domingo, 29 de enero de 2017

Aquí, gloria y después, La Paz / Ángel Montiel *

José Ballesta tiene un proyecto para Murcia. Esto es una novedad, pues en los veinte años anteriores a su llegada lo que sabíamos era que Murcia tenía, a su pesar, un proyecto para su alcalde, que consistía en liberarlo de acudir a los cajeros automáticos. Hemos ganado, desde luego, en decencia, pero todavía no sabemos si en efectividad. Cierto es que el ´plan Ballesta´, por decirlo así, no puede resolverse en un año y pico de gestión (en minoría, no lo olvidemos), pero sobre el papel hay ideas interesantes, fáciles de expresar porque responden a necesidades largamente aplazadas por la pachorra de su antecesor, que estaba en sus propias cosas.

En el programa electoral, tan ambicioso como razonable, están la recuperación urbana del río, de la Cárcel Vieja, del yacimiento árabe de San Esteban o de la zona de Alfonso X, por ejemplo. Junto a esto, Ballesta y algunos miembros de su equipo susurran ideas muy ingeniosas y practicables para convertir ciertos espacios públicos en lugares de permanente encuentro con alicientes gastronómicos y culturales que harían de Murcia la capital turística que durante años se ha negado a ser y que Málaga, hace años, le arrebató, curiosamente con alcaldes del PP, si bien intelectualmente mejor provistos que el antecesor cuatrimputado. 

La ciudad andaluza arrebató a Murcia el Festival de Cine Español, que aquí se dejó caer cuando ya estaba maduro para su mejor explotación, e inció una política de franquicias de museos populares para mayor humillación de la capital murciana, que en su día dispuso de las Bienales Internacionales de Pintura y de Escultura, una inversión infructuosa al no ser sostenida en el tiempo, que vinieron a ser sustituidas después por el chiringuito egotista del Sobrinísimo de Valcárcel, aquel PAC que bautizó los delirios del comisariado millonariamente remunerado con el acrónimo de su propio nombre. La orgía del pajillerío cultureta nos costó un dineral, y lo peor es que desecó y paralizó las alternativas hasta hoy mismo.

El alcalde Cámara nos entretuvo durante años con proyectos anunciados a bombo y platillo que jamás se ejecutaron, como aquel Museo de la Arquitectura, jardines chinos y otros muchos, que sin embargo le facilitaron a él, en algunos casos, viajes gratis total a cargo de la Fundación Murcia Futuro, una institución que invirtió su presupuesto en francachelas, como aquellas visitas a Nueva York en que, por lo demás, el artista Manolo Valdés (autor de la ´menina´ de la Plaza Fuensanta) se encargaba de las facturas en los mejores restaurantes a los que invitaba al entonces alcalde murciano y a su séquito gozante.

Pero llegó Ballesta y traía un plan. Un plan adecuado a lo que parecía demandarse. Hay que decir que hay elementos de ese plan, a pequeña, pero no desdeñable escala, que ya dan resultados muy gratificantes. Por ejemplo, la gestión de los teatros municipales. Tras años en que la programación del Romea era una mierda, hoy podemos presumir de la mejor excelencia en la combinación de los dos centros municipales de referencia, y con participación de los creadores locales. El Romea y el Teatro Circo exhiben unos carteles de intachable calidad para lo que durante los años precedentes fue la tónica pacata del primero, que sin embargo se mantenía con una remuneración estratosférica para su director.

No es hora de pedir resultados al ´plan Ballesta´ en este contexto, pues por ambicioso ha de desarrollarse a medio plazo. Pero sí conviene llamar la atención sobre algún aspecto del mismo. Una evidencia: no es posible hacer avanzar a una ciudad impulsando sólo aquellos elementos del centro urbano que, por llamativos que resulten, no se acompasen con un desarrollo integral del conjunto urbano. Me refiere al barrio de La Paz, un espacio que no está precisamente en el extrarradio y cuya recuperación languidece desde hace décadas, lo que supone que su deterioro se acentúa con el paso de los años y la inacción municipal. Ha llamado la atención que la autoridad municipal desestime, de pronto, el proyecto del promotor José López Rejas sin que se haya expresado un motivo verdaderamente sustantivo.

