Pocos van a entender las razones de la dimisión, que se producirá hoy, del diputado de Podemos Antonio Urbina
si se atiende exclusivamente a sus propias palabras, a no ser los expertos en la
lectura entre líneas. Hay una contradicción de bulto: el hasta hoy
diputado promueve la rotación de cargos institucionales
y predica con el ejemplo, pero a la vez aboga por la continuidad del
resto de sus compañeros en el Grupo Parlamentario de Podemos, gane quien
gane las primarias del partido, dato que se conocerá oficialmente
mañana. En realidad, su sacrificio se produce con la intención de
garantizar esa continuidad, ya que parece que ha sido pactada.
No sé si dentro de Podemos causará sorpresa esta dimisión,
pero fuera de la organización deja estupefacto a cualquier observador.
Urbina se reveló en poco tiempo como una de las piezas principales del
Podemos murciano; sus actuaciones parlamentarias han rebosado rigor y oportunidad,
y su trabajo en la comisión de investigación de la desaladora de
Escombreras es difícilmente superable. Es una pieza rara, difícil de
clonar, y su incorporación a la vida política ha dado valor a Podemos,
al Parlamento murciano y a los debates políticos en general. Su dimisión
es un desperdicio insoportable en un contexto en que no sobran los políticos de alto nivel, militen en el partido en que militen.
Podríamos decir que Urbina es la primera víctima
del duro forcejeo que han supuesto las primarias de Podemos, un partido
fracturado por dos concepciones muy distintas de la práctica política. A
mediodía de ayer concluyó el proceso de votación por vía telemática
para elegir al titular de la secretaría general, y mañana se dará a
conocer el resultado. Hoy es algo así como un ´día de nadie´, una
especie de ´jornada de reflexión´ cuando ya está todo reflexionado y
decidido. Urbina aprovechará este ´día tonto´ para presentar su dimisión
en el registro general de la Asamblea, una decisión que adoptó hace
semanas y que sólo conocía un entorno muy preciso, además de quien ha de
sustituirlo en su escaño. De este modo, el anuncio no ha podido influir
en los votantes, pues se produce tras el cierre de las urnas, y él
mismo se preserva de interpretaciones interesadas de parte al dimitir
antes de conocer los resultados. Dimite con independencia de quién resulte ganador.
La clave de esta dimisión tiene que ver con el hecho de que el aparato nacional de Podemos pretendió buscar una alternativa a Óscar Urralburu,
quien en Vistalegre II secundó las tesis errejonistas, y decidió
encomendar esa misión a Urbina, quien además de diputado dispone de una
posición estratégica fundamental en Podemos: conduce la secretaría de
Organización. Esta ´oferta´ explicaría los iniciales tiempos de espera
de la opción que finalmente se forjó, liderada por Lola Sánchez.
Urbina se negó en redondo, desde el principio, a convertirse en el
contrincante de Urralburu, y en ese intermedio se quemó políticamente, a
su pesar. De un lado, es probable que el equipo de Urralburu lo viera
con desconfianza, dado que el ´aparato central´ lo tenía localizado como
posible alternativa, y de otro, al rechazar esa posición, tampoco sería
bien visto por la otra parte.
Urbina habría decidido entonces quitarse de enmedio, pero poniendo condiciones a ambos extremos del cuadrilátero con la legitimidad que
le otorgaba su renuncia. Al parecer, exigió a Madrid que no convirtiera
a Murcia en campo de batalla de los flecos de Vistalegre, y que se
evitaran la visitas de Iglesias, Errejón, Urbán (líder de
Anticapitalistas, el sector al que pertenece Lola Sánchez) o sus
respectivos adlatéres. Y a Urralburu le podría haber arrancado el
compromiso de que no dimita, ni él ni el resto de diputados del Grupo
parlamentario, en caso de perder las primarias. Leamos su artículo:
«Han de concretarse dos cosas: el mantenimiento del portavoz en la
Asamblea, que puede coexistir perfectamente con una secretaria general
encarnada por una persona diferente». Y una segunda: pide a Urralburu
que, en caso de que sea ratificado en el liderazgo, «haga un esfuerzo
real para crear una sinergia integradora».
Urbina se marcha, pero
deja un testamento claro: estabilidad en caso de que gane Lola Sánchez,
y mayor integración si Urralburu es ratificado.
En el fondo, lo
que se ha dirimido en esta votación son dos modelos diferentes de
partido y del modo y temarios de la actuación política institucional.
Urbina, que ha estado en la cocina de la secretaría de Organización,
debe conocer a fondo la complejidad de armonizar estas posiciones,
hasta el punto de haberse visto triturado por el ejercicio de la
conciliación. Al menos ha salvado algunos muebles para la marca: evitar
el espectáculo de un rifirrafe local con proyección en lo nacional, y
mantener al Grupo Parlamentario aunque el resultado fuera adverso para
la posición que mantienen sus actuales integrantes (si bien esto
dependerá, al final, sin duda, de que en caso de derrota del aparato
regional ésta no fuera demasiado humillante).
En Podemos todo está abierto. Incluidas las puertas. Lamentablemente, en primer lugar las de salida.
(*) Columnista
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