Felipe González ha sido el exdirigente socialista que más ha luchado
por desbloquear la situación política española y el que, desde antes de
la disolución del Parlamento en octubre del año pasado, contempló la
posibilidad de una gran coalición, entre PSOE y PP, como mejor solución a
la situación política que se vislumbraba entonces, sin conocer
siquiera, los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre. A esa coalición a la que Rajoy se apuntó pronto y a la que
invitó no solo a los socialistas, sino a Ciudadanos.
Después de fracasada esa opción a la que pudo y, de hecho quiso
unirse Ciudadanos, a pesar del rechazo que siempre ha manifestado hacia
el actual Presidente en funciones, González ha venido haciendo todo lo
posible, con periódicas declaraciones desde fuera de España, para que la
mejor opción para el país a la vista de los resultados del nuevo mapa
electoral (“un cuatripartito a la italiana sin italianos”, suele
repetir) era abstenerse para propiciar un Gobierno de Rajoy (se intentó
primero con otro candidato a lo que se sumó C´s), en el que los
socialistas, a pesar del tan anunciado “sorpasso”, ocupasen el liderazgo
de primer partido de la oposición, que necesariamente, tenía que
compartir con Podemos.
Durante semanas y meses, especialmente desde las páginas del diario El País,
medio sobre el que González, ejerce una decisiva influencia, el
expresidente del Gobierno que más tiempo ha permanecido en el poder
(catorce años) y que más ha influido en la transformación económica y
social de España, ha venido acomodando a su partido, y a la opinión
pública, para que no se celebren unas terceras elecciones que, por otra
parte, tampoco garantizan la posibilidad de un Gobierno estable, en unos
momentos claves para el país y para una Unión Europea que tras el
Brexit, ha entrado en un periodo de replanteamiento total de su futuro.
En esta tarea de rectificación de esa decisión del Comité Federal
tomada días después de las primeras elecciones (No, no, y no, a Rajoy y
al PP) que Pedro Sánchez, dimitido secretario general, ha defendido
hasta el final, le ha acompañado el periódico El País y quien
fue su director y fundador, actual presidente ejecutivo de Prisa, Juan
Luis Cebrián.
Cebrián, en la postura editorial del periódico, en las
encuestas, en las columnas de opinión, en los análisis electorales, ha
procurado que el PSOE rectificase, que no hubiesen unas terceras
elecciones, y que dejasen gobernar al PP y a Rajoy, como partido más
votado, absteniéndose en la segunda votación en la que solo valen los
Síes y los Noes. De esta forma, Rajoy, que cuenta con los apoyos de
Ciudadanos y Coalición Canaria (170 votos), saldría elegido, como está
ya previsto, el próximo 29 de octubre, cuarenta y ocho horas antes de
que termine el plazo para la disolución de las actuales Cortes.
Todo este recorrido sirve para poner en contexto el vergonzoso
espectáculo que se ha producido este miércoles en el aula Francisco
Tomas y Valiente (asesinado por ETA), de la Facultad de Derecho de la
Universidad Autónoma de Madrid en dónde doscientos energúmenos no han
dejado que González y Cebrián hablasen a un centenar largo de
universitarios, que querían oírles sobre lo que opinaban sobre España y
Europa, dentro de unas Jornadas sobre Sociedad Civil y Cambio Social
organizadas por Prisa.
Convencidos por ese discurso populista de que la política está en la
protesta en la calle con los que sufren, que ya es hora de que el miedo y
el sufrimiento cambie de bando, que la política no hay que hacerla en
el Parlamento, donde todavía no se tiene la fuerza suficiente (el
enfrentamiento que dentro de Podemos existe entre Pablo Iglesias e Iñigo
Errejón), doscientos bárbaros, con el precedente de protesta que ya
hubo en la Universidad contra Rosa Díez, la fundadora de UPyD (Unión
Progreso y Democracia) y con la diversión que para ellos supuso el
asalto la capilla de la Ciudad Universitaria de Madrid, no hacían sino
repetir el discurso de la cal viva y las manos manchados de sangre con
el que Pablo Iglesias boicoteó la investidura de Pedro Sánchez.
El PSOE por parte del portavoz de la Gestora que dirige el partido, ha
culpado a Pablo Iglesias de haber señalado el camino a los energúmenos
de hoy que repetían los mismos argumentos de su discurso, mientras
repitan punto por punto sus consignas, y su terminología bélica.
Evidentemente, todos tan activos en tuitear, ninguno ha condenado el
boicot, que ha impedido hablar a González y Cebrián y, a defender sus
ideas en un reciento universitario.
(*) Periodista y economista
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