domingo, 2 de abril de 2017

El día después / Alberto Aguirre de Cárcer *

Andrés Hurtado, el médico protagonista de ‘El árbol de la ciencia’, la novela publicada por Pío Baroja en 1911, se desplazó a un pueblo llamado Alcolea del Campo, donde los liberales (allí conocidos como los Ratones) y los conservadores (los Mochuelos) pugnaban por el poder con las artes propias de la política caciquil. «Andrés discutía muchas veces con su patrona. 

Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor delito robar a la comunidad, al Ayuntamiento, al Estado, que robar a un particular. Ella decía que no; que defraudar a la comunidad no podía ser tanto como robar a una persona», escribió Baroja. «Cuando le hablaban de política, Andrés decía a los jóvenes republicanos: No hagan ustedes un partido de protesta. ¿Para qué? Lo menos malo que puede ser es una colección de retóricos y de charlatanes; lo más malo es que sea otra banda de Mochuelos o de Ratones.

-¡Pero, don Andrés! ¡Algo hay que hacer!
-¡Qué van ustedes a hacer! ¡Es imposible! Lo único que pueden ustedes hacer es marcharse de aquí».

Más de un siglo después, con sus imperfecciones, España ya no es el país descrito por la Generación del 98. Nuestra democracia es equiparable a la de las sociedades más avanzadas. Pero aún hay españoles, como la patrona Dorotea, que no «tienen por ladrones a quienes defraudan a Hacienda». Y persisten en muchos lugares las disputas políticas, a cuenta de presuntos despilfarros o corruptelas con el erario público, entre mochuelos, ratones, retóricos y charlatanes. 

Viendo el espectáculo de las últimas semanas en Murcia es verdad que entran ganas de salir corriendo, como hizo Hurtado en Alcolea. Pero si la raíz de lo retratado por Baroja era la falta de sentido social y de instinto colectivo de muchas comunidades locales, lo menos cívico en nuestros tiempos sería permanecer mudo y mucho menos salir por piernas. Como si, por otra parte, lo que sucede hoy aquí no puede pasar mañana en cualquier otro lugar de España. 

Mientras en la Región empezamos a estar ahítos de este bochornoso ‘Murcia a tope’ y los líderes nacionales practican el ajedrez con sus peones locales, el juego de tronos puesto en marcha tras la imputación del presidente Pedro Antonio Sánchez mantiene atrapados a los telespectadores de todo el país. No se trata de un asunto menor. Todo lo contrario. El interés público e informativo de nuestra mayor crisis institucional en décadas es indiscutible. Y aunque a muchos del resto de españoles les importe un higa los problemas de los murcianos, bien por indignación, bien por curiosidad, nadie quiere perderse el final de esta película, por muy malo que sea el nivel interpretativo del teatrillo. 

A la espera del desenlace veremos más de lo mismo: Ciudadanos meterá presión y miedo al PP y a sus votantes; el PP hará lo propio con C’s y sus votantes; el PSOE hará otro tanto con el PP para lograr lo que no pudo alcanzar en las urnas durante 22 años y Podemos se sumará, con sordina, para no meter miedo a C’s y sus votantes. Todos pertrechados de sus razones y actuando, legítimamente, con los mecanismos democráticos previstos en nuestro Estatuto.

A día de hoy, el desenlace parece previsible. Salvo sorpresa, el PP retendrá el Gobierno regional. Bien porque la moción de censura no cuaja o porque PAS dimite antes para que su partido no pierda el gobierno. Pero en una Región donde políticamente todo es posible, lo prudente es no anticipar acontecimientos. Quizá nos encontremos con un acuerdo para convocar elecciones en seis meses, lo que significaría una paralización administrativa de medio año y que los murcianos sean llamados a las urnas para resolver un problema de ingobernabilidad de inequívoco origen político. 

En mi opinión, la Región no puede permanecer anclada en la inestabilidad, sufriendo un inmerecido desgaste reputacional mucho más tiempo. Pronto arrancará la negociación de la financiación autonómica. Y habrá que pelear las inversiones del Corredor, impulsar la regeneración de Portmán, recuperar y proteger el Mar Menor, tener voz en la reforma educativa, inclinar la balanza hacia las energías renovables… 

Todo ello precisa de un Gobierno estable con robusto apoyo parlamentario. Lo peor de esta crisis es que ninguna de sus posibles salidas, con PAS, Tovar o el sursuncorda al frente, permite vislumbrar ese escenario de sólida gobernabilidad que precisa la Región. Ojalá me equivoque y este pesimismo sea producto de leer a Baroja en Murcia.


 (*) Periodista y director de La Verdad


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