domingo, 25 de junio de 2017

Escuela de calor / Rosa Roda *

Diez años han pasado desde que Rajoy cuestionara el cambio climático porque un primo suyo que es físico en la Universidad de Sevilla le había contado que si no se puede predecir el tiempo que va a hacer mañana, ¿cómo se va a predecir el que va a hacer dentro de trescientos años?

«No podemos convertirlo en el gran problema mundial porque hay otros más importantes», llegó a decir el entonces candidato a la presidencia del Gobierno de España que ahora anuncia una Ley de Cambio Climático al mismo tiempo que castiga el autoconsumo eléctrico con un peaje de respaldo que, aunque no se está cobrando en España, existe en el BOE. España no es el único país del mundo con un impuesto al sol, pero sí el que más trabas pone porque las licencias administrativas pueden llegar a costar más que la propia instalación de energía solar. En Portugal, por ejemplo, es realmente sencillo conseguir una licencia para autoconsumo eléctrico. 

El cambio climático es una verdad tan incómoda como la pobreza de la que cada año alerta Cáritas y por eso el Gobierno de Rajoy llegó a cuestionar la veracidad de sus informes. Le estropeaban los titulares de recuperación económica. Los meteorólogos advierten de que vamos a un verano eterno en determinadas zonas de España como la región de Murcia, considerada por algunos expertos como la zona cero del cambio climático en Europa donde el avance del desierto es más que evidente y las sequías se hacen resistentes. La Confederación Hidrográfica del Segura no descarta restricciones para abastecimiento el próximo otoño si seguimos sin trasvases de agua desde el Tajo. Un trasvase derogado en la práctica por la Ley del Memorándum que nos coló Cospedal. 

Una investigación de la Universidad de Hawai concluye que el 74% de la población mundial estará expuesta en 2100 (faltan menos de cien años) a olas de calor mortales. Los científicos han descubierto el umbral en el que la temperatura y la humedad elevada se vuelven letales para el ser humano. «Nos estamos quedando sin opciones de futuro», dice Camilo Mora, que es uno de los autores principales del estudio publicado en Nature Climate Change donde recuerda que el organismo humano «solo puede funcionar correctamente en un rango muy estrecho de temperaturas corporales en torno a los 37 grados centígrados».

Entre 1980 y 2014 se registraron 783 olas de calor letales en 164 ciudades de 36 países. La de 2003 en Europa acabó con la vida de miles de personas de las que 13.000 eran españolas según datos del Instituto Nacional de Estadística.

Los expertos señalan que disminuir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero no prevendría los episodios calor, solo reduciría su frecuencia, disminuyendo en un 26% el número de personas afectadas de cara a 2100. Y por eso «es absolutamente necesario que los políticos aumenten la inversión en fuentes de energía alternativas y que los gobiernos locales desarrollen proyectos verdes (planten árboles) para reducir el calor absorbido por las construcciones y el asfalto de las ciudades», concluye Mora. 

Habitamos nuestro planeta como si tuviésemos otro al que mudarnos. Y no lo hay, pero parece que nos da igual. Y cuando la televisión o la radio advierten del deshielo en los polos, aumento de las sequías y del calentamiento global, pensamos para tranquilizarnos que son cosas de ecologistas: unos idealistas desocupados y algo perroflautas que alucinan reciclando los envases del yogur y dicen lo que dicen porque no tienen otra cosa mejor que hacer y, encima, mucho de ellos acaban detenidos por encaramarse a edificios para colgar grandes pancartas. 

Muchos piensan así porque no les importa qué pasará bajo la premisa de que no lo verán sus ojos. Otros, simplemente, son ignorantes. Y luego están los que, por miedo, se niegan a reconocer lo que está sucediendo y confían en que otro vendrá que luego lo arreglará. 

