viernes, 10 de febrero de 2017

Asalto secreto a la Fiscalía / Ángel Montiel *

Han asaltado dos veces, en pocos meses, la casa del Fiscal Anticorrupción de Murcia. Y nos quedamos tan tranquilos. Debiéramos aceptar, de entrada, que esto no es normal. La primera vez, durante el verano, mientras Juan Pablo Lozano disfrutaba de sus vacaciones, le levantaron unos ordenadores en los que él mismo admitió que trabajaba en los asuntos que todos sabemos, aunque después nos tranquilizó al asegurar que disponía de copia de los casos en trámite en lugar seguro, si bien quien se haya apropiado de esos aparatos conoce todo el argumentario y la documentación de la Fiscalía. 

Nunca se supo de los autores de esa sustracción, que indudablemente tenían que ser ´empleados´ de alguno o algunos de los acusados en los casos en que se empeña el fiscal, pues de otro modo no se explicaría. Los ´ladrones´ dejaron claro que iban a lo que iban, es decir, que no eran los cacos de temporada que aprovechan el mes de agosto para hacer caja mientras los padres y las madres de familia llevan a los niños a la playa.

Sin embargo, en el segundo asalto no se ha producido sustracción alguna; simplemente, han entrado a la casa y se han marchado sin más, dejando, eso sí, la huella de que han estado allí. ¿Buscaban algo concreto que no estaba entre esas paredes o querían marcar la señal de la ´cabeza de caballo´ al estilo El Padrino para dejar constancia de que la mafia no es solo cosa de películas?

En esta segunda ocasión hay algo muy mosqueante, y por parte de la Fiscalía. El hecho no fue denunciado públicamente al instante de haberse producido como habría correspondido hacer, dada su indudable relevancia. Lo cierto es que todavía careceríamos de esa información si no fuera por una confidencia a un medio digital nacional, aprovechando la visita a Murcia de un gran periodista para un asunto privado. ¿Cómo debiéramos interpretar esta precaución de la Fiscalía? ¿No consta para ella la necesidad de la transparencia? ¿Cómo ha permitido que la opinión pública murciana se entere en febrero de que nada menos que el Fiscal Anticorrupción vea asaltado su domicilio, por segunda vez, además, a principios de enero? 

Si a la rareza de estos asaltos añadimos que la Fiscalía, que debiera ser la primera interesada en denunciarlos y que no puede ni debe mantener a los ciudadanos ajenos a estas circunstancias, se calla la mayor, se está dando legitimidad a una cierta ´teoría de la conspiración´ que se genera en los aledaños del PP, consistente en emitir la sospecha de que estos asaltos son un montaje. No se sabe para qué, pero un montaje. Nadie en su sano juicio podría suscribir ese supuesto, pero es irritante que el fiscal general no haya informado abiertamente a la opinión publica en el momento preciso de la existencia de estas agresiones a su estamento, y lo haya hecho, él o alguien de ese entorno, mucho tiempo después, tal vez con la intención de que la noticia tuviera trascendencia nacional, pues por lo visto los medios regionales no somos dignos de reproducir informaciones tan importantes, tal vez porque éstas se quedan aquí. 

¿Y qué interés podría tener la Fiscalía en que esas informaciones trasciendan el ámbito regional? El ministerio público no debería preocuparse del alcance mediático de lo que lleva entre manos, sino de cumplir con el trámite esencial de informar a la opinión pública. Ya se verá después si esas noticias abren o no abren los telediarios, cosa que, digo, no le debiera importar.

Que asalten la casa del Fiscal Anticorrupción es gravísimo. Tanto como que no se informe a la sociedad murciana al instante de que el hecho se produzca. La impresión que legítimamente se puede tener sobre esa dilación es que la Fiscalía administra estos hechos a su propia conveniencia, olvidando de que no es una instancia política. Es muy meritorio el trabajo de la Fiscalía, y hay que animarla a que prosiga en sus denuncias e investigaciones, pero a veces hay comportamientos sobre los que uno no sabe qué debe pensar. Es una lástima que ciertas estrategias político-fiscales estropeen de manera tan evidente el trabajo concienzudo de los profesionales y dejen un reguero insoportable de sospecha sobre posibles intencionalidades.

¿Por qué estamos hablando de esto cuando lo relevante es que han asaltado dos veces la casa del fiscal Anticorrupción? Hay que preguntárselo a quien no nos ha dado esa información y por la razón de que no nos la haya dado.


(*) Columnista


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