Isabel la Católica quería que en las crónicas reales su esposo
tuviera el mismo protagonismo que ella, pero una vez le reprochó al
cronista Hernando del Pulgar que la hubiera ignorado en el relato de una
gesta bélica del rey. Poco después, la reina dio a luz y Hernando del
Pulgar, respetando los deseos de la monarca, tiró de retranca y
escribió: «Ayer, 6 de noviembre de 1479, entrada la noche, sus
majestades Doña Isabel y Don Fernando parieron una niña».
Si en lo
político hoy tanto monta, monta tanto, Pedro Antonio como Fernando,
podría decirse que el 4 de mayo de 2017, entrada la tarde, López Miras y
Sánchez parieron un gobierno. De rasgos masculinos, a diferencia del
anterior, donde había más mujeres que hombres. Concebido para dinamizar
la economía y el empleo (el objetivo prioritario que se marca López
Miras) y para encarar las autonómicas de 2019 (el reto en el que ya
piensa Pedro Antonio Sánchez, confiando todavía en su vuelta). En
definitiva, un Ejecutivo neonato con custodia compartida.
En las
actuales circunstancias tiene su lógica política. Más le vale al PP que
exista comunicación y sintonía entre ambos para no repetir el choque
Valcárcel-Garre, aunque esta bicefalia, de nuevo anómala y exteriorizada
en la toma de posesión pese a lo que dictaba el protocolo, no beneficia
a la imagen de ninguno si el vaso comunicante se percibe como tutela.
Es obvio que el nuevo Gobierno tiene el visto bueno de PAS. El propio
Jódar declaró el jueves a la televisión local de Lorca que esa mañana
recibió llamadas de Sánchez y Miras para sumarse al Gobierno, cuyo
equipo apenas cambia, salvo por la incorporación de dos políticos
próximos a ambos y un gestor de la sanidad pública. Aparentemente es en
la estructura del gobierno donde Miras deja su impronta. Un vuelco tan
importante de organigrama y de competencias que podría percibirse como
una enmienda a la totalidad.
Tanto que parece imposible que se haya
hecho sin la aquiescencia y la colaboración del propio PAS. Todo indica
que se ha gestado desde el convencimiento en que dará resultados, pero
también para proyectar que Miras no es una marioneta sin ideas propias.
En el plano político esto último tiene su aquel, pero la cuestión mollar
ya no es tanto la autoría como la funcionalidad de los cambios. Si
serán útiles o, por el contrario, aportarán barullo administrativo y no
más eficacia.
De entrada es llamativo que López Miras insista en que no
se puede perder un minuto y haga cambios estructurales de tanto calado
para veinticinco meses, dado que necesitarán muchos minutos, semanas o
¿meses? de reorganización, reubicación y afinación.
Algunos maridajes chirrían. Presidencia y Fomento. Turismo,
Cultura y Medio Ambiente… La intención de todos ellos está clara. Ubicar
las competencias de Universidades junto a Empleo y Empresa o las de
Cultura con Turismo obedece al deseo de convertirlas en palancas de
actividad económica, lo cual tiene su lado positivo porque ciertamente
es necesaria más interrelación de los campus con los sectores
productivos y porque la cultura presenta también un innegable componente
de actividad industrial y turística.
Pero sería un error si se plantea
la Universidad y la cultura desde una perspectiva estrictamente
economicista. La generación de conocimiento y la cultura tienen sentidos
mucho más profundos en las sociedades modernas. Habrá que ver en qué se
concreta y si sirve de algo porque el hábito, por sí solo, no hace al
monje. De poco vale, por ejemplo, una Consejería de Transparencia si su
ley se interpreta a la carta de forma restrictiva e interesada.
Otras dudas surgen con la ubicación de Medio Ambiente. Sobre
todo cuando el objetivo prioritario es la recuperación del Mar Menor,
cuya solución es indesligable de la situación que atraviesan los
agricultores del Campo de Cartagena. Ahora el Ministerio de Agricultura y
Medio Ambiente tendrá que abordar ambos asuntos indisolubles con dos
consejeros que tendrán que ponerse al día a la carrera y coordinarse.
López Miras merece el beneficio de la duda, aunque haya sido elegido
exclusivamente por su antecesor.
Acierta en los descartes (ambas
consejeras cesadas estaban abrasadas), aunque mi impresión es que se ha
embarcado en una alambicada remodelación que era innecesaria para solo
dos años. Un reajuste más propio de un inicio de legislatura. La Región
tiene urgentes problemas colectivos (Mar Menor, agua y financiación) que
podrían haberse abordado sin este tsunami competencial. Más nos vale
que Miras, o Miras y Sánchez, hayan acertado.
(*) Periodista y director de La Verdad
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