domingo, 14 de mayo de 2017

Ni la militancia ni el aparato / Ángel Montiel *

Un cronista me cuenta que el saludo entre Rafael González Tovar y Pedro Sánchez fue un hola y un adiós. Sobre todo que el segundo no pareció alegrarse de ver al secretario general del PSOE murciano en su mitin de Murcia. Claro.

Tovar era fan de Sánchez hasta que Sánchez cayó, y ahora se las da de neutral acudiendo, en plan institucional, a todos los actos protagonizados por los candidatos a la secretaría general. Debe ser una secuela de cuando, siendo el delegado del Gobierno Zapatero, Tovar pretendía hacer de reina madre en los actos institucionales y sociales a los que acudía para ser fotografiado y hacerse un nombre para después probar a ser presidente de la Comunidad.

Sin embargo, en el PSOE, y menos en este momento crítico, no cabe la teatralidad institucional, pues todo el mundo sabe en qué posición está todo el mundo.

Pero Tovar acude a los mítines de los candidatos a primarias a sabiendas por todos de que esa gestualidad es falsa e innecesaria, pues en principio, una vez que el jefe murciano (digo jefe, y no líder, pues esta última es una categoría en discusión) vio mortimer a Sánchez, se apuntó a la improvisada grey de Patxi López, en quien vio la continuidad de su posición frente a Susana Díaz, con quien, incluso si fuera por interés de ésta, no habría podido situarse, ya que la andaluza tenía en Murcia otros apoyos de mayor alcance que el de un aparato declinante.

Díaz es la candidata de los aparatos territoriales, menos de aquellos que están de capa caída, como es el caso del murciano. No es que Tovar renunciara a apuntarse, como hizo la mayoría de los secretarios generales, al ´poder emergente´ de Susana Díaz, sino que ésta decidió prescindir de él como mejor estrategia para añadirse Murcia.

En lo que se refiere a la consecución de avales ha quedado claro que la estrategia de la andaluza ha sido acertada. Susana Díaz encabeza, con diferencia, el ránking, y después viene Pedro Sánchez; Patxi López, el favorito del actual líder regional, queda a considerable distancia. Traducción: la batalla de los avales, en lo que a Murcia se refiere, ha constituido un primer e implacable pulso al secretario regional, y el resultado le advierte de que empieza a estar fuera de juego.

Cierto: en algunas Comunidades, empezando por la vecina Valencia, el aparato del partido no ha dado la talla en la gestión de sus intereses, y más cuando apostaban por la ganadora potencial, siendo rebasados por el ´fenómeno Sánchez´. Pero en Murcia, Tovar ha sido barrido en la fase de los avales sin tan siquiera apostar por Susana Díaz o por su contrario, y el resultado de Patxi López, su obligado comodín, ha sido tan precario que ni siquiera lo puede reivindicar como consecuencia de su influencia ante las bases del partido.

Llamó la atención, es un decir, que María González Veracruz, la auténtica líder del tovarismo, no acudiera al mitin de Sánchez, a pesar de que en un primer momento asumiera, como diputada, la posición de éste sobre el ´no es no´ a la investidura de Rajoy, si bien lo hizo paradójicamente votando a favor mientras cuidaba su conciencia con la expresión del famoso «por imperativo», con el que se sumió en un inevitable ridículo que nunca dejará de acompañarla, aunque en el fondo retrate la política del PSOE: siempre acaban haciendo, ´por imperativo´, lo contrario de lo que proclaman y eso es exactamente lo que están pagando ahora y lo que, a efectos internos, permite construir el discurso de Pedro Sánchez.

La particularidad de Murcia en lo que se refiere a las primarias socialistas es que el ´fenómeno Sánchez´ no es lo único que las caracteriza, sino en primer lugar el rechazo al aparato regional, pues el apoyo en avales a Susana Díaz es todavía más relevante porque se produce contra la posición de González Tovar y está protagonizado por miembros especialmente relevantes de la organización, empezando por muchos de los alcaldes de referencia, de los dirigentes que han sido aparcados y de nombres muy significativos del Grupo Parlamentario, empezando por la presidenta de la Asamblea.

