lunes, 22 de mayo de 2017

Libertad Máxima Felicidad / Adrián Ángel Viudes *

Hacía tres años que había acabado nuestra guerra civil. Una conocida y tradicional familia quería contratar persona para el servicio doméstico. Se presenta en la casa una moza acompañada de su progenitor. Antes de comenzar las preguntas de rigor sobre referencias, cualidades y aptitudes de la candidata, la señora de la casa pregunta por su nombre -¿Cuál es su gracia?- Libertad Máxima Felicidad- responde la joven. Cara de asombro de aquella ama de casa conservadora, piadosa; con el recuerdo aun vivo de una contienda donde la Cruz y la Iglesia, habían sido símbolos que justificaran el nombre de Cruzada.

Lo de Libertad Máxima Felicidad le sonaba a la señora como salido de las cloacas comunistas; era algo así como una proclama de guerra.

Inquiere la señora sobre el porqué de esos nombres, y el padre contesta: -Se que son términos de las izquierdas con las que comulgo, pero quería que mi hija fuera bautizada, y como los tres, que a usted tanto extrañan, son de Santas, el señor Párroco no pudo poner ni un pero para darle a la niña el agua del Sacramento.

Dadas las cualidades de la pretendiente fue contratada, pero con una condición: a partir de ese momento en la casa se la llamaría LIBE.

Déjese de reparandorias don Adrián y vamos al grano.

Coincido con la elección del nombre, aunque de libertad las izquierdas lo justo, y proclamo que la Libertad es una de las Máximas Felicidades. Toda mi vida ha sido un empeño por vivir en libertad; y a trancas y barrancas, salvo paréntesis, y algún que otro disgusto, creo haberlo conseguido. Retirado en la paz de estos desiertos, después de una larga vida de trabajo, he experimentado la libertad en grado sumo y ha sido, entre otras sensaciones, al poder escribir en esta columna que quincenalmente siguen mis queridos lectores. 
 
Durante todo el tiempo que llevo ocupándola, y ya va para largo, nunca he tenido la menor indicación de lo que tenía o no que escribir; y una vez escrito se ha respetado escrupulosamente la totalidad del texto. Y no es que me asombre conociendo como conozco a quienes tienen la responsabilidad de nuestro querido y antiguo periódico, profesionales de la cabeza a los pies, y amantes, como yo, de la libertad, en este caso de la de expresión.

Pero ahora pregunto, y la respuesta me entristece. ¿Se respeta en nuestro país, más concretamente, en nuestra Región, este fundamental derecho?

Pues creo que no. Salvo raras excepciones no somos capaces de manifestamos libremente, quizás por temor a posibles represalias. Callamos y al callar otorgamos que los menos capaces se alcen, con descaro, a regir nuestros destinos.

Vivimos en un ambiente de dimes y diretes, de pequeños odios, de minúsculas adulaciones, de referencias insidiosas, de sonrisas falsas, de saludos equívocos.

Se que vivir en libertad es más difícil que transitar sin ella, porque la libertad exige la aceptación de la responsabilidad, el riesgo de la equivocación. Pero igualmente se que no hay otra forma mejor de vivir. Abundan, en nuestra querida Murcia aquellos a los que les gusta estar bien mandados; el mandamás lo sabe y por eso maniobra para que los osados que disientan de la sectaria y unitaria doctrina sean catalogados de heterodoxos, rebeldes, y, como Juan Salvador Gaviota, condenados al exilio social. 
 
“Yo pensaré por ti, yo se lo que te conviene”, repite una y otra vez el sátrapa de turno, y cuanto más se aborregue el paisano, más jugoso será el pienso que reciba.

“Vivan las Caenas” gritan algunos, y dan pie al politicastro para invadir el sacrosanto templo donde habita nuestra libertad: la de pensar, opinar, actuar, sin más frontera que la libertad del otro.

El liberalismo es una conducta, y por lo tanto es mucho más que una política. Y como tal conducta no requiere profesiones de fe sino ejercerla de un modo natural sin exhibirla ni ostentarla. Se debe ser liberal sin darse cuenta, como se es limpio, o como, por instinto, nos resistimos a mentir.

Desde la egregia tribuna clamaba aquel famoso y liberticida político : “El pensamiento libre declaro en alta voz; que muera el que no piensa igual que pienso yo”.
 
 
 
(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena.


Publicado hoy en La Verdad

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