Que "el gobierno esté dispuesto a todo
para impedir el referéndum" es noticia cuando menos preocupante. Habrá
quien se sienta tranquilizado y quien, con cierta legitimidad procedente
de la experiencia, intranquilizado. Ese adjetivo indefinido que también
figuraba en las puertas de los cuarteles de la Guardia Civil, en este
país permite abrigar negros presagios. Inútil preguntar qué es "todo".
Todo es todo. Lo legal y lo ilegal. Por lo demás, el Estado nunca hace
nada ilegalmente ya que, mediante el estado de excepción, puede
suspender la legalidad con lo que cualquier ilegalidad es legal,
excepcionalmente legal.
Esa
firme voluntad del Estado de hacerlo "todo" para impedir el referéndum
se apoya en la necesidad de evitar una repetición de la consulta del 9N.
Y si ahora va a hacerse "todo" para impedirla, ¿por qué no se hizo el
9N? No solo no se impidió sino que hubo burlas sobre ella desde el mismo
gobierno, al compararla con una verbena sin consecuencias juridicas,
salvo las penales que sí está teniendo. Entonces no se impidió y ahora
sí, ¿por qué? La arbitrariedad es uno de los rasgos más irritantes de
las tiranías.
Ese
puñetazo del todo sobre la mesa parece ser la respuesta del Estado a la
proposición de diálogo y pacto sobre el referéndum de los indepes en La
Cibeles el lunes. En realidad, ya se anunciaba en los energúmenos que
llamaban "hijos de puta" a los catalanes a la entrada y salida del acto,
en una muestra más de la hospitalidad de los madileños. Ese "hijos de
puta" es el sentido último del "todo".
También se adelanta a la carta que ayer envió Puigdemont a Rajoy invitándole por enésima vez a negociar un referéndum.
El recurso al género epistolar en la era de las TICs tiene un regusto
literario. El remitente no se ha puesto plazo límite de espera de
respuesta y no lo necesita. Antes de llegar a destino la carta ya tiene
respuesta: "no".
A partir de aquí, es el famoso juego del gallina. Las
cuatro opciones son posibles. Se trasluce de una frase del discurso de
Puigdemont en la Cibeles: "no hay poder (en el Estado) para detener
tanta democracia". A esa frase es a la que contesta la afirmación del
gobierno de estar dispuesto a "todo".
La
cuestión es si la oposición va a tolerar o apoyar una política de
confrontación sin proponer soluciones alternativas que puedan
negociarse.
Cincuenta días
Es tradición y norma de decoro político
dar 100 días de gracia (o carencia) a quien acaba de acceder a un cargo
de gestión y responsabilidad política. Al no ser el cargo institucional
del Estado sino de partido, aunque muy importante y tratarse no solo de
un electo, sino de un reelecto (en una peripecia con un toque de thriller)
podríamos rebajar el plazo a la mitad. Cincuenta días de margen y
libertad para que el recién llegado pueda acomodarse, reformar lo que
estime oportuno y poner en marcha su programa sin verse entorpecido por
críticas y ataques que no pueden serlo a su obra, ya que no se ha
iniciado, sino a su persona y por motivos personales.
Parece
generalizarse un ánimo respetuoso con esta civilizada costumbre. Los
barones hostiles (Javier Fernández, García Page, Ximo Puig y Fernández
Vara) han pactado ya listas integradas para el Congreso, esto es, con
representación proporcional a los resultados de las primarias. Solo
queda Díaz que, si bien proclama lealtad al nuevo SG, no acepta la
fórmula de las listas integradas y plantea un frente de resistencia,
tomando Andalucía como su bastión. Y aun aquí hay presiones para
conseguir listas de integración.
