domingo, 25 de junio de 2017

Vientos de cambio / Alberto Aguirre de Cárcer *

Desde la visita en febrero a la Región del embajador de Canadá han pasado muchas cosas. Por ejemplo, Pedro Antonio Sánchez ya no es presidente regional y Pedro Sánchez vuelve a ser secretario general del PSOE. Con un bagaje de solo unos meses en España, a Matthew Levin le llamaba la atención tanto el fuerte empuje empresarial de nuestro país y región como la dinámica judicial que afectaba a la política española. Lo que probablemente no podía imaginar entonces es que la ratificación del tratado comercial entre la Unión Europea y Canadá podía verse en peligro por el radical cambio de posición del principal partido de la oposición de nuestro país. 

Todo indica que la Ejecutiva socialista apostará este lunes finalmente por la abstención, lo que no impedirá al Gobierno sacar adelante, con el apoyo de Ciudadanos y otros grupos, la ratificación de un acuerdo con un país al que 200 empresas murcianas exportan bienes y servicios por valor de 34 millones de euros. Lo relevante, por tanto, no es saber qué pasará con ese tratado comercial sino hacia dónde va el nuevo PSOE de Pedro Sánchez. Porque más que un giro respecto al tratado CETA ha sido un auténtico bandazo, anunciado escuetamente por la nueva presidenta del partido, Cristina Narbona, en un tuit de 15 caracteres («No lo vamos a apoyar») que le sitúan al margen de la posición mayoritaria en la socialdemocracia europea. 

No ha tardado mucho en manifestarse el viraje hacia la izquierda de un renacido PSOE donde hay menos contrapesos internos y el rumbo se dirime sin intermediaciones territoriales entre las bases y la actual cúpula, diseñada a su medida por el secretario general. No hay que darle demasiadas vueltas sobre el motivo de este giro. Varía la estrategia pero el objetivo de todos los partidos es siempre la legítima conquista del poder político, con la perspectiva, hoy no descartable por nadie, de un posible adelanto electoral para 2018. 

A diferencia de sus antecesores, que alcanzaron La Moncloa buscando desde la izquierda el mayoritario voto no ideologizado de centro, Pedro Sánchez considera que solo tendrá opciones si se desliza en sentido inverso, recuperando votos fugados a Podemos o aliándose con la formación morada, los nacionalistas y Cs, un extremo ya más complicado que cuando intentó la investidura.

Al margen de las cuestiones de fondo, la nueva etapa se ha iniciado de forma atropellada y zigzagueante. Verbalizando decisiones y reformulando posiciones sin tener preparado un relato, ni siquiera un mínimo argumentario, para desconcierto no solo de la opinión pública sino también de muchos dirigentes y militantes. Ya antes de este ‘no es no’ al tratado UE-Canadá, Sánchez generó confusión con el asunto de la plurinacionalidad y la «nación de naciones» de su propuesta federalista. 

En realidad, lo primero ya está contemplado por la Constitución en su segundo artículo, que habla de regiones y nacionalidades, pero el líder socialista tropezó de nuevo en un concepto, la «nación de naciones», que no deja de ser una construcción gramatical ficticia (tan poética como la expresión ‘rey de reyes’ e imposible como una ‘célula de células’). Puede valer para un mitin en Badalona, pero plasmada en el articulado de una Carta Magna adquiere una carga político-jurídica que llevaría implícito un reconocimiento de soberanía para esos territorios, por más que asegure Sánchez lo contrario. 

Mucho esfuerzo pedagógico deberá hacer para apuntalar estas ideas que, por ahora, no levantan entusiasmo en los nacionalistas catalanes y suscitan escepticismo, estratégico o no, en Podemos. No lo tendrá fácil porque la Declaración de Granada que heredó de sus antecesores como kilómetro cero para el federalismo era inconcreta, no tenía hoja de ruta y abonaba el terreno para los líos polisémicos que inició Zapatero al decir que la nación era un concepto discutido y discutible.

Inmersos como están ya en los primeros movimientos para elegir a un nuevo secretario general, las primeras decisiones del equipo de Pedro Sánchez han pillado desprevenidos a los dirigentes murcianos del PSOE, que no han querido valorar oficialmente la decisión de la Ejecutiva Federal respecto al tratado CETA. 

Son momentos delicados en lo orgánico para el saliente Rafael González Tovar, que busca una candidatura de unidad con visos de complicarse por la existencia de varios postulantes. Más aún si uno de ellos es su hija, la diputada María González Veracruz, la potencial candidata con más opciones de partida, por su experiencia, proyección pública y posibilidades de ganar apoyos en este escenario con aromas preelectorales. Tovar se irá sin haber llevado al PSOE a San Esteban, pero también dejando el partido al frente de 26 municipios y habiendo debilitado electoralmente el PP con un discurso en favor de la limpieza democrática en paralelo a no pocas querellas en los tribunales por presunta corrupción. Una estrategia con la raya roja puesta en la imputación, que no compartían todos sus alcaldes porque fácilmente podría volverse en contra. De hecho, ya empieza a asomar el efecto bumerán. 

Cada día que pasa, la presencia del exalcalde José López en el gobierno de Cartagena es un revés para la credibilidad del PSOE y Podemos. Hoy es tan posible que el ‘caso López’ se diluya horas después de su declaración en ocho días ante el juez como que se complique y se alargue en el tiempo. El PSOE de momento aguanta. Cartagena es plaza fuerte, y decisiva también para decantar las futuras primeras autonómicas con circunscripción única. El PP regional vive momentos de zozobra, pero a los socialistas se le vienen también tiempos inciertos, ahora que deben renovar su liderazgo mientras Pedro Sánchez da un volantazo a la izquierda y está sometida a examen la coherencia de su discurso contra la corrupción.


(*) Periodista y director de La Verdad



http://www.laverdad.es/murcia/vientos-cambio-20170625073012-nt.html

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