar el sendero luminoso.

Gurdjíeff asegura que todos los demás caminos artificiales que existen en Occidente no conducen a nada ni llevan a ninguna parte, a no ser porque existe un Cuarto Camino, “el camino del hombre astuto” que ofrece la oportunidad de un desarrollo interno en los aspectos físico, intelectual y emocional, en el mismo ambiente cotidiano en que uno vive.

DIÓGENES
Quizás el primer ‘idiota’ famoso de la historia fue Diógenes de Sínope, un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sínope, una colonia jonia del mar Negro,1 hacia el 412 a.C. y murió en Corinto en el 323 a.C.

Este “Sócrates delirante”, como lo llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos, envuelto únicamente en su manto, y tenía por vivienda una tinaja.

Apareció en pleno día por las calles de Atenas, con el candil de aceite en la mano, diciendo: “Busco un hombre, busco un hombre honrado que ni con el candil encendido puedo encontrarlo”. La gente lo seguía y él continuaba vociferando lo mismo, sin encontrarlo aun a plena luz del día y con el candil encendido.

Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su camino diciendo que solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra. Sin embargo, Diógenes, jamás encontró a ese hombre auténtico cuyo concepto de la riqueza estuviera muy por encima del dinero.

LA CIENCIA DEL IDIOTISMO
Los “Brindis de los Idiotas” y la “Ciencia del Idiotismo” constituye quizá el método de enseñanza más extraño y novedoso de Gurdjieff. En las comidas rituales que ofrecía, se brindaba con fórmulas preestablecida a la salud de categorías sucesivas de idiotas.

Gurdjieff introdujo sus Brindis a los idiotas en 1.922 y desde 1.940 puso cada vez más énfasis en ellos. Si bien no despojó al término de su sentido peyorativo, lo revistió con el significado de individualidad (de la raíz griega idio- “personal, singular, propio”). Aunque la idiotez era un rasgo universal (Dios mismo era un Idiota Único, Nro. 21) una diferenciación subsidiaria garantizaba una tipología humana poética y profunda.

En principio, se pedía a cada alumno que apoyándose en su intuición, eligiera entre los primeros doce su propio idiota (1 ordinario; 2 super; 3 archi; 4 sin esperanzas; 5 compasivo; 6 retorcido; 7 cuadrado; 8 redondo;9 zigzag; 10 iluminado; 11 vacilante y 12 fanfarrón).

Puesto que las comidas en la mesa de Gurdjieff exigían atención y nunca era meramente orgiásticas, pocas veces se llegaba a los brindis posteriores al número 12. Se cree posible (aunque no existen registros escritos confiables) que el orden subsiguiente fuera: 13 nato; 14 patentado; 15 psicopático; 16 poliédrico. Si bien los idiotas de 1 a 16 parecen pertenecer al mismo nivel de ser y sólo se diferencian por el comportamiento.

Pero idiotas 17 a 21 constituyen una jerarquía espiritual que refleja grados progresivos de “razón objetiva”. El nivel 18 representa el grado más alto que un ser humano puede alcanzar pero, para llegar, primero tiene que descender voluntariamente de la categoría 17 a la 1, idiota ordinario. Las categorías 19 a 20 estaban reservados para los hijos de Dios.

(James Moore; Gurdjieff, anatomía de un mito Editorial Estaciones.)


(*) Periodista

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