jueves, 2 de febrero de 2017

Europa aumenta su desconfianza en el inicio de la Era Trump / Antonio Sánchez-Gijón *

Antes de que el presidente Trump acabe de desarrollar la nueva política internacional de los Estados Unidos, y sin temor a cualquier rechazo o crítica por su parte, algunos agentes internacionales se han apresurado a cometer lo que en diplomacia se conoce como ‘faits accomplis’. Dos ejemplos: uno lo encontramos en la región separatista del este de Ucrania, y el otro en el territorio de Palestina ocupado por Israel.

Conociendo la vo­luntad ma­ni­fiesta del pre­si­dente electo Trump, de man­tener las me­jores re­la­ciones con el pre­si­dente Putin, y su pro­bable dis­po­si­ción a re­visar las san­ciones im­puestas por el pre­si­dente Obama a Rusia por su anexión de Crimea, los re­beldes del este de Ucrania lan­zaron la pa­sada se­mana una ofen­siva contra la ciudad de Avdiivka, en la pro­xi­midad del te­rri­torio re­belde, que aún du­raba mien­tras los dos lí­deres ha­blaban por te­lé­fono des­pués de la inau­gu­ra­ción de Trump.

Avdiivka es una po­bla­ción de unos 20.000 ha­bi­tan­tes, que había sido li­be­rada de los re­beldes en 2014. Con el apoyo de Rusia, los re­beldes de la re­gión del Donbas man­tienen desde hace dos años un go­bierno in­de­pen­diente, en guerra civil contra Kiev. Ambas partes de­nun­ciaron haber su­frido de­cenas de bajas mi­li­ta­res, con la muerte de diez ci­viles de la ci­tada ciu­dad. El con­flicto ya ha cau­sado cerca de 10.000 bajas mor­ta­les.

A co­mienzos de esta se­mana Israel anunció la cons­truc­ción de 3.000 nuevas vi­viendas en la Ribera Occidental del Jordán, un te­rri­torio ocu­pado que de­bería ser re­ser­vado para un fu­turo es­tado pa­les­tino in­de­pen­diente. Trump ha ma­ni­fes­tado con fre­cuencia su apoyo al mo­vi­miento de co­lonos is­rae­líes. Desde que Israel ocupó esos te­rri­to­rios en 1967, 600.000 co­lonos se han asen­tado en ellos. El nú­mero total de vi­viendas au­to­ri­zadas por el primer mi­nistro Netanyahu en las úl­timas se­manas pasa de las seis mil.

El mismo Trump es res­pon­sable de otro hecho con­su­mado, con gran re­per­cu­sión mun­dial: la sus­pen­sión tem­poral de la en­trada en el te­rri­torio de Estados Unidos de per­sonas pro­ce­dentes de siete países a las que se había con­ce­dido do­cu­mentos vá­lidos de ad­mi­sión, de tal forma que mu­chos tu­vieron que volver a su lugar de origen desde los ae­ro­puertos nor­te­ame­ri­ca­nos. Varios cen­te­nares de per­sonas se vieron afec­tadas por esta prohi­bi­ción, entre los que sin duda ha­bría mu­chas que se ju­garon la vida en Iraq, Siria, Somalia, etc., por co­la­borar con las fuerzas nor­te­ame­ri­canas como in­tér­pretes o es­pías. Estas per­sonas po­dían hasta ahora en­trar al país con el es­tatus legal de no-­ciu­da­da­nos, previo a su en­trada en las fuerzas ar­madas o con­di­cio­nal­mente a la ciu­da­da­nía.

¿Perfidia in­versa?
Desde un punto de vista mo­ral, esa de­ci­sión de Trump equi­vale a lo que po­dría­mos, con ima­gi­na­ción, ca­li­ficar de ‘perfidia in­ver­sa’. En el Derecho Internacional Humanitario se ca­li­fica de ‘perfidia’ usar signos ex­ternos pro­te­gidos in­ter­na­cio­nal­mente, por ejemplo el sím­bolo de la Cruz Roja o la ban­dera blanca, con la in­ten­ción de per­pe­trar un ataque por sor­presa. En el caso de los co­la­bo­ra­dores de las fuerzas ar­madas de los EE.UU, re­cibir pro­mesas de em­pleo y ofertas de ciu­da­danía por ayu­darlas en cam­paña, equi­vale a que esa per­sona tenga de­recho a la pro­tec­ción que se le ha ofre­cido, y con esa con­fianza es como llegan a Estados Unidos los an­ti­guos co­la­bo­ra­dores ex­ternos de sus fuerzas ar­ma­das. Es de­cir, se otorga una in­mu­nidad o de­re­cho, que se ve sus­pen­dido de re­pente. Lo mismo vale para al­gunos ti­tu­lares de ‘tarjetas ver­des’, que otorgan el de­recho a en­trar y salir del te­rri­torio ame­ri­cano, cuya en­trada se ha visto frus­trada.

