lunes, 24 de abril de 2017

La hora de los insurgentes del centro / José Ignacio Torreblanca *

Dicen que la democracia representativa está agotada, que no hay margen de elección, que los partidos apenas se diferencian en sus mensajes, que todos están cortados por el mismo patrón. Según este lugar común, los partidos ya no son de izquierdas ni derechas, sino atrapalotodo,cínicos perseguidores del máximo número de votantes basándose en técnicas de mercadotecnia electoral importadas de los estudios de mercado y consumo.

TINA, lo llaman algunos (there is no alternative). Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, dijo en el contexto de la crisis: “sabemos lo que hay que hacer, pero no cómo ganar las elecciones después”, convalidando así esta visión en la que las presiones de la globalización, los mercados, la Unión Europea y la austeridad llevan a los actores políticos a una peligrosa uniformidad de la que nace un descontento general con la democracia.

Una tesis difícil de sostener en Francia, donde una sociedad políticamente vibrante ha impuesto una carrera hacia la presidencia en la que los cinco candidatos con más opciones han desbordado los marcos establecidos por los partidos tradicionales, conservador y socialista, que han gobernado en los últimos sesenta años.

Lo relevante de la elección francesa es que no solo los extremistas, de derechas o izquierdas, esto es Marine Le Pen o Jean-Luc Mélenchon, han protagonizado la insurgencia contra la política tradicional, sino que ese mismo fenómeno ha tenido lugar tanto en el campo republicano como en el socialista. Porque tampoco François Fillon ni Benoît Hamon eran los candidatos preferidos de sus aparatos, que tuvieron que ver partir a candidatos con trayectorias tan consolidadas o verosímiles como Alain Juppé o Manuel Valls.

Pero lo más relevante, sin duda alguna, es que la insurgencia centrista, representada por Emmanuel Macron haya ganado las elecciones y se sitúe, algo impensable hace solo unos meses, a las puertas del Elíseo.

El pacto republicano se activará en favor de alguien que presume de centrismo, pero que plantea ideas nuevas e incluso rupturistas. Se trata de una gran paradoja para todos aquellos que solo veían un escenario político europeo mortecino, decadente y con aroma a fin de civilización en el que solo se podía elegir entre centristas sin posibilidades y peligrosos populistas.

En Francia, como se sospechaba, se pone de manifiesto que la democracia no está en crisis, sino los partidos tradicionales. En Francia, como se esperaba con el lanzamiento de la candidatura de Macron, puede comenzar el rearme republicano frente a los extremismos populistas.En Francia, como se esperaba, puede comenzar la recuperación de una Europa que crea en su futuro.


 (*) Profesor Titular de Ciencia Política en la UNED y jefe de Opinión en el El País


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