Ha dicho José María Aznar con aires misteriosos y cara de pocos
amigos que ‘lleva algo de tiempo poner a cada uno en su sitio’. Si se
refiere como imaginamos a su paso por la presidencia del gobierno de
España quizás no haya que esperar al dictamen de la Historia porque sus
luces, que las tuvo, y sus sombras, que las tiene, son harto conocidas. Y
están en la retina y en la reciente memoria de muchos españoles y no
hay que rebuscar en ‘remotas montañas ni lejanos desiertos’ para
adivinar que su salida del poder no fue como esperaba.
Coetáneos suyos como George W. Bush o Tony Blair han sido víctimas
inmediatas de sus mentiras y errores sobre la guerra de Irak que ellos
han tenido que reconocer. Mientras Aznar permanece escondido en un
extraño refugio de las islas Azores donde, con Bush y Blair, se implicó
en un conflicto cuyas perniciosas secuelas aún perduran y de las que se
derivó el tremendo atentado islámico del 11-M en Madrid sobre el que
tampoco dijo la verdad.
Cierto es que Aznar unió y reforzó el PP, que gestionó bien la crisis
de la economía que heredó de Felipe Gonzalez, que modernizó estructuras
del país y que, como le dijo Manolo Pizarro, supo mandar aunque ahora,
por sus errores y mentiras de bulto carece de autoridad.
Ni si quiera la ha tenido en su partido bajo el mandato de Rajoy, su
heredero por él nombrado, porque ambos han roto su amistad en lo
político y en lo personal. Hasta el punto que Aznar se ha quedado con
FAES y ha sacado de la fundación al PP. Y llevan tiempo lanzándose
dardos envenenados con notorias discrepancias políticas sobre la
economía, los impuestos, Cataluña, ETA y la política Exterior y
nacional.
Siendo cierto que la herencia que Rajoy recibió de Zapatero y de la
crisis financiera internacional de 2008 fue mucho más grave que la que
heredó Aznar de González. Y a no perder de vista el problema catalán de
ahora en comparación con el tiempo en el que Aznar hablaba catalán en la
intimidad con Jordi Pujol en el Majestic o el fin de Régimen en curso,
la abdicación del Rey Juan Carlos y el fin del bipartidismo que le han
tocado a Rajoy en la ‘tómbola nacional’.
Como tampoco conviene olvidar que Zapatero y Rajoy son dos ‘inventos’
de Aznar (como lo fueron en otro nivel Rato, Blesa y Villalonga y un
poco más abajo, en el semisótano de Génova 13, Correa y Lapuerta). A ZP
nos lo trajo Aznar con las mentiras del 11-M; y a Rajoy lo nombró él con
su dedo mágico al tachar de la terna que guardaba en su cuaderno azul
los nombres de Rato y Mayor Oreja.
Ahora bien si lo que pretende decir Aznar, con su enigmática
advertencia, es que la Historia lo pondrá a él por delante de Rajoy a lo
mejor se equivoca. Porque en grandes episodios -negativos- nacionales
el de Valladolid se lleva la palma y ademas tuvo un desafortunado final.
Habrá que ver, eso sí, cómo acaba Rajoy si es que acaba pronto y cómo
organiza su sucesión en el PP, pero de momento el gallego va mucho mejor
que Aznar.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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