Las renovables, como la solar, convienen al planeta porque contribuyen a reducir las emisiones de CO2, pero España no apuesta por ellas porque amenazan los beneficios de las grandes empresas eléctricas a quien Rajoy protege con la complicidad de Albert Rivera, que apoyó el veto del Gobierno a tramitar la ley que derogaba al impuesto al sol con el argumento de que el Estado dejaría de recaudar 162 millones de euros al año. ¿Alguien ha calculado cuántos millones en ingresos al Estado reportaría la supresión de ese peaje de respaldo o su reducción a la mínima expresión? Se estima que una empresa o familia podrían reducir entre un 35% y un 40% la factura energética. Si la Región de Murcia consiguiese la supresión del impuesto al sol como lo ha logrado Canarias gracias a un solo diputado en el Congreso, faltaría suelo industrial en la región para dar cabida a todas las empresas nacionales e internacionales que querrían trasladarse a nuestra Comunidad. 

El problema para el planeta Tierra es que existe un conflicto entre el interés a corto plazo de las élites gobernantes y empresariales y el interés a largo plazo de la sociedad en su conjunto, especialmente si la élites logran aislarse de las consecuencias de sus acciones o inacciones. Y si algo saben hacer las élites es aislarse del mundanal ruido y, por supuesto, del calor.

Los mandatarios viven aislados del calor la mayor parte del día porque sus despachos y salas de reuniones están climatizadas. Que haya aulas escolares que están alcanzando y superando los 32º no deja de ser un dato que leen o escuchan y al que reaccionan anunciando auditorías energéticas y millones en inversiones que ya veremos si luego se materializan. De titulares vacíos podríamos hacer una tesis en la Región de Murcia. Debo recordar que del plan de fomento de la lectura anunciado en 2016 para 2017 nada se sabe y del plan sombra para dotar de sombrajes los patios de los colegios anunciado recientemente por el nuevo consejero de Salud tampoco conocemos plazos ni presupuesto.

La consejería de Educación no sabe cuántos colegios públicos de la región disponen de aire acondicionado en sus aulas ni quién los ha pagado. Acaba de mandar una circular a los colegios pidiendo información. No sabe que hay centros donde lo han financiado las propias asociaciones de padres y madres de alumnos hartos de ver a sus hijos salir asados como pollos. En la Región de Murcia, por si no lo sabían, los colegios de nueva construcción no se proyectan con aire acondicionado, como si en Burgos proyectaran colegios sin calefacción. Un disparate. 

«¡Es que parece que los niños no son personas para las autoridades!», me decía una maestra de infantil de un colegio del municipio de Murcia con un total de trece aulas de las que solo tres disponen de aire acondicionado que han pagado los padres y madres de alumnos haciendo rifas para recaudar el dinero necesario. Y cuando el calor aprieta trasladan y agrupan a los más pequeños y sensibles a un golpe de calor a esas aulas climatizadas para que puedan aguantar el sofocón ¿Cómo era: «+ calidad +educación»?

Nuestra mayor amenaza no es un asteroide que pueda impactar contra la tierra. Nuestra mayor amenaza son los problemas medioambientales creados por nosotros mismos y nuestro estilo de vida. Dentro de cien años habrá zonas del planeta donde será imposible sobrevivir y se producirán migraciones climáticas masivas. Y Murcia, como todo el sur de España, será una de las zonas más afectadas de Europa.

No vamos a, estamos en un proceso de calentamiento del planeta del que, independientemente de cuáles sean sus causas, ya estamos sufriendo sus efectos. Y nadie sabe realmente lo que queda por venir. Es quizás la mayor amenaza a nuestro modo de vida tal y como hoy la conocemos. No queda otra que adaptarnos (ayudaría por ejemplo construir colegios con buenos aislamientos y aire acondicionado en la Región de Murcia) y enfrentarnos al calentamiento global con medidas a medio y largo plazo como aplicar con rigor la futura normativa de edificios de energía casi nula. No basta con cambiar el modelo energético, es urgente abordar con celeridad una planificación hidrológica nacional que redistribuya el agua: la lucha contra la desertificación es la mejor herramienta contra la subida de temperatura local, pero necesita de agua.

Estamos sembrando bombas con temporizador a cincuenta años que nadie parece interesado en desactivar. Confiemos en el buen criterio de ´los primos´ que susurran a nuestros políticos. Igual así conseguimos algo. Todavía hay esperanza siempre y cuando entendamos que el calentamiento global nos afecta a todos y todos somos parte de la solución.



(*) Periodista y jefa de Informativos en Murcia de Onda Cero

 




http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/06/24/escuela-calor/839979.html 

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