Hoy quedaron disueltas las cámaras de la
legislatura más breve de la tercera restauración. Un buen momento para
hacer un balance.
Lo
primero que debe decirse es que hay elecciones nuevas por el fracaso de
los partidos a la hora de llegar a algún acuerdo. Toda la retórica
sobre el mandato recibido del electorado que obliga a buscar una
solución queda en nada en cuanto esa solución presenta dificultades y no
facilita el acomodo de los candidatos en los puestos y cargos que
ambicionan.
Por supuesto, los partidos jamás reconocerán ese fracaso y,
no pudiendo convertirlo en un triunfo sin incurrir en ridículo,
prefieren "pasar página", como suelen decir, sobre todo si les quema en
las manos y "mirar al futuro", otra de las frases hechas con las que
abusan de nuestra paciencia, junto a la de la "mano tendida" y la
"dejarse la piel". Topicazos que revelan el bajísimo nivel intelectual
de esta caterva de parlanchines.
Pero
no hay que dejarles creer que se han salido con la suya. Si estamos
así, si tenemos que repetir las elecciones, consumir recursos, gastarnos
unos 160 millones de euros (que no tenemos) en el proceso completo es
por su incompetencia. Y debieran pagar por ello. Palinuro ya propuso que
se impidiera a los cuatro candidatos presentarse a las elecciones de
nuevo en justo castigo.
Pero es obvio que no sucederá algo tan razonable
porque, en definitiva, esta es una democracia de partidos, en la que
las decisiones las toman los partidos y, dentro de ellos, sus líderes,
digan lo que digan sobre primarias, terciarias, círculos, polígonos,
congresos o monsergas. Mandan cuatro o cinco que son incapaces de
entenderse y las consecuencias las pagamos los electores. En sentido
literal. De nuestro bolsillo. Ninguno de estos incompetentes corre
riesgo alguno pues, por el sistema electoral y la organización de los
partidos tienen asegurado su puesto sea cual sea el resultado.
En
ese fracaso todos tienen su parte de responsabilidad. La obstinación
del presidente de los sobresueldos por mantenerse en el cargo a toda
costa, a pesar de su responsabilidad obvia en el gatuperio de ladrones y
sinvergüenzas que es la política institucional allí donde está el PP en
el poder es representación evidente de la indiferencia, la hostilidad
de la derecha neofranquista a las formas democráticas.
Pero
esas son las andanzas de la derecha. A Palinuro le interesa más el
análisis de las vicisitudes de la izquierda por lo que se mencionará al
final. Y ese análisis es despiadado: no ha habido unión de la izquierda
porque a los dirigentes no les ha dado la gana. Prescindamos de
delicadezas ridículas: Podemos no ha pactado con el PSOE porque no
quiere. El espíritu de la caverna anguitiana, que tiene mesmerizados a
estos dos jóvenes incautos, Garzón e Iglesias, ve que, con un poco de
suerte y una ayuda de los propios socialistas en sus trifulcas internas,
puede conseguir el sorpasso, que es lo que lleva treinta años intentando. Por fin el sorpasso.
Lo
más probable, si tal cosa se da, será que la izquierda dividida sucumba
ante la derecha y que haya cuatro años más de un gobierno reaccionario,
antipopular, hecho de ladrones y sinvergüenzas. Pero eso no importa
gran cosa a los de la "verdadera" izquierda porque, como hemos dicho,
ellos personalmente tendrán sus puestos garantizados. Y fue así. No hubo
pacto porque Iglesias, inspirado por Anguita, no quiso. La alianza del
PSOE con C's era una pura excusa, como fue una pura excusa las tres
ridículas objeciones que los socialistas pusieron al escrito de Baldoví
del último momento. Si el PSOE hubiera aceptado las treinta, tampoco
habría habido coalición porque lo que se buscaba era dinamitarla.
A
su vez, el PSOE, en quien cabe suponer una mayor voluntad pactista, a
tenor del acuerdo con C's, tampoco llegó a un pacto de izquierda porque
no le dio la gana. La oposición al referéndum catalán es otra miserable
excusa que no se hace más verosímil por el hecho de que se la presente
como una condición impuesta por los barones. Un puro cuento. Si de
verdad el PSOE hubiera querido un acuerdo de izquierdas, hubiera
aceptado negociar un referéndum consultivo en Cataluña que, de todas
formas se celebrará, digan lo que digan los donpelayos de vía estrecha.
La coalición PSOE, Podemos, IU, con el voto favorable de ERC y DiL, en
total 179 escaños, hubiera desbloqueado la situación, garantizado un
gobierno de izquierda y abierto un tiempo nuevo en la paralizada
política española, lleno de posibilidades en todos los sentidos.
Pero no
hubo lugar por lo que no puede sino entenderse como falta de decisión,
de coraje, de clarividencia de la dirección socialista. Es acorde con el
espíritu timorato ante sus huestes y sumiso a la derecha que viene
caracterizando a este secretario general, fiel reproducción del otro
anterior, tan fracasado como él. Es decir, así como la alianza fue
imposible del lado de Podemos por la mala fe anguitista de su dirección,
también lo fue del lado socialista por la cobardía y la falta de visión
de su dirección, encastillada en un nacionalismo español zarzuelero.
O
sea, no hubo pacto de izquierdas porque ninguna de las partes quiso. Y
ese fracaso es la sombra que ahora se proyecta sobre estas elecciones.
Los vaticinios no pueden ser más siniestros: baja participación, buenos
resultados del bloque de la derecha, beneficiario directo de la desunión
de las izquierdas. Y disculpe el lector si no pierdo ni medio segundo
con los inevitables maestros ciruelos, esos que subidos en el dogma más
acartonado cuestionan la condición de izquierda del PSOE con el único
resultado permanente de favorecer el triunfo de la derecha.
Tampoco
dedicaremos mayor atención a los cálculos electorales, de los que ya
rebosa la prensa. Su examen produce verdadera desesperación porque, ¿de
qué sirve que una izquierda gane a la otra, la otra a la una o las dos
se queden igualadas si gobierna la derecha y probablemente con mayoría
absoluta?
Ya
sé que a los dirigentes de los partidos de la izquierda este tipo de
consideraciones les traen sin cuidado, pero cerraré este post con una
reflexión que a lo mejor les da que pensar: ¿saben ustedes cuál es una
de las más poderosas razones de la esperada abstención en la izquierda?
Que nos tienen ustedes hartos con su demagogia barata, su falta de
empatía y su insinceridad y que, además de hartos, estamos indignados
porque ninguno de ustedes configura una opción digna de voto. Habrá
abstención porque un sector muy importante de electores de izquierda no
tiene a quién votar.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED