El proceso precongresual de Podemos está
lleno de enseñanzas, especialmente para ellos mismos. Era tal su
identificación con lo nuevo, el cambio, la ruptura (en el fondo, una
revolución vergonzante) que veían esa radical novedad en donde ellos
estuvieran. Decían que no solamente venían a cambiar la realidad sino
que, de hecho, esta había cambiado ya por su sola presencia. Olvidaban
que para cambiar la realidad hay que poder, hay que ser poder, hay que tener poder, hay que estar en el poder. Un olvido curioso en quienes se llaman Podemos.
En el discurso de Podemos hay un recurso metafórico permanente al desarrollo biológico. Mucha referencia a por qué nació
Podemos, con una idea de misión y también a qué quiere ser, cómo quiere
constituirse, qué camino seguir. Si se nos fuera la mano, veríamos aquí
la duda de Hércules entre seguir el camino del vicio o el de la virtud.
No llega a tanto, pero hay dudas, opciones distintas, criterios
enfrentados. Lo cual demuestra que la organización es humana, falible. O
sea, los dirigentes y militantes son como todo el mundo, con sus
enfrentamientos, sus luchas por el poder. Quizá el nombre adecuado
hubiera sido Podremos. De ello habla en una muy interesante entrevista Miguel Urbán el
de Anticapitalistas, en donde reconoce que Errejón aspira a controlar
el partido sin chocar directamente con Iglesias. Es de puro sentido
común: admitir que somos mortales y estamos movidos siempre por
parecidas apetencias.
Es
decir, la realidad no ha cambiado. El que ha cambiado ha sido Podemos.
Pasa siempre. No obstante, al tomar conciencia de este hecho, se dispara
la rica retórica del discurso: no hay fracción, no hay ruptura, no hay
enfrentamiento. Seguimos siendo unicos, especiales, nosotros no nos
pegamos. Pasado el Congreso todos trabajaremos codo con codo en pro del
común proyecto. ¿Qué proyecto? No está claro. De momento, parecen
definirse tres propuestas distintas de organizar el partido. Para
entendernos y simplificando: 1) la caudillista de primacía del SG; 2) la
populista de los cuerpos intermedios, los comites, círculos, órganos;
3) la asambleísta de todo el poder a los círculos. Bien, pero tres
proyectos de organización del partido no son tres proyectos para cambiar
la sociedad.
Y justamente, de eso es de lo que más hablan, de cambiar. Han venido a cambiar la sociedad, la realidad, España.
Hay que ver qué subconsciente mesiánico delata esa imagen. Utilizan un
lenguaje duro, pero no preciso. Lo mejor pensado para asustar a la
gente. Son adictos a la frase revolucionaria, pero vacía. "Cambiar", sí,
pero ¿en qué? Esa es la ventaja que le llevan los partidos de la vieja
escuela. Cuando estos piden "cambiar" quieren decir alternar el partido
en el gobierno. De cambiar la sociedad, el modo de vida, el modelo
productivo, de eso no se dice nada. De forma que el discurso de Podemos,
en la medida en que se entiende, tiene un engarce modesto en la
realidad. Aunque se presente hiperbólicamente como el discurso de la
inmensa mayoría, del noventa y nueve por ciento frente al uno por
ciento, es improbable que encuentre un eco superior al que ha tenido
hasta ahora; al contrario, puede ser inferior.
La
retórica de "los de arriba" y "los de abajo", cuyo supuesto es que los
primeros son una exigua minoría y los segundos somos la mayoría, olvida
que hay un amplísimo sector en el medio, la inevitable clase media real o
imaginaria. Cierto que esto de las distancias y las jerarquías depende
en gran medida del punto de vista. Desde arriba, todo es abajo; desde
abajo, todo es arriba; desde el medio hay un arriba que te puede caer
encima y un abajo que puede abrirse a tus pies. A ese sector, desde
luego muy numeroso en nuestras complejas sociedades, lo discursos
dicotómicos, polarizados suelen darle miedo. Y la gente con miedo no te
vota, al menos voluntariamente.
Como,
por muy dispuesto que se esté -llegado el momento- a asaltar el Palacio
de Invierno, hay que tratar de ganar elecciones en esta sumamente
defectuosa democracia representativa, es preciso elaborar un discurso
que la gente vote. Pero, ya lo vemos, con la dialéctica de la
polarización tal cosa no sucede. Por eso, hay otra escisión o polaridad
fuerte: la que pretende allegar los votos absorbiendo los del PSOE a
base de destruirlo y la que aspira a aumentarlos con algún tipo de
alianza con la socialdemocracia. En esa alternativa, la única real en
toda la monserga, está la clave del sistema de partidos de los próximos
meses, quizá años. Y aun así, tampoco es seguro porque depende de una
eventualidad impredecible: la convocatoria de elecciones anticipadas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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