Esta mañana de domingo se han iniciado los trámites finales para el
inicio de lo que será la XII Legislatura, con la audiencia en la que la
presidenta de las Cortes, Ana Pastor, ha comunicado al jefe del Estado
el resultado final de la votación del sábado, en la que resultó
investido presidente del Gobierno Mariano Rajoy Brey por 170 votos a
favor,11 en contra y 68 abstenciones, muchas más, de las que tenía
calculadas la Comisión Gestora del partido socialista.
Terminada la audiencia real, el nombramiento de Rajoy será publicado
el lunes en el Boletín Oficial del Estado, se producirá la jura en el
Palacio de la Zarzuela en una fecha que no se ha anunciado pero que se
juega con que sea el miércoles 2 de noviembre, día de Difuntos, para que
no se produzca ningún tipo de coincidencia en esa triste fecha. El
jueves, después de informar al jefe del Estado por la mañana, Rajoy dará
a conocer por la tarde la composición de su Gobierno, que tendrá que
jurar también ante el Rey, antes de la reunión del primer Consejo de
Ministros, que tendrá lugar el viernes día 4 de octubre.
De esta forma, Rajoy aprovechará el largo puente que se inició el
pasado viernes 28 para comenzar a arreglar el gran desastre que ha sido
este bloqueo de nada menos que 315 días, además de encajar las últimas
piezas de su gobierno, el tema que personalmente más le preocupa por su
tendencia natural a dejar el menor número de heridos posibles. De
acuerdo con la nueva etapa política que se inaugura, debería dejar fuera
al haber sido reprobado por la oposición el ministro del Interior Jorge
Fernández Díaz, uno de los pocos amigos personales que tiene sentado en
la Mesa del Consejo; al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, por
todos los escándalos que ha protagonizado con la polémica amnistía
fiscal; y, al de Defensa, Pedro Morenés, que no se sabe muy bien qué
papel desempeña en el equipo nuevo con el que tiene que contar.
Igualmente tiene que despejar la incógnita de Luis de Guindos, que
pretende ser vicepresidente económico, algo que puede chocar con las
aspiraciones de Soraya Sáenz de Santamaría, que quiere ser
vicepresidenta única, con los mismos poderes que ha tenido hasta ahora.
Si hay que creer a los entornos, se plantea una incompatibilidad entre
la propia Soraya y la actual secretaria general del partido, María
Dolores de Cospedal , que puede ser sustituida al frente del PP por el
actual vicesecretario de organización, Fernando Martínez Maíllo, en el
inminente Congreso que tiene que celebrar el partido. Si hay imagen de
renovación y, sobre todo, de capacidad de diálogo, el señor Rajoy tendrá
que contar con los que hasta ahora han intentado dar esa imagen de
renovación: Pablo Casado, Javier Maroto y Jorge Moragas.
Pero el reto no sólo está en los nombres de los nuevos ministros y de
su capacidad de entendimiento con Ciudadanos y con el PSOE, sino en el
espíritu con el que el recién investido presidente aborde esta difícil y
complicada XII Legislatura, decisiva para las urgentes reformas que
necesita el país. El primer y más urgente paso que tiene que dar el
señor Rajoy es hacer lo posible e imposible porque el PP deje de
percibirse como el partido tremendamente antipático que aparece en
público. Que huya del sectarismo, de las listas negras, y que se
comporte como la formación de centro-derecha que dice ser.
Y sobre todo que se esfuerce, hasta el agotamiento, por llegar a
acuerdos. Es decir, una actitud que sea exactamente la contraria de la
exhibida el mismo día de la investidura, con esas palabras que sobraban y
que corregían las primeras dialogantes del jueves anterior. ”No quiero
dirigir un Gobierno al que le falten apoyos y le sobren obstáculos. No
aceptare el derribo de las reformas. No pretendan imponerme lo que no
puedo aceptar. No acepto una investidura desnuda. No estoy dispuesto a
derribar lo construido ni puedo aceptar su demolición… No se puede
pretender que gobierne yo y traicione mi propio proyecto político que
además fue el más apoyado por los españoles. No me pidan ni pretendan
imponerme lo que yo no puedo aceptar…”
Todo eso, dirigido a los que estaban pasando por una verdadera crisis de
conciencia por contribuir a su investidura era innecesario y un mal
comienzo.
(*) Periodista y economista
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