Señores hermanos y hermanas de otros mundos que nos visitan en silencio:
No
sé en qué buzón debo depositar esta carta, ni qué protocolo diplomático
debo seguir, ni a quién o quiénes debo dirigirme, porque soy consciente
de que hay una enorme diversidad de especies y razas benévolas que
visitan a la Humanidad, de procedencias muy distintas, con la mejor
intención de ayudar a nuestro planeta, pero supongo que debo dirigirme a
mi propia familia cósmica, porque todos procedemos de una familia
espiritual milenaria.
No
he desarrollado las habilidades videncia, ni de telepatía, para
comunicarme a distancia, por lo que no consigo recordar conscientemente
quiénes son ustedes, pero desde lo más profundo de mi corazón los amo
tiernamente, entrañablemente, y sólo me salen lágrimas de agradecimiento
cuando intento recordarlos, porque sé que me han ayudado en secreto
cada vez que lo he necesitado.
Sé
que ustedes me conocen a mi, porque llevo muchos años comprometido con
la causa de la ascensión del planeta y he utilizado mis habilidades
periodísticas para difundir estos temas.
Sé
que no soy lo suficientemente importante para ser un contactado, ni
tampoco envidio a los que lo son, porque sé que eso conlleva una
responsabilidad enorme, y una carga que no me apetece llevar ante una
humanidad ingrata, como le pasó al profeta Jonás.
Pero
la peor carga de todas es la separación de nuestro origen divino, el
olvido de nuestra identidad verdadera, la incompresión de la mayoría de
la Humanidad, la matanza de seres inocentes, la putrefacción de la
sociedad, la falta de empatía hacia el sufrimiento de todos los seres y
del amado planeta Gaia.
Por
eso lo único que os pido es que no os demoréis más en la liberación de
la humanidad, que tengáis compasión por el sufrimiento de los justos,
que rompáis el doloroso velo de la separación, el secreto y el
ocultamiento, que se acabe la miseria moral y material de este planeta, y
que se difunda la Verdad liberadora.
Este
valle de lágrimas debe convertirse en un paraíso de alegría, entusiasmo
y libertad, y todos los hermanos tóxicos opresores deben seguir
aprendiendo sus lecciones lejos de aquí, para que no hagan sufrir a la
buena gente inocente.
Estoy
cansado de ver miserias, y no me hablen de “respetar el libre albedrío”
porque ¿qué libertad de decisión tiene el esclavo ignorante? Primero
tendría que dejar de ser esclavo e ignorante para poder decidir su
camino.
Por
lo tanto os suplico encarecidamente que aceleréis la liberación de la Humanidad y, a nivel personal, únicamente salud y armonía para evitar
los desajustes corporales que sufro de vez en cuando.
Me inclino respetuosamente con el saludo universal de Orión.
(*) Periodista
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