La constitución del nuevo partido (o
"sujeto político", como gustan decir sus promotores) catalán plantea
algunos aspectos interesantes de considerar sosegadamente. En primer
lugar, el partido, más que catalán, parece barcelonés. Cristaliza en
torno los comunes del ayuntamiento de Barcelona y su personalidad más
relevante es la alcaldesa Ada Colau, que forma una especie de dualidad
con Xavier Domènech portavoz de los comunes en el Congreso en el grupo
de Podemos.
El partido subraya desde el inicio sus raíces municipalistas
y, a través de estas, su herencia del espíritu del movimiento 15M. Es
"nueva política", por tanto. Su pretensión parece ser romper los límites
municipales y hacer política en Cataluña entera. Un ámbito de acción
más amplio, español, por ejemplo, no es inverosímil, pero, en principio,
el partido es de ámbito catalán.
En
segundo lugar, el impacto del nuevo partido en el proyecto general de
Podemos en España. La rama catalana del partido violeta, Podem, se ha
situado extra muros de los Comunes de Colau/Domènech, en donde sí se han
integrado EUiA, ICV. En realidad, la decisión de no integrarse fue
adoptada por una mayoría aplastante de una ridícula minoría de votantes
de las bases de Podem y, según se ve, por la firme voluntad de su
dirigente, Albano Dante Fachín, de no darse de alta en la nueva
formación. A pesar de todo, hubo disidentes de Podem que concurrieron
(los llamados "críticos" con la dirección de Fachín) y han sido elegidos
en la Ejecutiva de Los Comunes.
En dos palabras: Podem se ha partido.
En un primer momento, la intervención de Iglesias, le hizo reconsiderar
su negativa, pero, en menos de 48 horas, la ruptura fue un hecho. Los
miembros de Podem integrados en Los Comunes, según parece, son
errejonistas. Viene a resultar así que la fractura se produce en la
divisoria del II Congreso entre gente de Errejón y gente de Iglesias.
Ello explicaría la ausencia de este en la celebración del congreso
constituyente de Los Comunes en donde, sin embargo, si estuvo Alberto
Garzón, de IU integrada en Unidos Podemos.
Este
resultado no augura nada bueno para las aspiraciones de Podemos de
constituirse en partido hegemónico de la izquierda a escala estatal. El
discurso soberanista de Domènech no lo es menos porque esté todo el rato
hablando de los "pueblos fraternos" y (es de suponer) sus fraternas
organizaciones. Los Comunes son (o quieren ser) el partido de la
izquierda no independentista en Cataluña; partido independiente, muy
fraterno con Podemos en España, pero independiente de él.
Probablemente
ese sea el fondo de la discrepancia de Albano Dante Fachín, que quiere
seguir siendo Podemos en Cataluña, Podem. El problema es si entre la
izquierda independentista y la no independentista le queda espacio
electoral. Y eso sin contar otras fuerzas centrífugas, por ejemplo, la
de Andalucía, en donde Podemos plantea también una relación digamos
"fraternal" con el Podemos del Estado, cosa que la dirección de este ve
con muy malos ojos y que preanuncia una habitual movida de crisis
interna.
En
tercer lugar, el impacto de Los Comunes en el independentismo. El
porcentaje que se le atribuye, en función de los últimos resultados
electorales y posteriores sondeos, en torno al 47 o 48 por ciento del
voto puede verse reducido con la competencia de Los Comunes. Estos
entran en el debate sobre el indpendentismo con una posición que
pretende resolver lo que juzga como el callejón sin salida de la
política catalana y que sus adversarios tildan de deliberada ambigüedad
para mantener un voto unionista y sumarle parte del voto independentista
más moderado.
El discurso sobre soberanías compartidas, la República
dentro del Estado español y otras propuestas de este tenor trata de
trazar una línea intermedia entre el unionismo y el independentismo.
Lleva su compromiso hasta pedir un referéndum pactado y quizá también
uno unilateral, aunque esto esté menos claro y haya declaraciones
contradictorias.
El
independentismo puede verse en un aprieto ante una nueva fuerza que
pretende estabilizar la política catalana como parte de la española, sin
veleidades de independencia. Para Los Comunes, los independentistas no
son tales en verdad, sino gentes que se valen del señuelo de la
independencia para ganar elecciones que es lo importante para ellos.
Pero, por otro lado, Los Comunes respaldan el derecho a decidir,
sostenido por tres cuartas partes de la población, con lo que están en
terreno ganador.
Y aunque la independencia se impusiera, ellos no
perderían nada, ya que se pondrían a su lado de inmediato. En cierto
modo, puede considerarse como un partido de free riders o de
"gorrones" en esto de la independencia, pues, razonan los
independentistas, se beneficiarán de ella sin haber hecho nada por
traerla.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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