Los medios de comunicación no son lo que
eran. Ahora puedes controlar todos los públicos y casi todos los
privados y no evitas una imagen catastrófica de gobierno incompetente,
incapaz de hacer nada bien. Ni los medios más entregados -y los hay
increíbles- pueden ocultar a la opinión que a los gobernantes les va
fatal en el Parlamento, en donde fracasa en todas sus iniciativas. Si a
ese fracaso se añade el constante mosconeo de los digitales, sacando
escándalos como rosarios, se concluirá que la situación empieza a ser
alarmante para la derecha en el gobierno.
Ya Rajoy había advertido que
no consideraba adelantar las elecciones pero que, claro, era preciso
dejarlo gobernar. Por gobernar entiende que no le toquen lo hecho o
deshecho hasta ahora y que le dejen hacer lo que le da la gana en el
futuro. Es el único en verlo así, claro. Pero es quien ha de tomar la
decisión.
El
gobierno no puede legislar a su antojo porque la oposición no le deja.
La derrota de la convalidación del decreto-ley de la estiba ha sido
demoledora. Y en el punto de mira están ahora la ley mordaza, que
ya ha entrado al desguace, y la LOMCE, que espera turno. La oposición
quiere desmantelar lo legislado durante la mayoría absoluta del PP. Le
van a tocar lo hecho y no le dejan seguir desgobernando. Y ahora vienen
los presupuestos, norma de importancia capital cuya aprobación no está
garantizada. Es algo crucial. El presupuesto pasa si el PSOE, por lo
menos, se abstiene. Abstenerse ahora, como cuando la investidura,
equivale a votar "sí" pero sin decirlo. Y de nuevo coloca al PSOE en
curso contrario a la izquierda.
Además
del bloqueo legislativo, el gobierno está sometido a un control
parlamentario al que ni de lejos está acostumbrado. Harta la oposición
de la tomadura de pelo de la Gürtel ha montado por unanimidad una
comisión de investigación sobre la financiación del PP que, obviamente
en contra, responde montando otra sobre la financiación de todos los
partidos en el Senado, aprovechando su mayoría absoluta. Pero es pura
pataleta. La comisión de verdad es la del Congreso y la que los medios,
hasta los suyos, van a seguir. Añádase a ella la comisión sobre la
supuesta guerra sucia del Ministerio del Interior bajo mando del
devoto Fernández Díaz en contra de sus adversarios en Cataluña.
Las
comisiones no van a dejar un ministro sano. Pero, además, hay una
cascada de comparecencias en trámite que involucran a otros miembros o
exmiembros del gobierno. Y por asuntos verdaderamente pintorescos: García Margallo por bocazas, Catalá por disoluto y Sáenz de Santamaría por agente de la T.I.A.
Y
todos esos apuros y angustias, esos impedimentos, controles,
fiscalizaciones a un partido, un gobierno y un presidente que no
entienden ni han entendido nunca el funcionamiento de un sistema liberal
parlamentario y democrático. En su legislatura con mayoría absoluta
gobernó de modo también absoluto, por decreto, con ignorancia del
Parlamento en el que apenas compareció y que solo en una ocasión pudo
forzar de él algo parecido a una explicación y rendición de cuentas que
no fueron tales. Un gobierno que, estando en funciones, se negó
expresamente al control parlamentario, convirtiéndose así en un gobierno
de hecho, no de derecho.
A
ello hay que añadir el carácter autoritario del personal al mando en La
Moncloa y Génova 13, su intemperancia y ningún respeto por las
convenciones democráticas. Y, además, las muchas actividades
presuntamente delictivas que tienen atareados a los tribunales, así como
la esperanza de que un buen resultado en unas nuevas elecciones
ayudaría a capear este temporal.
La convocatoria de elecciones anticipadas está al caer.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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