domingo, 18 de junio de 2017

Prioridades / Alberto Aguirre de Cárcer *

El factor clave para el progreso de los países o regiones reside en la calidad de sus instituciones democráticas. Esta tesis formulada por el economista Daron Acemoglu, que ha recibido esta semana el premio ‘Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento’, concluye que el éxito o el fracaso de las naciones depende en gran medida de cómo las sociedades organizan sus estructuras de poder y de si las élites que las ocupan se dedican a buscar el beneficio propio o, por el contrario, persiguen el interés general, promoviendo la mejora de la calidad educativa, la innovación en el tejido productivo o la transparencia y la participación en las instituciones políticas donde se toman las decisiones. 

Para el autor del libro ‘Por qué fracasan los países’, si la política no funciona de forma adecuada, tampoco lo hará la economía, al menos de una forma sostenible a lo largo del tiempo. 

Ahora que se cumplen 40 años de nuestras primeras elecciones democráticas, y 35 de nuestro estatuto de autonomía, si uno echa la vista atrás podrá concluir que nuestro sistema político ha progresado en la correcta dirección, pese a que la fortaleza institucional y la participación de la sociedad civil en los asuntos públicos sigue siendo claramente mejorable. Probablemente porque el edificio democrático no se entrega llave en mano sino que está en permanente construcción colectiva. Y como se trata de un proceso dinámico es importante tener claras cuáles son las prioridades y las demandas ciudadanas más acuciantes en cada momento.

Luchar contra la corrupción, comprometerse con el cumplimiento del la ley y establecer controles para garantizar la limpieza del juego democrático deberían hoy ser obligaciones prioritarias de nuestros gobernantes. No hay otro camino para lograr una sociedad mejor y más justa. Sin embargo, da la impresión de que se abanderan estos principios solo cuando esos vientos soplan a favor, sirven para desgastar al adversario y franquean la llegada al poder. 

El PP regional se está equivocando al no asumir, como reflejan las encuestas del CIS, que la corrupción y el despilfarro de las arcas públicas asociado son una preocupación ideológicamente transversal que también indigna a sus votantes. Pero también yerra la oposición cuando antepone, en la primera petición de cuentas al presidente López Miras en la Asamblea, la cuestión de si Pedro Antonio Sánchez dejará su acta de diputado a una explicación sobre las actuaciones que realiza el Ejecutivo para solucionar la falta de agua para nuestra agricultura. 

Todo es opinable, pero parece que lo segundo es hoy más acuciante para las decenas de miles de personas que viven del Trasvase. Comoquiera que las investigaciones judiciales pueden alcanzar a todos los cargos electos con responsabilidades de gestión empiezan a generalizarse las contradicciones donde priman las estrategias de partido. 

Desde una posición equidistante es difícil de asimilar cómo se puede echar en cara el incumplimiento del artículo 54 de la Ley de Transparencia en el caso de Pedro Antonio Sánchez y no exigir su observancia al alcalde José López, imputado por cuatro presuntos delitos de corrupción. Es obvio que el PSOE ha decidido mirar para otro lado unos cuantos días para no poner en riesgo el bastón de mando de Cartagena. Pero ahí seguirá esa contradicción, públicamente expuesta, hasta que no se aclare judicialmente las acusaciones contra López.

A la postre, los dos grandes partidos que hoy se reparten el poder en las administraciones regional y municipal, no están saliendo bien parados ante la opinión pública de esta espiral incesante de polémicas que se zanjan siempre en clave partidista. Para el PP el roto ya ha sido descomunal. Lo peor es que prevalecen las posiciones de partido incluso cuando no hay presuntas corruptelas de por medio. 

José Ignacio Gras, exportavoz del PSOE en Murcia, tenía claro cuál era la prioridad ante los ciudadanos en la negociación de los presupuestos municipales y a la vista de que prevalecían intereses de estrategia partidista decidió echarse a un lado, sin hacer más ruido que el necesario para hacer ver los motivos de su renuncia. Un gesto que le honra. Otros se hubieran sometido a la voluntad del aparato para seguir en el machito. Pero Gras no es más que la excepción que confirma la regla. 


(*) Periodista y director de La Verdad


1 comentario:

Anónimo dijo...

Je je, este pedante siempre comienza sus artículos con una cita a terceros, a veces metida con calzador, queriendo dar una imagen de erudición. Patético.