Hace unos días la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, proponía
en Davos acelerar la culminación de la Unión Bancaria de la UE, como
pilar básico que es -el otro es la convergencia fiscal- de la
estabilidad del euro. Y tiene razón la señora Botín porque estas dos
cuestiones deben quedar resueltas en el plazo de dos años, antes de la
salida del Reino Unido de la UE, y una vez que podamos contemplar el
horizonte de posibles acuerdos entre Gran Bretaña y la UE -si es ello es
posible- y el impacto real de la política proteccionista que Donald
Trump está impulsando en todo el mundo desde los EE.UU.
Los próximos dos años van a ser muy intentos y definitivos en el
rediseño del mapa europeo y de la escena internacional, y ello es un
imperativo mas para que España garantice la estabilidad de su gobierno
con la aprobación de los Presupuestos de 2017. Porque sería malo para
nuestro país recaer en la incertidumbre electoral en un tiempo tan
importante para todos nosotros. Y ahí incluida la estabilidad del PSOE
que necesita años para rehacer su proyecto y liderazgo y que sufriría
mucho en caso de nueva convocatoria electoral.
Y dos años son los que tiene la primera ministra británica Teresa May
para concluir el ‘Brexit duro’ que ella definió con temeraria prisa y
en el que incluyó: la salida del UK del mercado único, eludir la
Justicia europea, tener el control sobre la inmigración y la garantía
por parte de la UE de un acuerdo de libre cambio financiero y comercial.
Una propuesta que fue recibida por la UE con gran frialdad y severas
advertencias y que deberá contar con la aprobación del Parlamento
británico una vez que el Tribunal Supremo inglés reconoció, tras la
demanda presentada por la abogada Gina Miller, que el Brexit ha de
recibir el acuerdo de las Cámaras de Lores y Comunes (dado que el
Parlamento quien aprobó el ingreso del Reino Unido en la UE), antes que
el gobierno de Londres invoque el artículo 50 del Tratado europeo para
la desconexión de Gran Bretaña de la Europa continental.
Este tropiezo en los planes de la premier May, que el viernes se
reúne con Donald Trump en Washington no presupone el fin del Brexit pero
cabe imaginar que la ley que May debe llevar a su Parlamento para
aprobar el Brexit sea enmendada y el ‘Brexit duro’ pierda contundencia y
reforme o retrase los planes de May.
Lo que no puede hacer el Parlamento británico es condicionar la
respuesta de la UE a los planes del Brexit de May. Porque ya se
vislumbra la idea de que si Londres no acepta la libre circulación de
personas Bruselas tampoco aceptará la libre circulación comercial y
financiera británicas en la UE.
En cuanto a la ‘especial relación del Reino Unido con USA, de la que
se hablará el viernes en La Casa Blanca entre Trump y May, Bruselas ha
dejado claro que Gran Bretaña no puede pactar un acuerdo comercial con
USA mientras siga estando en el interior de la UE. Lo que supone que el
acuerdo que busca Trump con Londres no puede entrar en vigor hasta
mediados de 2019 si las negociaciones del Brexit se prolongan durante
los dos próximos años como ha calculado May.
Y dos años es mucho tiempo. Un tiempo clarificador que va a medir la
capacidad de Trump y los efectos del proteccionismo comercial que acaba
de poner en marcha con la salida USA de la Alianza del Pacífico (Chile,
Colombia, México y Perú). Alianza a la que el presidente de Francia
François Hollande ha ofrecido un acuerdo de libre cambio con la UE, en
línea con los que se adivinan como nuevos movimientos de liberalización
comercial en el mundo entorno a la UE, China, Asia y Pacífico a lo largo
de estos próximos dos años que serán definitivos para España y la UE.
(*) Periodista
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