No es la rebelión de las bases, como en otras Comunidades, sino la rebelión de los cuadros. Esto indica que, con independencia del resultado de las primarias (un asunto de ámbito nacional) lo que en Murcia se transparenta con este pretexto es el hastío, frente a la dirección regional, de la mayoría de los nombres referenciales.

Hay un subaparato contra el aparato, que se muestra de manera indisimulada anticipando el rechazo a la hegemonía del tovarismo, que se ha mostrado, no sólo ante el partido, sino ante la sociedad, como un estamento políticamente inútil, sólo activado por las rémoras del PP y sin identidad propia; las debilidades de éste son notorias por el minado de la presunta corrupción, pero el PSOE tovarista se ha mostrado sin capacidad para transmitir en la política real un marco alternativo que pudiera visualizarse.

Cuesta recabar de Tovar durante los dos últimos años una idea que no sea redundante sobre los problemas del PP, algo irreprochable, pero sin el alcance de una sugerencia alternativa que no se dé por supuesta en los círculos predispuestos a aceptarla aun sin enunciados explícitos; es decir, en el contorno de la militancia, y esto con tan poco éxito que hasta la misma militancia le huye.

A Tovar, sin embargo, le queda la apelación a las bases, sólo que esto es a lo que recurre Sánchez, quien fue abandonado por aquél cuando inicialmente se le adivinaba un futuro incierto. He ahí su problema: si en Murcia se imponen las ´bases de Sánchez´ frente a Susana Díaz, esas ´bases´ ya no serán las de Tovar, sino de Sánchez, a quien dejó tirado. Por imperativo, claro.

El PSOE quiere que Gras haga política
«Hay que hacer política». Es el sonsonete que escucha José Ignacio Gras, el portavoz socialista en el ayuntamiento de Murcia, de algunos de sus compañeros del aparato del partido. Pretenden disuadirlo así de su tendencia a ´colaborar´ con el Gobierno del alcalde popular, José Ballesta, en la aprobación de los presupuestos municipales. Todos los argumentos de Gras suelen ser replicados con esa frase: «Hagamos política».

El portavoz socialista sugiere que es mejor negociar los presupuestos para que, dado que Ballesta precisa de los votos del PSOE, sea posible modificar algunas de las partidas para conducirlas a los intereses políticos del PSOE en la capital. Mejor, dicen en el entorno de Gras, «sacar provecho en favor de nuestro programa que ´quedar bien´ ante el respetable ofreciendo una oposición cerrada». Es algo así como la ´teoría Gestora´ trasladada al ámbito local. Pero la respuesta es inevitablemente: «José Ignacio, hay que hacer política». Y es que Gras, a pesar de su larga militancia en el PSOE, presenta una pinta heterodoxa, como si se considerara ajeno a las sujeciones clásicas. Va como distraído, con su lema favorito: «Yo promuevo una Murcia amable».

Otro pretexto de Gras y quienes lo apoyan es que si el PSOE prescinde de su influencia, otros Grupos ocuparán el hueco, como Ciudadanos, responsable principal de que Ballesta fuera proclamado alcalde, aunque después no ha podido influir demasiado en las políticas municipales precisamente porque el PSOE, aun manteniendo la crítica al PP, ha colaborado con éste en los presupuestos, y esto siempre frente a las indicaciones contrarias del jefe regional del partido, Rafael González Tovar, quien no encuentra el modo de ´hacer recapacitar´ a Gras sobre su actitud colaborativa.

«Hay que hacer política», insisten ante el portavoz municipal desde la sede regional de Princesa y desde el propio Grupo Municipal Socialista, fraccionado desde hace tiempo entre tovaristas, capitaneados por Enrique Ayuso, y quienes se han decidido, con el pretexto de las primarias, por el apoyo a Susana Díaz y, por tanto, se alejan de la posición del aparato regional.

La presión a Gras para que ´haga política´ es tan insistente que en realidad se sospecha en su proximidad que de lo que se trata es de aburrirlo para que renuncie a la Concejalía y Tovar pueda ejercer la oposición a Ballesta desde la sede regional del partido. ¿Conseguirán apretar a Gras para que renuncie? No parece fácil el objetivo, a pesar de que le tiren encima a los pedáneos socialistas que comanda Tovar y a los secretarios de las agrupaciones municipales en línea.

