Impresionante la lista de actividades mercantiles de todo tipo y muy lucrativas que realiza Felipe González.
Empresas, asesorías, conferencias, informes, intermediaciones, un
verdadero torbellino que, según parece, le deja una pasta al año a él y a
sus familiares.
Por
supuesto, algo inobjetable. González hace bien en ganar dinero con sus
actividades lícitas. Por lo demás, tampoco parece tanto en comparación
con lo que se levantan otros con actividades ilícitas o directamente
criminales. O en comparación con otros políticos cesantes que parecen
máquinas de ganar dinero.
Está
claro. González hace muy bien en vivir bien. Lo haríamos todos si
pudiéramos. Nada que objetar. También hace muy bien en manifestarse en
la vida pública en asuntos en debate tanto de índole general como en los
que afectan a su partido. Es ciudadano y militante del PSOE. Puede (y
muchos creen que debe por adjudicarle el valor añadido de la
experiencia) dar su opinión. Sin duda. Y esa opinión suele tener eco y
hasta movilizar acciones como la que muy recientemente descabezó al PSOE
preventivamente, por sostenerse que Sánchez iba a pactar con los "neobolcheviques" y los "separatistas".
Insisto,
nada que objetar. Solo advertir que el Felipe González que habla hoy es
un "optimate", un hombre a quien la vida, la fortuna y su propia
decisión han puesto del lado conservador de la sociedad. El misterio de
la identidad humana hace que llamemos del mismo modo al Felipe González,
abogado laboralista lampante que se puso al frente del PSOE y al Felipe
González, potentado que gestiona millones, influye en los medios de
comunicación y tiene amigos poderosos. Pero no es la misma persona. Ni
mucho menos. Sus palabras no se escuchan de la misma forma. Él mismo
tiene una idea del PSOE muy distinta de la que pudo tener al comenzar su
carrera. Ahora se ha convertido en aquello contra lo que decía luchar.
Y la diferencia está en el dinero.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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