domingo, 14 de mayo de 2017

Sentido común, sentido moral / Alberto Aguirre de Cárcer *

Víctor Pérez-Díaz, premio nacional de Sociología, detalla en su último trabajo para Funcas, ‘La voz de la sociedad ante la crisis’, que el 77,2% de los españoles prefieren políticos con «sentido moral y sentido común» frente a un 18,6% que en las encuestas se inclina por dirigentes que tengan una «gran visión y energía para impulsarla». 

Nada hay más sensato que un gobierno llegue a acuerdos para sacar adelante las cuentas públicas. Es su primera obligación dado que los presupuestos afectan de manera decisiva a la vida económica y social de todo un país, una región o un municipio. Sin ellos, la administración pública entra en una perniciosa parálisis que termina por afectar negativamente a cada uno de los ciudadanos en múltiples cuestiones.

Hace algo más de una semana, el Gobierno de Rajoy cerró un pacto con el PNV que garantizó el apoyo de ese partido para los Presupuestos del Estado. Hasta ahí todo parece muy sensato. Sin embargo, la percepción cambia y se torna desmoralizante cuando se observa el precio desorbitante pagado por ese respaldo político, una vez más, a los nacionalistas vascos. En su momento más delicado por el mefítico torrente de presuntos casos de corrupción, Rajoy ofreció a Urkullu más de 4.000 millones a cambio de sus votos en el Congreso. Unos 1.400 millones en concepto del Cupo (el dinero que el País Vasco paga al Estado por la prestación de determinadas competencias) y 3.300 millones para completar la Y ferroviaria de alta velocidad, incluyendo el soterramiento del AVE en Bilbao y Vitoria, además de bonificaciones en la tarifa eléctrica industrial y subvenciones para distintas iniciativas culturales. 

Vista la elevada factura es muy difícil no preguntarse dónde está el sentido moral de un acuerdo que salva las cuentas públicas, pero que a la vez constituye un salvavidas político para el propio Rajoy, aumenta la brecha de financiación per capita con comunidades como la nuestra e introduce criterios políticos de difícil justificación en la antesala de la negociación del nuevo modelo de financiación autonómica. El presidente del Gobierno demostró tal generosidad que sorprendió incluso en el propio País Vasco, donde los sectores más moderados siempre aspiraron a fijar la cuantía del Cupo con criterios técnicos para evitar arbitrariedades y también de cara a la Unión Europea, que no ve con buenos ojos esta privilegiada excepcionalidad fiscal y financiera. 

Rajoy está en problemas y pacta entregar 4.000 millones al País Vasco para salvar los Presupuestos y a la vez su propio cuello político. Las cien mil personas que viven del Trasvase se enfrentan a una coyuntura dramática por la situación de la cabecera del Tajo y obtienen, como solución de urgencia, una enmienda para abaratar con 4 millones el precio del agua desalada durante este año. La desproporción de trato es tan evidente que a nadie le debería extrañar que los agricultores protesten en las calles para reclamar agua o que los vecinos de Murcia hagan lo propio para exigir la llegada del AVE soterrado a la ciudad en el menor plazo posible. 

Es difícil restañar la confianza en los gobernantes cuando las desigualdades, lejos de reducirse, se agigantan. En las encuestas manejadas por Víctor Pérez-Díaz, el 41,6% de los españoles opinan que la capacidad de los gobiernos (central y autonómicos) para resolver los problemas del país seguirá igual de aquí a cinco años. Y un 59% señala que «muchos políticos de todas las tendencias suelen descalificar a los adversarios para desviar la atención del hecho de que no son capaces de resolver» esas grandes cuestiones que afectan a España.

Al presidente del Gobierno se le reconoce como una de sus mayores virtudes que gobierna con sentido común, pero es díficil encontrar el sentido moral en muchas de sus decisiones, ya no solo en aquellas relativas a la gestión política de los presuntos casos de corrupción que afectan a su partido. Si Rajoy tampoco se caracteriza por su gran energía para encarar problemas enquistados, como el del agua, que requiere de decisiones valientes y estructurales más que de calderilla para salir del paso, es difícil que no siga sufriendo un paulatino deterioro en respaldo popular, como mostró el último barómetro electoral del CIS.

 Solo la falta de una alternativa sólida, con un PSOE completamente abierto en canal, le permite navegar con cierta tranquilidad por las aguas de la política nacional, tan necesitada como está de un impulso para llevar a cabo múltiples reformas de calado.



(*) Periodista y director de La Verdad


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