Hay que recordar que Gras les hizo a todos, empezando por Tovar, un impagable favor al prestarse, contrarreloj, a aceptar la candidatura socialista a la alcaldía de Murcia, que nadie quería después de que el secretario regional ´despidiera´ por las bravas a Pedro López, quien había ganado las primarias municipales por incomparecencia de adversario, pero que se resistía a construir el resto de la lista municipal de acuerdo a los intereses orgánicos de Tovar.

¿Y qué cosa es ´hacer política´? Me cuentan una anécdota (no puedo asegurar que no sea apócrifa) que podría ser ilustrativa. Dicen que hace meses, un grupo de representantes socialistas en una pedanía murciana se presentó en el despacho de Gras para exponerle un problema de su zona: un camino sin asfaltar en el que se venían produciendo insistentes accidentes.

La representación socialista opinaba que era preciso elevar esta cuestión al Ayuntamiento y promover manifestaciones de los vecinos para hacer evidente el malestar. Al parecer, Gras les pidió que permanecieran unos minutos en su despacho mientras él se desplazaba hasta el del alcalde, ante quien expuso esa situación y le pidió colaboración para solucionarla.

Ballesta le aseguró que en pocos días se resolvería esa preocupación vecinal, pues se trataba de algo que no exigía grandes complicaciones. Gras regresó a su oficina y comunicó la buena nueva a sus compañeros socialistas: «Tranquilos, me acaba de decir el alcalde que esto está solucionado en quince días». La bronca al portavoz, dicen, fue monumental: «¿Cómo que has solucionado el problema? ¿No ves que teníamos una oportunidad magnífica para movilizar el vecindario? Y ahora ¿qué? ¿Tendremos que agradecerle al alcalde del PP que haya asfaltado el camino?».

A eso le llaman algunos ´hacer política´: provocar que los problemas persistan para desgastar la autoridad de quienes tienen la obligación de solucionarlos sin ningún otro interés por la cosa pública.

«Hay que hacer política», insisten ante Gras cada vez que éste se muestra decidido a colaborar o a establecer consensos con el poder municipal del PP, que por otra parte necesita de esa colaboración. Y Gras, al cabo del tiempo, parece haber encontrado una réplica adecuada: «¿Hacer política consiste en lo que se ha venido haciendo durante los últimos veinte años con tan espléndidos resultados electorales?». Lo demás es silencio.

A un paso de entrar en Ciudadanos

A esa distancia está Juan Ramón Calero: a un paso de entrar a Ciudadanos. El más conocido, el que aparece a la derecha de la imagen. Porque el otro, el que se sitúa a la izquierda, que también se llama Juan Ramón Calero, ya es militante del partido de Albert Rivera. Es probable que el padre, el que fuera presidente regional de Alianza Popular en los prolegómenos de la irrupción de la derecha en el poder en la Región de Murcia, se haya decidido a militar en Ciudadanos para apoyar a uno de hijos, el que luce su mismo nombre, contaminado éste por la vocación política de su progenitor, que estuvo entre los pioneros de la alternativa de derechas en la etapa democrática que abrió la Transición. 
 Calero, el veterano, no es un fichaje de Ciudadanos, sino un humilde expolítico que un día de estos pedirá el carné para militar en la base y desde ella observar (y, sin duda, aconsejar) a su ´hijo político´. En la foto, los Calero posan en uno de los actos protagonizados durante esta semana en Murcia por Albert Rivera, en compañía (en el centro) de Javier Pérez militante de Ciudadanos que procede del PSOE. 
Véase el ´milagro Rivera´: el PSOE del 82, el más genuino, junto a la Alianza Popular de los viejos tiempos, más las nuevas generaciones del centro derecha que tienen a Ciudadanos como primera opción. Un cóctel que en otros tiempos podría resultar incomprensible, pero que tras las convulsiones de los últimos años aparece tan coherente como cualquiera otra imagen que se nos quiera presentar. El modelo francés en que ha triunfado la heterodoxia Macron sobre las convenciones tradicionales tiene en esta estampa un destello.   
(*) Columnista

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