viernes, 17 de febrero de 2017

Antes tonta que choriza / Ángel Montiel *

Es una fatalidad que sea precisamente hoy, en pleno cuestionamiento de la función de la Fiscalía General del Estado, cuando se dé a conocer la sentencia sobre el caso de la infanta Cristina y de su socio Iñaki Urdangarin. Es probable que el presidente murciano, Pedro Antonio Sánchez, hubiera deseado que el previsible enjuague al que asistiremos esta mañana se hubiera producido en otro momento, más que nada para evitar inevitables paralelismos, tal y como en las últimas fechas han evolucionado las cosas. 

El fiscal del caso infanta acabó convertido en un improvisado abogado defensor del icono monárquico con cuya imagen el marido plebeyo se embolsaba los millones de euros que les permitieron a ambos destrozar un palacete señorial de Barcelona para convertirlo en un pretencioso chalé hortera de clase media venida mágicamente a más. 

Horrach, junto al ´constitucionalista´ Roca Junyent, amigo de papá, han jugado una papel deliciosamente expresivo para convertir a la infanta lista en la infanta tonta, con tanto éxito como hoy comprobaremos, gracias sobre todo a la colaboración de la interfecta, dispuesta a pasar por lela antes que por choriza y esquivar así el determinismo histórico borbónico, del que se libra, de momento, su hermano, el rey, a pesar de las amistades peligrosas de los compiyoguis de su engañosamente gélida esposa. 

En un caso tan evidente de apropiación por la cara de los recursos públicos para disfrute privado del núcleo parasitario del entorno monárquico, la Fiscalía, que debiera defender el interés de los ciudadanos impositores, ha jugado a ojos vista y de manera esforzada, sin complejos, y con la suficiente dosis de cinismo para anular todo rubor, a favor del Símbolo, poniendo en evidencia que hay una Justicia especial, aparte de la ordinaria, para las chicas listas que se hacen las tontas, género muy nutrido en el poder y sus cercanías, por cierto: véanse las esposas de Bárcenas o de Correa, por no aludir a la cosecha murciana, en la que algunas es seguro que pretenden desconocer de donde sacan para tanto como destacan, ya no sólo las esposas, sino en algún caso también las hijas. La política es un territorio en que el machismo, aceptado y exhibido, resulta económicamente productivo siempre gracias al bolsillo de los administrados. 

El tocomocho de la sentencia de la infanta que hoy se conocerá es una elaboración de la Fiscalía, anunciado incluso en declaraciones públicas por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Para consumarlo tal vez se ha entendido que los ciudadanos, aparte de las chanzas, memes y carnavaladas (estamos en fecha) que vendrán, aceptarán el simulacro de Justicia por ´el bien del Estado´, en la previsión juancarlista de que «nunca volverá a ocurrir», y pelillos a la mar, empezamos de nuevo, fue un desliz, cosas del exceso de confianza, consecuencia de una época, un fenómeno de crecimiento que se nos fue de las manos, y tal y tal y tal, como diría el difunto. Aceptemos que la sentencia sobre la infanta es ya un estropicio amortizado.

El problema, a los efectos de la actualidad murciana, que ya es actualidad nacional gracias precisamente a la Fiscalía del Estado, es que este estamento no tiene fin, es insaciable, y no le basta con la excepcionalidad consentida del caso infanta sino que mantiene su vocación por la ingeniería jurídica en toda investigación de interés para el Gobierno, dado que es ante el que responde por la procedencia de los nombramientos. 

En esto no hay disimulo, como ayer mismo se constató en las declaraciones del propio ministro de Justicia, Rafael Catalá, quien sobre la pieza que afecta a PAS en el caso Púnica, se preguntaba retóricamente dónde está la verdad, si en el informe de las fiscales que investigaron el asunto o en el criterio de sus jefes jerárquicos, para concluir, claro, que en los jefes, que son curiosamente los que dependen de él. En un país normal, si el caso PAS había pasado a ser el caso Fiscalía, como apunté ayer, después de estas declaraciones, el caso Fiscalía debiera pasar a ser el caso Catalá. Antes muertos que sencillos; antes los falsos formulismos que liberar a la Justicia del yugo político. 

La inocencia de PAS en el caso Púnica brillaría más con los argumentos que mantiene en su defensa que con el socorro forzado del aparato fiscal del Estado, es decir, del Gobierno de sus partido. Nadie en este país debiera querer ser una Infanta 2.


(*) Columnista


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