La gestora se reúne con Sánchez para hacer una trasmisión educada de
unos poderes de los que tanto abusó. Hasta Felipe González, a
regañadientes, dice que hay que apoyar a la mayoría,
como si fuera una concesión y no un deber democrático. De Zapatero, tan
activo y dicharachero en la campaña de Díaz, no se sabe nada. Es
esperar que, tras meditarlo, también apoye a la mayoría. Rubalcaba
tampoco se ha manifestado en persona, aunque viene a hacerlo a través de
los furibundos editoriales de El País, desde aquel famoso en que se trataba a Sánchez poco menos que de psicópata estilo Unabomber, hasta los más recientes anunciando cavernoso el Finis Hispaniae a manos de este peligroso izquierdista.
De
los demás claros varones de Castilla poco puede decirse salvo que,
siguiendo inveterada costumbre, acuden solícitos en auxilio del
vencedor.
Cincuenta
días de carencia antes de enjuiciar sus medidas. La política de
personal político, nombramientos, reemplazos, etc., es cosa suya y de su
equipo que alguna idea tendrá. En dos asuntos, no obstante, sí podemos
los demás meter baza: a) lo referente al próximo congreso 17/18 de junio
y b) las relaciones con la izquierda.
En
cuanto al próximo Congreso es de esperar que, reflejando el sentir de
la mayoría de la militancia, se puedan debatir en igualdad de
condiciones las propuestas presentadas y, desde luego, la de una gestora
fallecida de muerte natural y la del equipo del nuevo SG, esa que Díaz
llamaba "folleto". Con eso bastará para que el SG y la ejecutiva tengan
un margen holgado de acción en una situación política muy compleja y
delicada.
En
cuanto a las relaciones con la izquierda y específicamente con Unidos
Podemos es básico que el PSOE clarifique su actitud. Ahora hay un
enfoque nuevo, con un nuevo liderazgo que pretende tomar la iniciativa,
no que se la impongan. Es razonable aplazar toda medida práctica en ese
campo hasta el congreso para no contradecir la política aplicada por el
grupo de la gestora consistente en hacer mutis por el foro. Pero sin
olvidar que se trata de un aplazamiento para luego pedir la
reprobación/dimisión de Rajoy y, de no darse, presentar una moción de
censura por su cuenta. Esto esencial para que no quepa decir que no ha
habido cambio en el PSOE sino que este sigue en su situación de
subalternidad a la derecha. Entre tanto, la presentada por UP seguirá su
curso, se debatirá y será derrotada, ya que solo se ha pactado y en el
último instante con los indepes catalanes.
La reelección de Sánchez devuelve al PSOE la iniciativa política en una situación de centralidad que nunca había perdido. Puede verse en ese escurridizo intento chantaje de Podemos al PSOE de que presente una moción de censura a cambio de retirar ellos la suya, una por la que trajeron a la gente de manifa plebiscitaria con alharacas quincemayescas tan sonoras como silencioso fue luego el eco en los medios. Cualquier intento de presionar al PSOE blandiendo una mocion de censura disparatada esta condenado al fracaso. Emplear una política de hechos consumados con quien puede permitirse ignorarlos deja al que lo hace en una posición ridícula. Los socialistas presentarán su moción decensura cuando ellos decidan y no al dictado de Podemos. Pero tiene que haber una reprobación, una petición de dimisión y una moción de censura por ese orden.
La reelección de Sánchez devuelve al PSOE la iniciativa política en una situación de centralidad que nunca había perdido. Puede verse en ese escurridizo intento chantaje de Podemos al PSOE de que presente una moción de censura a cambio de retirar ellos la suya, una por la que trajeron a la gente de manifa plebiscitaria con alharacas quincemayescas tan sonoras como silencioso fue luego el eco en los medios. Cualquier intento de presionar al PSOE blandiendo una mocion de censura disparatada esta condenado al fracaso. Emplear una política de hechos consumados con quien puede permitirse ignorarlos deja al que lo hace en una posición ridícula. Los socialistas presentarán su moción decensura cuando ellos decidan y no al dictado de Podemos. Pero tiene que haber una reprobación, una petición de dimisión y una moción de censura por ese orden.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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