Día señalado el de ayer para la "gran
nación". Hablaron el trono y el altar, la sagrada alianza tradicional
del país. El rey, con motivo de la Pascua Militar, y ya tenemos aquí al
ejército, sin el cual la anterior alianza sería ilusión. El cardenal con
el mismo motivo o con cualquier otro, pues la iglesia española habla
cuando quiere, con motivo o sin él. Estaría bueno. De los dos discursos,
el "lego", que no "civil" por ser "militar", fue el más soso y
previsible: hay que luchar sin descanso contra el terrorismo.
Por tal se
entiende la actividad armada de organizaciones o individuos criminales
con la composición, nacionalidad, religión o ideología que quieran. La
incompetencia de la autoridad política con resultado de muerte de 75
personas inocentes, 62 de las cuales, además, obedecían órdenes de sus
mandos, no es terrorismo. Por eso no se mencionó en la alocución real. O
quizá sí lo sea y esté comprendida en esa categoría más amplia contra
la que el monarca insta a la milicia a redoblar la guardia.
El
discurso del purpurado, en cambio, no tiene desperdicio. Es toda una
argumentación. Pero ocurre algo curioso: los medios en general traen la
noticia del titular en la imagen hablando de "ideología de género" que,
al parecer, también es responsable de la violencia machista y la prostitución. Todos se remiten como fuente a una "carta pastoral" de este príncipe de la iglesia, titulada La gran urgencia: salvar a la familia.
He ido a buscarla, creo haberla encontrado aunque con un nombre algo
diferente (la búsqueda en Google con el título que citan los medios no
da resultado), La familia, urgencia inexcusble (Carta semanal del cardenal arzobispo de Valencia, 2 de enero de 2016).
La
he leído dos veces y la expresión "ideología de género" no aparece ni
una. Es más, la carta es un mazacote indigesto con una sola idea
repetida ad nauseam: que la familia, célula fundamental de la Humanidad, está en peligro y los poderes públicos deben hacer lo que
puedan por protegerla, consolidarla, hacerla prosperar. Repitan eso seis
o siete veces y tienen lo esencial de la carta de marras. Pedir es
siempre lo que mejor se le da a la iglesia. Se añade la orden de que los
poderes públicos se abstengan de legislar en menoscabo de la familia;
esto es, de lo que él cree que es y debe ser la familia.
Una reiterada petición de apoyo a los poderes públicos que, de no prestarlo, serían responsables del hundimiento moral de la familia, o sea de la sociedad. Pero nada de "ideología de género". Cabía la posibilidad de que la tal carta hubiera sido expurgada, pues la página en que se aloja es un sitio web católico que se llama Religión en libertad. Pero no es el caso; son gente seria, a juzgar por lo que publican: Kim Jong Un prohíbe la Navidad en Corea del Norte y ordena que se celebre el nacimiento de su abuela.
Una reiterada petición de apoyo a los poderes públicos que, de no prestarlo, serían responsables del hundimiento moral de la familia, o sea de la sociedad. Pero nada de "ideología de género". Cabía la posibilidad de que la tal carta hubiera sido expurgada, pues la página en que se aloja es un sitio web católico que se llama Religión en libertad. Pero no es el caso; son gente seria, a juzgar por lo que publican: Kim Jong Un prohíbe la Navidad en Corea del Norte y ordena que se celebre el nacimiento de su abuela.
O
alguien ha interpretado y hasta inventado la arenga religiosa del
ilustre prelado y luego la ha difundido a todos los medios (de hecho,
todos dicen más o menos lo mismo) o realmente el propio príncipe
eclesial dio una conferencia o presentó al público su pastoral y ahí
precisó su doctrina en esos términos más agresivos que recogen los
medios. E decir, glosó, profundizó en su carta y confió al aire lo que
no quiso dejar escrito sobre el papel. Se desdobló.
Vaya por la expresión ideología de género.
