domingo, 9 de octubre de 2016

El Gobierno, en su encañizada / Alberto Aguirre de Cárcer *

Quien haya recorrido, a pie o en bicicleta, el triángulo formado por el Parque Regional de las Salinas de San Pedro del Pinatar, la playa de la Llana y las charcas de lodos de Lo Pagán estará de acuerdo conmigo en que es un paseo de excepcional belleza por un paraje natural único. Estoy convencido de que respondería afirmativamente cualquiera de mis amigos de fuera de la Región si, ‘in situ’, le preguntara si apoyaría una pasarela, medioambientalmente aceptable, que comunicara esa ruta con la zona norte de La Manga. 

Pero seguro que la opinión sería diferente, si antes o después, le informase de que científicos de la UMU, por encargo de la Consejería de Fomento, concluyeron que cualquiera de las alternativas posibles produciría daños a un frágil ecosistema que está ya bastante degradado.

No encuentro nada reprochable, al contrario, en que el Gobierno regional busque potenciar La Manga y el Mar Menor como destino turístico, siempre que no sea a costa de dañar la laguna, su principal valor y atractivo. Como no cabe suponer que esa sea la intención del Ejecutivo no termino de entender, como muchos ciudadanos, su tozudo empeño en un proyecto como la pasarela de Veneziola a la Llana, más aún en las actuales circunstancias. 

Buscando la cuadratura del círculo (preservar la laguna salada e impulsar las infraestructuras turísticas al mismo ritmo), el Ejecutivo regional se ha metido en su propia encañizada de la que no sabe salir. Quizá ha olvidado, o no quiere asumir, que no existe ninguna estrategia de conservación de la biodiversidad en ningún espacio natural relevante del mundo que incluya nuevas infraestructuras que acentúen el riesgo de masificación turística. El Ejecutivo debe armonizar múltiples intereses, pero no puede olvidar cuál es hoy la prioridad y la principal amenaza. 

La consulta realizada este verano a los bañistas de las playas de La Manga incumple directamente el Convenio de Aarhus, ratificado por España y que fija los criterios sobre el acceso a la información, participación pública en la toma de decisiones y acceso a la Justicia en materia de medio ambiente. Después de acertadamente crear un comité científico independiente y multidisciplinar que estudie en profundidad la situación del Mar Menor, el Gobierno rozó el género bufo con un sondeo en base a un escueto papelito repartido en las playas y en un portal de participación donde la multiplicidad del voto no está técnicamente imposibilitada. 

Si como dice la Consejería el encargo a la UMU sobre la pasarela fue exclusivamente un dictamen genérico, la pregunta es por qué se malgasta el dinero de todos. El colofón fue la afirmación de que no se hará la pasarela sin el aval de una declaración de impacto ambiental, toda una obviedad hablando de un enclave natural protegido con muchas figuras jurídicas. Todas las opiniones de la ciudadanía merecen ser escuchadas, pero a diferencia de lo que ocurre con los votos, no todas tienen el mismo valor. 

La mía, por ejemplo, no puede equipararse a la de cualquier científico implicado en el estudio del Mar Menor porque su nivel de conocimiento e información es muy superior. Si alegremente y sin ningún rigor se utilizan las consultas populares para legitimar decisiones políticas previas nos encontraremos ante un ardid inaceptable que puede dar al traste con ese esfuerzo colectivo por mejorar la participación ciudadana en los asuntos públicos. 

Frente a los anteriores del mismo signo, este Gobierno regional ha dado pasos en materia de transparencia y participación que, siendo tímidos, suponen un avance positivo. Pero la ejecución de sus decisiones estratégicas no siempre están acompañadas de la eficacia y seriedad que se precisan para avanzar en los estándares del buen gobierno. 

Con demasiada frecuencia, la potente estrategia de comunicación que despliega resulta inútil porque no puede enmascarar una evidente falta de coordinación en la toma de decisiones de las distintas Consejerías en temas donde convergen sus competencias, como es el caso del Mar Menor. Esto es lo que ocurre cuando todo el peso político se sustenta en la figura del presidente y el juego consiste básicamente en centrar balones templados al área para que los remate el delantero centro. Si la estrategia no está clara, no todos corren con igual intensidad o entienden el juego en equipo a su manera, llega el barullo y los goles en propia meta.


(*) Periodista y director de La Verdad


http://blogs.laverdad.es/primeraplana/2016/10/09/el-gobierno-en-su-encanizada/ 

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