El País sigue beligerante contra
el independentismo. Ayer publicaba una encuesta de Metroscopia que daba
una aplastante mayoría de catalanes a favor de una tercera opción entre
independencia sí o no, consistente en una nueva forma jurídica de la
relación de Cataluña con España a base de competencias blindadas.
Lo
malo es que esa tercera opción no existe, si bien El País lleva
meses pidiéndola por favor al gobierno. Al no conseguirlo, según se ve,
ha decidido convertir sus deseos en realidades y se ha inventado un
referéndum y, claro, lo gana. Pero eso no significa nada ni tiene valor
alguno porque es una invención lanzada al vacío. La pregunta del
referéndum hasta la fecha solo es y solo puede ser "Independencia, sí o
no".
Este
enfoque es parte de una campaña amplia de los medios, los políticos
nacionalistas españoles y los catalanes unionistas para desmantelar el
referéndum antes de realizarse. Las desavenencias en la coalición
gobernante se repiten y tienen un impacto negativo en una sociedad tan
movilizada como la catalana.
Además, la CUP, de quien depende el
gobierno parlamentariamente, aprieta en el otro extremo, exigiendo la
fecha y la pregunta del referéndum ya. El gobierno catalán quiere pactar
la pregunta con Els Comuns, lo cual no está mal pensado para
garantizar una mayor participación y evitar así una deslegitimación de
la consulta a cuenta de una elevada abstención.
En
todo caso, el tiempo apremia. Se sabía, porque los mismos de JxS lo
dijeron repetidas veces, que el govern mantendría abierta la oferta de
pacto hasta el último minuto. Pero también se sabía que ello no sería
óbice para que el mismo govern continuara con su hoja de ruta. En
consecuencia, debe creerse que las autoridades catalanas controlan los
tiempos del proceso. Tal cosa afirma Junqueras. Pero no sé si se han
calculado los tiempos muertos que se producirán inevitablemente con las
distintas decisiones del Tribunal Constitucional suspendiendo y
prohibiendo.
La verdad es que el tiempo, el que no está muerto, apremia.
Al final de la escapada
Si lo de Rodrigo Rato se escribe en una
novela, los críticos dirían que es una fantasía inverosímil. ¿Cabe ser
gobernante y delincuente al mismo tiempo? No me refiero a esa
generalización propia del huerto ácrata de que, en realidad, todo
gobernante es un delincuente porque el gobierno en sí mismo es un
delito. Simplemente a la posibilidad de que el gobernante cometa delitos
distintos al de gobernar.
Esa
posibilidad existe y según parece y presuntamente y etc., se ha hecho
realidad en el caso de Rodrigo Rato. Resulta, desde luego, inverosímil
que el país haya estado gobernado por alguien que delinquía mientras
gobernaba y no por interés de Estado, sino en beneficio propio. El autor
del "milagro económico" que venía legitimando los gobiernos de Aznar,
dejó tras él una burbuja inmobiliaria y una crisis atroz. Para ir a
presidir el FMI, de donde salió a toda prisa porque, según se publica
ahora le habían pillado con cuentas en paraísos fiscales o blanqueando dinero o
ambas cosas a la vez.
De allí saltó a la presidencia de Cajamadrid con
el aval y el apoyo de Rodríguez Zapatero, entonces presidente del
gobierno, y Mariano Rajoy, jefe de la oposición. Es decir, llegó a
presidir la caja con el apoyo de la inmensa mayoría del Parlamento. Y
aquí, en una exhibición definitiva de su magia, convirtió la alicaída
Cajamadrid en una ruinosa Bankia que fue preciso rescatar a un coste,
ese sí, inverosímil de dineros públicos. Y siempre en su presunto
beneficio.
Esta
trayectoria es la de un supuesto delincuente a las riendas del poder
económico español, del mundial y luego de un suculento pastel de nuevo
español. Una trayectoria que revela el carácter real de los gobiernos de
Aznar. Si estos trajeron una crisis económica interior pavorosa y
metieron al país en el exterior en una guerra criminal que le costó el
peor atentado de su historia, ¿qué le queda a Aznar para ir presumiendo
de su obra como gobernante?
Aznar y Zapatero. En un artículo extraordinario en CTXT, titulado Rato y la extraña ceguera de Zapatero,
Cristina Fallarás comenta que Zapatero presumía ser una de las tres
únicas personas que conocían la verdadera razón de la espantada de Rato
del FMI. A pesar de ello impulsó y respaldó su nombramiento para
Cajamadrid. De ser esto así, no hay duda: el comportamiento de Rato, aun
inverosímil, es comprensible en función de la infinita codicia del
hombre. El comportamiento incomprensible es el de Zapatero. Ningún
pecado capital lo explica. Si acaso la primera de las Bienaventuranzas,
"bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos será el reino de
los cielos".
Una última observación de homenaje a Al final de la escapada, gran película.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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