sábado, 31 de diciembre de 2016

Unos soldados ejemplares / Melchor Miralles *

No se puede conquistar o ganar una idea con un ejército, pero un Ejército bien instruido, capaz, profesional, es una garantía para un país desarrollado, y un buen paso para tener una idea de quienes somos. España dispone de unos mandos y una tropa de nivel, y he podido comprobarlo al pasar cuatro días de estas fiestas, Nochebuena incluida, junto a los 600 soldados españoles que forman parte del contingente de Naciones Unidas desplegado en Marjayoun, al sur de Líbano, entre Israel y Siria, una zona delicada, al mando del general Aroldo Lázaro, en la base Miguel de Cervantes. Lo contaré en video en sinfiltros.com, pero les adelanto a ustedes unos primeros apuntes.

España forma parte de los países que conforman UNIFIL, la Fuerza de Pacificación de Líbano, desde septiembre de 2006, hace ya diez años. Bajo el mando de España, en el Sector Este, soldados de España, Serbia, Méjico, El Salvador, Brasil, Nepal, India, Fiyi y China trabajan cada día en las labores de verificación del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas respecto al mantenimiento de los acuerdos de reparto territorial entre Líbano e Israel, fuente de conflictos e incidentes que en ocasiones han terminado en conflicto armado entre ambos países.

La función de los soldados españoles consiste esencialmente en verificar el cese de las hostilidades, tratar de evitar violaciones territoriales, ayudar al Gobierno libanés a asegurar que en su zona no se producen acciones hostiles, detectar minas y explosivos para proteger a la población civil, garantizar la zona libre de personal armado y evitar que desde el rio Litami hasta la línea de separación territorial, conocida como Blue Line (Línea Azul), los ciudadanos puedan ser objeto de violencia alguna.

La zona en la que se despliega el contingente español es enormemente complicada. Sin ser un frente de guerra, la heterogeneidad de la población, la orografía, la convivencia entre 18 confesiones religiosas y las tensiones con Israel hacen que a la mínima un incidente nimio pueda terminar en un conflicto severo con acciones armadas. Por ello, una de las obsesiones de las tropas de Naciones Unidas es la labor que desarrollan las unidades cívico militares, que hacen un enorme trabajo de ayuda humanitaria, y colaboran en la reconstrucción de infraestructuras y facilitan apoyo sanitario y educación a la población civil, llegando a establecer vínculos hondos con la población libanesa.

Hasta la fecha, en diez años, 15 soldados españoles han perdido la vida en Líbano. El trabajo de estos 600 militares tiene su riesgo, y por ello la seguridad del contingente es la gran obsesión de todos los mandos.

Pisa uno la “Miguel de Cervantes”, construida por España, y se encuentra una base que es una suerte de ciudad. Un capitán serbio me comenta que “es una base que está sirviendo de modelo para muchos países que tienen o pueden tener un mandato de Naciones Unidas equivalente. No es sencillo y su país tiene una experiencia superior a la de muchos. Incluso los EEUU copian algunas de las cosas que se han hecho aquí”.

El invierno es duro en Líbano. Hace un frío helador, llueve con intensidad y fuerza y observo los altos del Golán, a poca distancia de la base, completamente nevados. Los desplazamientos, siempre en vehículos blindados, a las diferentes posiciones de UNIFIL, son lentos, con todas las precauciones debidas. La Nochebuena, austera, muy militar, la pasamos en la posición 4-28, en Ghajjar. El menú especial son langostinos y solomillo. Ni una gota de alcohol. Y a las 22,30 a dormir, porque a las cuatro hemos de estar en pie para salir de patrulla. Al terminar la cena la tropa sale disparada a conectarse con sus familias a través de Skype, pero la lluvia y el viento complican la utilización del wi-fi, que va y viene.

La patrulla de madrugada se hace en medio de una niebla espesa, bajo la lluvia, para supervisar caminos y carreteras que adquieren un aspecto fantasmagórico. Hasta que canta el primer gallo y clarea el cielo caminamos ordenados por los alrededores de la posición, siguiendo un camino previsto previamente, que cada día se modifica para no adquirir rutinas.

Vivo situaciones que me hacen ver la complejidad del ser humano, la dificultad de convivir pacíficamente, y el surrealismo de encontrar localidades habitadas por ciudadanos en su día sirios, nacionalizados israelís, que viven en pueblos en los que dos tercios pertenecen a Israel y uno a Líbano. O un resort libanés junto a un río que ha de ser vigilado permanentemente para evitar que los bañistas pisen la otra orilla, suelo ya israelí, lo cual podría originar incidentes no deseados. Y todo ello junto a zonas minadas, de enorme peligro, porque, además, con las lluvias, las minas pueden desplazarse e incluso quedar en terreno sin advertencia.

Los soldados españoles desplazados a Líbano pisan un territorio que tiene una historia de guerras y ocupaciones, todos contra todos. Un conflicto que no termina nunca. Son una fuerza de paz preparada para la guerra. Mujeres y hombres que no juegan a los soldados, sino que, con una formación profesional de máximo nivel, sirven a un mandato de Naciones Unidas en una zona de alto riesgo.

Percibo entre la tropa un orgullo inmenso por formar parte de este contingente. Desde el general hasta el último soldado sienten la misión como una aportación de un Ejército profesional altamente cualificado para que España juegue un papel destacado en el concierto internacional en misiones que tienen como objetivo la paz.

No hablan de política. No hacen valoraciones sobre las decisiones de Gobierno de España. Tampoco sobre el papel de Naciones Unidas en la resolución de los diferentes conflictos bélicos que pueblan el planeta. Lo tienen prohibido. Y lo aceptan. Pero seguro que tienen su propio criterio. El mío ya lo conocen ustedes. La Organización de Naciones Unidas debe reinventarse. Dispone de muchísimos medios, cientos de miles de ciudadanos enrolados en los Ejércitos de todos los países que la conforman trabajan con entrega, rigor, seriedad, profesionalidad y riesgo, y merecen unos dirigentes más cualificados que gestionen tantos medios humanos y materiales con un sentido diferente que lo haga más útil para la paz. Pero esta es otra historia. Cuatro días junto a las tropas españolas me han servido para conocer sin filtros la realidad de buena parte del Ejército español. Sencillamente ejemplar.


(*) Periodista


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