Tiene su mala uva. Llamar "ideología" de género a lo que los feministas
llamamos "perspectiva de género" pone nervioso al sociólogo del
conocimiento que todos llevamos dentro. El género, dice Cañizares, no es
una idea, sino una ideología, esto es, un conocimiento falso y, además,
dañino. Siendo el orador un siervo de Dios, encuentra enseguida la
punta herética. Además de una abominación, la "ideología de género" es
un absurdo pues la iglesia no acepta el concepto de género como
construcción cultural/social del sexo porque ella sigue llamando al
sexo, sexo y, según Cañizares, sabe lo que es el amor y el matrimonio, (...) la verdad y la grandeza de la sexualidad. De sexualidad, los curas no saben nada y, si algo saben, es por malas artes.
El
problema de la doctrina cañizaresca viene justo del propio enunciado de
"ideología de género" porque esta es uno de los pilares de la iglesia,
aunque más de la católica que de las protestantes. Toda la concepción
cristiana de las mujeres y su relación con los hombres (no hablemos ya
de los dioses) está recorrida por esa ideología patriarcal de género
como una cadena. Una cadena interna y externa.
Lo que irrita a Cañizares
no es la ideología de género, sino la de un género que no sea
patriarcal. Pero él no se da cuenta; es la cadena interna. Lo que le
importa es que funcione la externa, esto es, que las mujeres no se
escapen, que acepten la función que les corresponde en la familia
asentada sobre el matrimonio único e indestructible, entre un hombre y una mujer, abierto a la vida; lo de "abierto a la vida" se completa y precisa más tarde con un los derechos de los hijos a nacer,
con lo que queda claro que la iglesia sigue sin aceptar el divorcio ni
el aborto. Por supuesto, ni hablamos de la posibilidad de mujeres
sacerdotisas. A eso es a lo que quiere Cañizares que se adapten las
mujeres y no caigan víctimas de la "ideología de género".
Este
ideólogo de género macho alfa, subégenero eclesial, viene ya como un
san Jorge a liberar a la princesa de Trebizonda de las fauces del dragón
ideológico de género, que es el mal. Cómo el bueno de san Jorge, que
murió decapitado, acabó alanceando dragones es un misterio que
seguramente viene de la inventiva de Jacobo de Vorágine, que echó mano
del mito de Perseo y Andrómeda. Pero este ejemplo no valdría para el
prelado porque, a diferencia del casto san Jorge, Perseo iba animado de
una concupiscencia ardiente.
El
nuevo san Jorge acomete al dragón afirmando que la "violencia de
género" (¿acaso no lo dice ya la fórmula?) y la prostitución son
productos de la diabólica "ideología de género". Ambos fenómenos son tan
antiguos como las sociedades patriarcales, el de la prostitución con
ese mismo nombre ("el oficio más viejo, etc") y el de la violencia
machista con ninguno hasta que se inventó lo del "crimen pasional". ¿Qué
más quiere la víctima que el héroe la mande a la inmortalidad de un
balazo? Uno podría sospechar que hay algo desajustado en el hecho de
poner el efecto mucho antes, una eternidad, de la supuesta causa. Pero
ya se sabe que desde los tiempos de Hume, eso de la causalidad no está
nada claro, así que ¿por qué no va a ser la "ideología de género" de hoy
causa de la prostitución en Babilonia, por ejemplo, llamada "causa
retroactiva"?
El
problema no es que el purpurado tenga una concepción dogmática y
sectaria de la familia. Cada cual tiene libertad de concepciones. El
problema empieza cuando el mismo purpurado, ya rojo de santa ira,
sostiene que quienes profesan una idea y práctica distintas de las
suyas, por el mero hecho de existir, ya suponen un peligro para la
familia católica. Exactamente ¿por qué?
Por la misma razón por la que considera que es una maldad adoctrinar a niños en ideología de género que no sea la suya: porque lo dice Dios, que habla por su boca.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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