Alguien en el en­torno del nuevo equipo pa­rece haber seña­lado al nuevo pre­si­dente lo le­siva que po­dría ser su orden eje­cu­tiva de no ad­mi­sión de ex­tran­jeros y sus fa­mi­lias, para los in­tereses y la se­gu­ridad de los Estados Unidos, ya que daría pá­bulo a de­nun­cias del Estado Islámico, al-­Qaida, etc., y tam­bién de Irán y otros paí­ses, sobre lo pe­li­groso que es co­la­borar con al­guien tan poco de fiar como los Estados Unidos. Esta re­fle­xión pa­rece haber mo­vido a la Casa Blanca a anun­ciar que los casos de 872 per­sonas afec­tadas por la orden se­rían re­vi­sados tan pronto como fuera po­si­ble.

En las pocas se­manas trans­cu­rridas desde que ganó las elec­cio­nes, Trump ha de­jado un rastro de des­con­fianza o des­con­cierto entre gru­pos, per­sonas e ins­ti­tu­ciones que im­portan mu­chí­simo a la se­gu­ridad de los Estados Unidos y a la de sus alia­dos. Uno de esos ras­tros apunta a una co­mu­nidad sin cuyo au­xilio un pre­si­dente es­taría a cie­gas: la co­mu­nidad de Inteligencia. Desde antes in­cluso de su cam­paña pre­si­den­cial, Trump mostró su des­con­fianza o des­dén. Por ejem­plo, la CIA, el Consejo Nacional de Seguridad y el FBI. En los Estados Unidos hay en total 16 agen­cias de se­gu­ri­dad.

El 6 de enero, Michael Morell, que fue sub­di­rector de la CIA, pu­blicó un ar­tículo en el New York Times, en que la­men­taba que el pre­si­dente ata­cara a la agen­cia, para verter elo­gios sobre ella al día si­guiente. En un in­tento de sanar he­ri­das, un día des­pués de jurar el cargo Trump se di­rigió a 400 agentes de la CIA, de­di­cando una buena parte de su dis­curso a en­salzar sus pro­pios mé­ritos como hombre de ne­go­cios, por su in­te­li­gencia y por haber sido va­rias veces por­tada de la re­vista Time. A Michael Hayden, an­tiguo di­rector de la Seguridad Nacional y de la CIA, se atri­buye haber pre­gun­tado: ‘Si lo que se aporta no se usa o no se quiere, o se tacha de sos­pe­choso o co­rrupto, ¿con qué au­to­ridad moral podrá el di­rector poner en riesgo a sus agen­tes?’

Europa, preo­cu­pada
Dos de las de­cla­ra­ciones más so­noras de Trump (al menos en esta parte del Atlántico) han en­cen­dido luces ro­jas, como la crí­tica a la can­ci­ller ale­mana por su po­lí­tica de re­fu­gia­dos, que es bá­si­ca­mente la adop­tada por la Unión Europea, y la de­no­mi­na­ción de la OTAN como una or­ga­ni­za­ción des­fa­sada (‘obsolete’). También está su de­nuncia de la in­dus­tria ale­mana como ma­ni­pu­la­dora del euro para hacer más ba­ratas sus ex­por­ta­cio­nes, y su anun­cio, en el dis­curso inau­gu­ral, de una po­lí­tica pro­tec­cio­nista.

Esta re­tó­rica em­paña, sin em­bargo, algo que los eu­ro­peos de­be­rían en­tender con cla­ri­dad: la de­bi­lidad de su con­tri­bu­ción a la de­fensa co­mún, que carga a los Estados Unidos con un costo ex­ce­sivo para la de­fensa de Europa.

El acer­ca­miento de Trump a Gran Bretaña, cuyo Brexit ha ala­bado, sus­cita re­celos sobre un hi­po­té­tico eje Washington-Londres que le per­mi­tiría des­co­nocer la exis­tencia de la Unión Europea como un rasgo fun­da­mental de la so­li­da­ridad tras­atlán­tica. Su fe­li­ci­ta­ción por el hecho de que el Reino Unido haya de­ci­dido aban­donar la UE pa­rece su­gerir que no vería mal la di­so­lu­ción del bloque po­lí­ti­co-e­co­nó­mico.

El pre­si­dente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ex­presó, en una carta a los jefes de go­bierno de los 27 países de la Unión, su preo­cu­pa­ción por el hecho de que “los Estados Unidos pa­recen haber puesto en cues­tión se­tenta años de la po­lí­tica ex­te­rior ame­ri­ca­na”.

Más an­siedad van a sentir los seis países (Armenia, Azerbayán, Belorusia, Georgia, Moldavia y Ucrania) que se li­be­raron hace años de su su­je­ción a la Unión Soviética, y que llevan años a la es­pera de dos ob­je­ti­vos, an­he­lados con di­versos grados de in­ten­si­dad: su in­te­gra­ción o aso­cia­ción con la Unión Europea, y su coope­ra­ción con la Alianza Atlántica como es­cudo contra cual­quier pre­ten­sión re­vi­sio­nista, o pre­sión di­recta, de Putin.

La po­sible re­vi­sión por Trump de las re­la­ciones Washington-Moscú tam­bién pone, como no podía ser de otra forma, el foco sobre las re­la­ciones par­ti­cu­lares de España con los Estados Unidos. Quede esto para cuando se per­ciban los pri­meros in­di­cios.



(*) Periodista


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