viernes, 28 de octubre de 2016

Un paseo en el coche de Rajoy / Marcello *

Daría un ojo de Soraya o los dos de Cospedal por subirme en el coche de Rajoy cuando termine la investidura y acompañar al presidente desde las Cortes a las puertas de la Moncloa, en ese breve trayecto donde donde Mariano ya investido presidente podrá resoplar a gusto y empezar a paladear la que ha sido una indiscutible victoria política y personal, contra todo y contra todos.

Y ahí incluidos algunos de los dirigentes que su partido y también de su Gobierno que insinuaron su retirada cuando los poderes fácticos mas activos pensaron que la caída de Pedro Sánchez no era suficiente para la abstención del PSOE, y que todo sería mas fácil para el acuerdo del PP con el PSOE si el candidato o candidata (porque las tapadas de los poderes económicos eran por el PP y el PSOE Soraya y Susana) del PP era otra persona y no Rajoy.

Pero quienes eso pensaron, creyendo que Mariano estaba deprimido y era eliminable, se equivocaron de plano por dos motivos muy claros y fáciles de comprender.

El primero de ellos se refiere a la doble personalidad de Mariano Rajoy, porque en él habitan dos almas distintas y paralelas. Está Mariano, que es muy afable y cordial con todo el mundo y que a veces puede ofrecer un semblante de debilidad o decaimiento. Pero luego está su otro ‘yo’, que es el de Rajoy. Un político marmóreo, indestructible -al menos de momento- e implacable con sus adversarios como lo demuestra ese cementerio político que tiene en la Moncloa -‘de muertos bien relleno’ como decía Espronceda-, donde descansan los restos de Zapatero, Rubalcaba y Sánchez en el flanco izquierdo del camposanto, que es más pequeño que el ala derecha donde figuran las lápidas de Aznar, Cascos, Rato, Mayor, Gallardón, Aguirre, Zaplana, Acebes, San Gil, Rita, Mato, Soria y todos aquellos que pretendieron moverle el sillón alguna vez.

El segundo argumento que avalaba el inmovilismo y la permanencia de Rajoy al frente del PP y la investidura era evidente: ni el PSOE -sumido en una crisis de unidad y liderazgo sin precedentes- ni C’S querían por nada del mundo unas terceras elecciones. Y no por el interés de España sino por sus propios intereses partidarios. Rajoy lo sabí,a se amarró al mástil de su nave como Ulises, taponó con cera los oídos para no oír los cantos de sirenas del Ibex 35, aguantó la tormenta y navegó hacia Itaca que ya la tiene al alcance de su mano, mientras Viri teje de día y desteje de noche el telar de su paciente espera.

Dicho esto regresemos al coche de Rajoy. Porque poco antes de acabar la anterior legislatura Marcello le sugirió a Mariano tomar un café para comentar la situación política. Y Mariano, cortés como siempre, aceptó y añadió: ‘yo me ocupo’. Pero imaginamos que luego Mariano habló con Rajoy y por eso el encuentro no se celebró.

Pero Mariano me debe un café y hora es que cumpla la promesa de ‘yo me ocupo’ y que se ocupe, máxime una vez que su otro yo, Rajoy, ahora está tranquilo y henchido de triunfo tras lograr su investidura. Lo que lo proyecta hacia más de 20 años de coche oficial si contamos su paso por la diputación de Pontevedra, la Junta gallega y sus cuatro años de ministro de Aznar, otros cuatro de vicepresidente de Aznar, cuatro de presidente del Gobierno y uno de presidente en funciones. Y vamos a ver cuánto dura la legislatura que ahora comienza porque es capaz de sumar otros cuatro años.

O sea, Mariano, cambio el café en el bar Manolo o en Moncloa por el paseo en coche desde las Cortes al Palacio presidencial al término de la votación de investidura del sábado. Ya sé que eso no es nada fácil pero lo teníamos que intentar. En todo caso tiempo habrá para tomar un café a lo largo de la legislatura pero mejor que sea en sus primeros meses no vaya a ser que se rompa el cántaro de la lechera y que antes que cante el gallo regresemos al territorio electoral.


(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés


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