Debería preocuparnos el portero de Ferraz.
Durante toda la semana estuvo impidiendo el acceso a la sede a los
mismos que el sábado la tomaron por asalto y ahora son los nuevos amos
del cortijo.
Este buen hombre se jugó el pan de sus hijos cuando en la mañana del pasado jueves no dejó pasar a La Que Ahora Manda Aquí Guste o no Guste, una tal Pérez.
Esta señora, tras presentarse a los periodistas que estaban en la
puerta como la nueva líderesa del PSOE, dio unos pasos más y se encontró
ante el portero.
–Lo siento, pero esta puerta está bloqueada, como el país.
–Deje paso, que ahora soy La Que Manda Aquí.
–No es no.
–Absténgase. Debo pasar Guste o no Guste.
–¿Qué parte del no no ha entendido?
Esta fue la guinda, pero también tuvo que parar a los
dimisionarios que acudían a recoger las fotos de sus hijos y habría
tenido que dejar en la calle al mismísimo Felipe González
si, para no gastar desde su oficina, hubiera ido a la sede a usar el
teléfono para llamar a Sudan del Sur, donde tiene unos negocios
petroleros opacos con su amigo Cebrián. Demasiada carga para un simple empleado, probablemente mileurista y eventual, pues los socialistas, tras la reforma laboral de Zapatero, no hacen fijo ni a Dios.
Estas son las injusticias de la vida. Todo el mundo preocupado por el futuro de Pedro Sánchez y nadie se acuerda del portero de Ferraz,
ahora en la cuerda floja por cumplir con su deber. Apuesto una caña a
que la primera decisión de la Gestora consistirá en despedirlo con
veinte días de indemnización para contratar a un portero andaluz.
(*) Columnista
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