El paso de Pedro Sánchez por la secretaría general del PSOE ha sido
como un mal sueño, una inagotable pesadilla para el Partido Socialista y
también para España donde a partir de ahora se abren nuevas incógnitas
sobre lo que puede acontecer en las próximas semanas de cara a la
formación de un gobierno del PP -si Rajoy se presta a reintentar la
investidura-, o si entramos en el sendero de unas terceras elecciones
que favorecerían tanto a Podemos como al PP ante la debacle y la crisis
del PSOE, un partido hoy roto y sumido en una profunda crisis orgánica,
política e ideológica.
Así, después de intentar un pucherazo a la desesperada con una urna
oculta y fuera de control en el dramático Comité Federal del PSOE (lo
que produjo deserciones en el campo de Sánchez), y de finalmente, perder
la votación sobre su propuesta de un congreso extraordinario del
partido, por 132 votos en su contra y 107 a favor, Pedro Sánchez ha
presentado la dimisión.
Y deja tras de sí un partido destrozado que necesitará su refundación
y que mientras tanto estará en manos de una ‘gestora’ hasta que
concluya la actual crisis institucional y de gobierno en España, o las
terceras elecciones del 18 de diciembre. Gestora tras la que crecerá la
sombra d Susana Díaz mientras Eduardo Madina se perfila como nuevo
portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, y de la oposición si
no hay elecciones en diciembre.
Sin más discurso político que el ‘no es no’ al PP para mantenerse en
el poder del PSOE, con un cúmulo de derrotas a su espalda y enfrentado a
sus barones regionales y a los órganos rectores del partido (perdió el
apoyo de la Ejecutiva, el Grupo Parlamentario y finalmente del Comité
Federal), Pedro Sánchez se atrincheró en el cargo y la sede de Ferraz
hasta su derrota final en la votación de su propuesta de congreso
extraordinario y dimitió.
Creyó Sánchez que, con su monólogo de ‘no’ al PP, envuelto en
populismo de izquierdas y acusando a sus adversarios socialistas de ser
‘subalternos’ de Rajoy, él podría contra todos y contra todo, ahí
incluido ‘el Sistema’ de poderes variados y fácticos del país. Pero su
escasa consistencia política y sobre todo sus continuos fracasos
electorales que nunca quiso asumir le han llevado al desastre y a la
derrota final. La que se veía venir y él no quiso ver preso de su ciega
ambición personal y ajeno a la grave crisis del PSOE en la izquierda
española y a los muy graves problemas del país.
Tras su segunda derrota en las elecciones generales del 26-J, Sánchez
debió dimitir pero no lo hizo y se escondió. Pero el hundimiento del
PSOE en el País Vasco y Galicia fueron gotas que derramaron el vaso de
la paciencia de la gran mayoría de los dirigentes de du partido y ahí
comenzó a escribirse el último acto de su dañino paso, durante dos años y
medio, por la secretaría general del PSOE donde se espera la llegada de
Susana Díaz, mientras en el campo más progresista del partido crece la
sólida figura de José Borrell.
(*) Periodista
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