Los partidos son instrumentos para
alcanzar el poder. La política es lucha por el poder. Por supuesto,
nadie lo deja ahí. Todos añaden que lo quieren en beneficio de otros,
por el bien del pueblo, o del orden, o la ley. Por lo que sea, pero
quieren el poder, luchan por él. Y en esa lucha vale todo. Por lógica,
en los partidos, los instrumentos para alcanzar el poder, también vale
todo. El PSOE está dando buena prueba de ello estos días. Y ahora se
apresta a hacerlo Podemos que quiere sustituir al PSOE también como
espectáculo. Los socialistas están en una gresca con tintes
personalistas. Podemos abre el fuego en un plano superior: no se
enfrentan personas sino concepciones, ideas, proyectos. Y eso, dice la
doctrina oficial, lejos de dividirnos nos une más.
Las
cosas que se dicen en política. Porque serán ideas, teorías,
concepciones del mundo o de más mundos, pero están enfrentadas, están en
lucha por prevalecer. En lucha por el poder dentro de la organización
que lucha contra otras por el poder del Estado. Los partidos son campos
de luchas de facciones, grupos, familias, escuelas, personas. Es
inevitable.
Lo
que aquí parece dilucidarse es una antigua polémica de la izquierda
entre un sector más reformista, gradualista y posibilista que
generalmente se ha identificado con la socialdemocracia y otro mas
rupturista, revolucionario, doctrinario que suele identificarse con el
comunismo y la doctrina leninista del partido. Esto es una
simplificación, es obvio. Sobre todo porque los dos sectores apelan a
una concepción nueva de la izquierda (tan nueva que ni se reconoce como
izquierda), mezcla de concepciones populistas de carácter
latinoamericano engranadas en las experiencias asamblearias del 15M.
En
el fondo, la tradicional "tercera vía"que nunca cuaja, la "nueva
izquierda", que sigue llamándose "nueva" cuando es vieja. Era la promesa
inicial de Podemos, que la evolución del partido y el duro principio de
la realidad obligó a olvidar. En efecto, al abandonar el curso medio
entre la socialdemocracia y el comunismo y escorarse del lado de este en
su fusión con IU, organización pantalla del PCE, Podemos reconocía su
fracaso. Lo que ahora se pretende con ese congreso de Vistalegre es
convertir el fracaso en rutina. Porque rellenar el vacío con más vacíos
como el populismo y el asamblearismo no da juego.
Entre
la socialdemocracia aburguesada y el comunismo anquilosado sigue
habiendo un amplio campo que debieran ocupar los socialdemócratas de
Podemos y los socialistas de izquierda del PSOE.
El gobierno está en actitud dialogante. Lo dice su portavoz,
que algo sabrá de eso. A todos los efectos prácticos esa actitud
dialogante se observa tan solo en que lo dice. Pero hace lo contrario.
Los procesos judiciales de una buena cantidad de independentistas siguen
adelante. La presidenta del Parlament está citada a declarar ante los
jueces el próximo día 14. Puede que haya diálogo, pero será entre
imputados, investigados o acusados y jueces. No debe de ser este el
diálogo al que se refiere el ministro. Pero el que él dice, no se ve.
Considera
el ministro que la convocatoria del Pacto Nacional por el Derecho a
Decidir (PNDD), un organismo creado hace unos años a instancias de Artur
Mas con la idea de tejer un movimiento cívico-político, es un acto
unilateral. Da gusto ser gobernados por gentes tan esclarecidas.
Unilateral es todo lo que viene haciendo el movimiento independentista y
la Generalitat luego desde hace años. El ministro no puede ignorarlo.
El mayor acto unilateral hasta la fecha tuvo lugar el 9N de 2014, cuando
él era ministro también, aunque de otra cosa. Unilateral es el proceso
independentista y no parece que hasta la fecha el gobierno haya hecho
algo para que deje de serlo, es decir para dialogar. Porque, con
decirlo, obviamente, no basta.
Y
es difícil dialogar con alguien que razona tan malamente. Esa acusación
de que la convocatoria del PNDD se debe a la fuerza de la CUP, cuyos
diez votos necesita Puigdemont para aprobar los presupuestos mueve a
risa. El uso del término "radical" es muy significativo. Tiene gracia
escuchárselo a un gobierno que ha dado pruebas de un radicalismo atroz
durante cinco años, aunque en un sentido opuesto al que pueda suponerse
anima a la CUP. Los radicales acusan de radicales a los demás en cuanto
se descuidan un milímetro. De esa forma creen sentar plaza de
"moderados", algo que la legislación, la crónica de tribunales y la
práctica diaria contradicen. La "Ley Mordaza", por ejemplo, es una ley
radical de derechas. Por eso, como todo el mundo sabe, en España no hay
un partido de extrema derecha. Está en el PP. Y legisla.
La
observación del ministro lleva incorporado el veneno de insinuar que el
gobierno de JxS es rehén de la minoría de la CUP, a la que obedece, no
por convicción propia sino por conveniencia. Esto equivale a decir que
si JxS no necesitara los votos de la CUP, desistiría de su hoja de ruta,
se olvidaría del referéndum y, lógicamente, no tendría que convocar el
PNDD.
Y eso no sé de dónde se lo ha sacado el ministro.
El
mismo gobierno que presupuesta una partida para el referéndum es el que
se apresta a organizarlo con tiempo suficiente para que le salga bien.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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