El Ayuntamiento ha constituido una comisión de estudio para esa zona cuya composición es verdaderamente curiosa, pues a los propietarios de las viviendas se les ofrece una representación más que marginal mientras se da plaza a expertos de lo más variado (algunos, con probables intereses bajo pretexto de su representación profesional) y se vuelve a la distinción entre ´vecinos´ y ´propietarios´, como si éstos no fueran vecinos. El proyecto de López Rejas tiene mala prensa porque se trata de un promotor que pretende ganar dinero con la operación.

¡Acabáramos! En resumidas cuentas, su iniciativa consiste en duplicar la edificabilidad del barrio, con un diseño de Ricardo Bofill, entregando flamantes viviendas gratis a los actuales propietarios y creando otras en los distintos bloques para poner a la venta con las que compensaría el conjunto de la inversión. El resultado sería, sobre el papel, la recuperación del barrio sin que cueste un euro a las arcas públicas y todo esto con el pleno consenso de los habitantes de la zona, los más entusiastas propagadores de la idea frente a los detractores políticos y profesionales de la arquitectura que, sin embargo, no pueden oponer una solución más práctica a todos los efectos.

La anterior Administración dejó diseñada legalmente esta intervención, si bien su torpeza y melindrosidad atrajo problemas como el del ´caso Guardería´, un derribo de esa instalación para elevar el primer bloque, del que ningún responsable municipal se quiere hacer responsable, como si la guardería se hubiera desplomado sola, siendo todavía más extraño que, en tal caso, no hubieran procedido a la investigación de las causas. El problema real del proyecto de López Rejas para La Paz es que fue interrumpido justo tras ese derribo por la implacable crisis económica que retrajo de inmediato la financiación bancaria.

Pero el promotor, por lo que se constata en Internet, mantiene una incansable actividad en busca de recursos entre inversores chinos, con los que se retrata, y ha hecho viral en las redes un vídeo en el que expone su proyecto para captar financiación. No parece que hasta ahora lo haya conseguido, pues en tal caso nadie podría impedirle iniciar actuaciones de construcción en La Paz, pero lo cierto es que el Ayuntamiento no parece dispuesto a ayudarle. Por contra. ha creado una comisión, recurso del que tópicamente se dice que responde a cuando no se sabe qué hacer. En cualquier caso, resuelva lo que resuelva esa comisión lo hará contra el criterio de los propietarios del barrio y exigirá inevitablemente una inversión municipal, de cuyo montante es obvio que no dispone.

De este debate, que se prolonga desde hace décadas (la Administración del socialista José Méndez ya encargó un concurso de ideas para renovar el barrio) lo que se concluye es que los habitantes de La Paz proseguirán viviendo años y años en las circunstancias actuales sin que se promueva una solución que no provenga de palabras y más palabras.

Tal vez sería el momento de dejar atrás los prejuicios y asumir que si la iniciativa privada puede resolver este grave problema no debiera venir la pública a impedirlo; en todo caso, la obligación de ésta consistiría en vigilar el cumplimiento del interés general. Si la capital de la Región se propone avanzar con proyectos muy razonables de recuperación de espacios públicos debiera contemplar a la vez que no puede relegar al ya te veré a zonas como La Paz, sobre todo si dispone a mano de iniciativas que pueden desarrollar ese espacio y hacerlo encajar en la estructura general de la ciudad en vez de mantenerlo a la espera de una actuación futura que nunca llegará o que se limitará al blanqueo de las fachadas y poco más. 

En definitiva, que los planes de recuperación y promoción han de ser integrales en vez de ir por barios y se han de aprovechar las oportunidades en que los recursos no salen de la misma caja. Enfín.


 
(*) Columnista


http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/01/29/gloria-despues-paz/801623.html

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