Llevamos meses atascados en una
situación inverosímil. Nadie forma gobierno. Nadie puede formar
gobierno. Casi parece que no quieran. Diez meses sin legislar, con un
gobierno en funciones que se niega a responder de sus actos (por lo
demás, bien pocos y destinados a Cataluña) y una administración
paralizada al extremo de que ni había provisto los fondos precisos para
el premio Cervantes. Y todo eso en medio de una crisis que ya es
crónica, de una actividad judicial a causa de la corrupción sistémica
abrumadora y de un conflicto institucional en Cataluña de consecuencias
imprevisibles.
A
la hora de regodearnos en nuestro excepcionalismo negativo, nuestra
incapacidad para organizarnos, nuestro triste sino de soportar gobiernos
ineptos y/o corruptos, conviene recapacitar sobre la impactante imagen
de portada de El País y su información: Italia ha rescatado
11.000 migrantes en 48 horas. Esto es un desastre y el mundo está muy
mal. En gran medida por culpa nuestra, de Europa y de Occidente en
general y, encima, cada vez lo hacemos peor. Da un poco de vergüenza, la
verdad, ocuparse de nuestros pequeños enredos cuando se ven tragedias
de esta magnitud. Pero seguimos en ello, como si nada más importara.
Hasta que empiece a importar.
La crisis del PSOE es descomunal. Fernández está hablando con Rajoy sobre la abstención. Van a toda pastilla. Es un Blitz
en el que se enfrenta siempre al adversario con los hechos consumados.
Cuando la militancia quiso darse cuenta, ya se había quedado sin SG.
Ahora, antes de que pueda reaccionar, se pretende que el gobierno de
Rajoy por abstención del PSOE sea un hecho. Les corre prisa.
Con
razón. Además de las noticias sobre bajas a montones en la militancia,
está organizándose una fuerte resistencia interna. Se recogen firmas
sosteniendo el NO es NO y pidiendo primarias. El alcalde de Jun, José
Antonio Rodríguez, que es un as en las redes, tiene miles de firmas de
apoyo a Pedro Sánchez. Es un movimiento sano de la militancia que aún
permanece y que merece triunfar. La Gestora, cuya legitimidad está en
entredicho, tiene que atender a ese estado de ánimo de las bases. No
puede actuar como ejecutora de un designio tramado a espaldas del
partido y mantenido por la fuerza y la ocultación. Sin duda los
conjurados en favor de la abstención piensan que están salvando a la
Patria por encima de banderías y partidos. Pero esa es una opinión como
otra cualquiera que no debe imponerse por conspiraciones palaciegas.
Para
mayor bochorno, los "gestores" (que son todo menos gestores pues no
gestionan nada sino que toman decisiones de largo alcance) se
encuentran en una posición ridícula a fuer de desairada desde el momento
en que el PP no necesita ya la abstención de los socialistas. Al haber
defenestrado al SG, el PSOE se cierra el recurso a unas terceras
elecciones y ya solo le queda abrir paso al gobierno de la derecha. La
abstención no es una posibilidad, sino una necesidad. Hace falta ser
inútil para colocarse voluntariamente en esa situación. Y produce
bastante indignación ver como ese señor Fernández, elegido por un golpe
de mano, acude a La Moncloa a entregar cinco millones de votos al mismo
gobierno contra el que esos votos se depositaron. Es una claudicación y
una venta desvergonzadas. Es el fin de un viejo partido.
Porque
el PP lo deja meridianamente claro: la abstención no basta; hay que
colaborar activamente con la derecha en lo que haga falta, garantizar la
estabilidad. Es una cuestión de confianza y, si no la hay, ya se sabe,
vamos a terceras elecciones. Confianza, en efecto, es la palabra. Lo ha
sido en los últimos años. Nadie confía en nadie. El PP pide lo que él no
da. Y se lo pide al PSOE en donde acaban de tumbar al SG porque el
cogollo baronil y el patriarca González no se fiaban de él. En C's, la
confianza se regala sin tasa ni tino, aquí y allí, lo que demuestra lo
que se la valora. En Podemos, por el contrario, la confianza no se da
porque no se sabe qué es. Está supeditada al triunfo y, por lo tanto, no
existe.
Ocurre
lo mismo con las instituciones. El conflicto entre España y la
Generalitat catalana -que es la razón del giro copernicano del PSOE en
relación al PP- está alimentado por una desconfianza mutua profunda. La
Generalitat no se considera parte del Estado y el Estado no está
dispuesto a reconocer a la Generalitat más competencias que las que
emanen del Estatuto interpretado por el Tribunal Constitucional.
Cuestión
de confianza también la que empieza a apuntar en el socialismo en la
fractura entre el PSOE y el PSC. Este presenta una iniciativa
parlamentaria por la que se propone una reforma de la Constitución para
hacer de España una federación plurinacional con reconocimiento de los
derechos históricos. Es, desde luego, mucho más de lo que el PSOE puede
deglutir y, además, es muy ilusorio. La reforma federal de la
Constitución no tiene mayoría probable pero, aunque la tuviera, tampoco
está claro que la fórmula sea compatible con la monarquía. Especialmente
en Cataluña, en donde hay una aspiración a la República.
Si
el PP se obstina en amenazar con terceras elecciones, el PSOE debiera
aceptarlas. Las elecciones no son algo diabólico sino un buen
procedimiento para adoptar decisiones colectivas. Lo único que tienen
que hacer los socialistas para contrarrestar la amenaza es presentar a
Pedro Sánchez de candidato. La cuestión es si se atreve, porque esa
candidatura tendría algo de plebiscitario al dar vía libre al candidato.
Este podría hacer suya la fórmula propuesta por el PSC. Algo es algo.
Al menos en España porque en Cataluña, esa no funciona por anticuada.
España está en una crisis constitucional y es inútil querer atajarla con maniobras de salón.
España está en una crisis constitucional y es inútil querer atajarla con maniobras de salón.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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