Los riesgos políticos no parecen asustar todavía a los inversores, al
menos los que provienen del resto de Europa, es decir, de Francia y de
Alemania, quizás también de Italia. La celebración del 60 aniversario de
la fundación de la Comunidad Económica Europea, ahora Unión Europea, ha
estado estos días reducida a un ejercicio de añoranzas nostálgicas pero
con pocas expectativas de progreso futuro hacia algo más prometedor. No
es de extrañar, ya que este cumpleaños coincide con la primera deserción
del club europeo.
El Brexit está a punto de activarse oficialmente y
nadie es capaz de anticipar qué efectos destructivos puede acarrear a la
UE. Constructivos se esperan más bien pocos. Tras el Brexit, los
resultados de las consultas en Francia y en Alemania pueden cristalizar
en importantes cambios de rumbo en la Unión Europea, que está más
necesitada que nunca de un impulso tras el portazo de los ingleses.
Pero desde el horizonte español, los riesgos políticos son internos y
no menos importantes que los exteriores. Este fin de semana, los
socialistas han dado un salto cualitativo importante para fortalecer su
liderazgo de la mano de la líder andaluza, Susana Díaz. La lectura
inicial de esta nominación para las próximas primarias socialistas del
mes de mayo parece tranquilizadora. Un PSOE dirigido por Susana Díaz
tiene, en efecto, sesgo bastante más previsible que un PSOE dirigido por
Pedro Sánchez, que parece la otra alternativa con posibilidades de
liderar a este partido.
La fuente de inquietud que ha provocado entre muchos votantes y de un
amplio sector de la población y desde luego de muchos analistas
económicos es la enorme distancia entre los programas de los dos
candidatos principales a dirigir al socialismo español. La dirección que
pueda salir de las próximas primarias socialistas es, por lo tanto, una
importante motivación de incertidumbre en los medios económicos.
El socialismo en su versión continuista (Susana Díaz) inspira más
tranquilidad al ser más previsible en la medida en que podría facilitar
una estabilidad política muy sólida sobre la base de un amplio acuerdo
con el partido gobernante, el PP. Es un trago difícil de digerir para
muchos votantes socialistas, pero posiblemente es la opción con mayor
proyección futura y de estabilidad para el conjunto del país.
La duda
estaría en este caso en las modificaciones y en las concesiones que
deberían hacer los dos partidos más a la derecha del PSOE para facilitar
ese Gobierno estable, con el que sueñan en el mundo de la economía y en
las empresas para dotar de estabilidad económica al país. Sería una
fórmula muy creíble para darle continuidad a la actual fase de
crecimiento económico.
La otra cara del socialismo español, la que representa la candidatura
de Pedro Sánchez, es menos amable para las ideas de continuidad
económica y para desarrollar una estrategia económica y política
comprensible para Bruselas, es decir, para la actual dirección dominante
en la Unión Europea. Con mayor o menor exactitud y conformidad, España
está cumpliendo con los compromisos que nos ha ido fijando la UE para
superar la crisis.
No es probable que estos compromisos se mantengan en
un hipotético Gobierno de izquierdas, que parece ser la aspiración del
socialismo versión Sánchez, al unir sus fuerzas con las de Podemos y
otros grupos de izquierdas, junto a parte de los partidos nacionalistas.
El proyecto socialista de Sánchez no se parece en nada, según los datos
disponibles, al de Díaz. Su impacto en el futuro económico y político
del país sería también muy diferente. Y ese es un motivo de inquietud
para los medios económicos del país.
(*) Periodista y economista
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