Hay noticias que vuelven a helar el
corazón del españolito. Desde 2007, cuando menos, viene Esperanza
Aguirre dando la patriótica tabarra con el levantamiento de la nación
española en 1808 y la glorificación de su bicentenario que a ella
correspondía por un designio divino que no pensaba dejar pasar.
Aquí
volvieron los cantos a la nación hispana forjada en lucha contra el
francés; aquí se organizaron actos conmemorativos sin tasa ni cuento,
lució el oro y el oropel en festejos cultos y populares, se
subvencionaron espectáculos y hasta una memorable película que se llevó
la parte del león y suscitó mucha controversia. ¿Qué menos para celebrar
el (re)surgir de la nación y su esencia católica?
Aunque el "re" del
surgir y la esencia católica se jueguen en tono menor para no espantar
al rebaño del liberalismo español, uncido al carro de la interpretación
nacional de 1802-1812 (vía "La Pepa") y que se asustará si le hacen
comulgar con ruedas de molino. Para comulgar le basta con la forma
ordinaria consagrada, a ser posible por un cura progre.
La
tabarra nacional-católica se revestía de neoliberalismo con gracejo
achulapado de La Paloma. Una síntesis estilo castizo: el liberalismo es
libertad, siendo el cristianismo el que la ha traído al mundo y no el
marxismo. La sustitución del catolicismo por el cristianismo no es
inocente. El catolicismo comenzó condenando el liberalismo como pecado y
así se mantuvo en el nacional-catolicismo del régimen que inspira el
partido en el que milita Aguirre. Aunque sea una militancia rebelde pues
en algún momento ha sostenido que Franco era socialista.
Para
no perderse en los complejos pliegues mentales de la expresidenta, lo
mejor es recordar el nombre de la fundación que puso en marcha a fin de
organizar y financiar esa celebración de la nación española que
anhelaban ardorosamente todos los verdaderos patriotas. La fundación
ahora judicialmente investigada: Fundación Dos de Mayo, Nación y Libertad.
¿Está claro? El título es un programa: nacionalismo (católico) y
neoliberalismo. En el momento de la creación, 2007, hace diez años, la
oposición denunció que, por su organización y composición podía ser un
artilugio para eludir los controles de financiación. Los órganos de
gestión estaban copados por personas del gobierno autonómico, varias de
las cuales están hoy en la cárcel, procesadas o a punto de serlo.
Una
pregunta, desde luego, es por qué la oposición dejó que el asunto
siguiera y no volvió (al parecer) a plantearlo durante estos diez años
en que con la Fundación puede haberse cometido una serie de
irregularidades e ilícitos de alcance imprevisible. La respuesta, por
desgracia, habrá de ser por incompetencia o incuria.
Lo
llamativo en este episodio es su valor simbólico. Todo el aparato, todo
el retablo, toda la balumba de la epopeya bicentenaria bien puede ser
el aderezo de una colosal estafa más en la que el beneficiario podría
haber sido el PP al ganar las elecciones y, por ello, Aguirre. Recorría
esta los pueblos de su comunidad, de inauguración en inauguración, de
apoteosis en apoteosis, aprovechando una presunta caja B, mientras
predicaba el advenimiento de la nación, de la libertad y el fin de las
mamandurrias.
Esa caja B se nutría supuestamente de los fondos sin control que recibía la Fundación Dos de Mayo. Nación y Libertad. Donoso
nombre para la práctica del habitual saqueo de lo público por los
gobernantes. Saqueo que se hace en el nombre sacrosanto de la nación que
se saquea. Los saqueadores no tienen empacho en expoliar las
instituciones y empresas de las que se enorgullecen en público, sean los
huérfanos de la Guardia Civil o la cooperación con regiones devastadas
del Tercer Mundo.
Y
luego se asombran de que una gran cantidad de catalanes (imposible
saber cuántos porque está prohibido averiguarlo) quiera marcharse. Y más
aun se asombran de que el resto de los españoles se oponga airadamente a
esa pretensión, pero no esté dispuesto a luchar por una idea de nación
española porque ni siquiera está de acuerdo en qué sea esta.
Se
asombran de algo tremendamente español: no están de acuerdo en nada,
salvo en impedir que se salgan con la suya lo que sí lo están por su
parte.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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