domingo, 11 de junio de 2017

La memoria del agua / Alberto Aguirre de Cárcer *

El mismo político murciano que pedía esta semana wifi gratis para todos los pueblos de la UE en el Parlamento Europeo me contó hace unos años que el trasvase del Ródano iba a ser una realidad, gracias a sus gestiones en el sur de Francia, y que se haría público en una inminente cumbre hispano-francesa. Como con anterioridad ya le había oído contar en una comida en Torre Pacheco que tenía un plan para el Sahara, que lograría lo que no pudo en décadas conseguir Naciones Unidas, contaba con mi más respetuoso escepticismo. Y no porque pensara que esas gestiones eran irreales y su relato un delirio, sino por la magnitud de sus metas. De hecho, en ningún momento me sentí engañado por el presidente Valcárcel ya que no tenía la más mínima confianza en el éxito de su muy noble empeño. 

Sin embargo, puedo entender perfectamente cómo se sienten los regantes murcianos con las reiteradas promesas incumplidas desde Madrid. Se les vendió el relato político del Memorándum del Tajo y ante la posibilidad de que la alternativa fuera el cierre del Trasvase, lo aceptaron como mal menor a cambio del fin de la arbitrariedad en las reglas de explotación del acueducto. Se fijó una reserva de 400 hectómetros cúbicos en la cabecera, pero como contrapartida tendrían seguridad jurídica para las transferencias de agua y mecanismos de compensación, como la compra de caudales entre cuencas. Y en paralelo se verbalizaba un compromiso para ahormar un pacto nacional del agua del que nacería un plan hidrológico, con soluciones definitivas.

Pues bien, ha llegado el momento más temido por la sequía que azota a todo el país y conseguir cada medida de compensación cuesta un mundo. Y por supuesto no se ha dado ni un solo paso en materia de planificación, más allá de la aprobación de los planes de cuenca y el Memorándum. El decreto de sequía, las ayudas al precio del agua desalada, las exenciones fiscales y la apertura de los pozos aprobada el viernes suman un pobre balance en materia de política hidrológica para quien tuvo, como Rajoy, cuatro años de mayoría absoluta para entrar a fondo en lo que, con seguridad, considera un lío. Aún no han terminado de entender en su Gobierno que los regantes de nuestra competitiva e innovadora agricultura no quieren subvenciones públicas, sino agua que están dispuestos a pagar a precios razonables. Quieren soluciones estructurales para tener certidumbre, planificar sus cosechas, no fallar a sus compradores y mantener el liderazgo en los mercados europeos. 

Están en juego el 30% de los empleos en la Región mientras no paran de llegar mensajes desde Madrid en favor de un cambio de modelo productivo que pase por la eliminación de regadíos. Es verdad que el calentamiento global acentuará el estrés hídrico, pero ese horizonte no exime al Ministerio de su obligación constitucional de planificar y gestionar un recurso escaso que es de todos. Al contrario, la acentúa. ¡Claro que nuestro sistema productivo es mejorable! Nuestra industrialización es deficiente, la construcción debería recuperar parte de su peso y el turismo está lejos de las cotas deseables. De igual manera que durante los años de bonanza hubo una gran dependencia de la construcción, ahora el 23% del PIB es soportado por el sector agroalimentario. 

Pero este modelo productivo es mejor que el anterior porque nuestras empresas agroalimentarias han multiplicado las exportaciones y nuestra economía ya no es tan dependiente de los vaivenes de la demanda interna. También ha mejorado la innovación gracias a empresas punteras en el desarrollo de semillas, nuevas variedades vegetales, técnicas de riego, depuración, reutilización, desalación... Somos líderes en agricultura ecológica y bajo el empuje de la producción de alimentos ha crecido un sector logístico que genera empleo y riqueza. 

Si la economía del futuro va a estar asociada a la sociedad del conocimiento, la Región solo tendrá una oportunidad competitiva si fortalece el ‘clúster’ tecnológico que ya forman el Cebas, el Imida, las Universidades y los laboratorios de I+D+i del sector agroalimentario. Pretender pinchar el salvavidas de la economía regional es sencillamente disparatado. Y se olvida que Murcia aporta el 20% de las exportaciones de frutas y verduras de España, como le dijo el presidente regional a la ministra este viernes, para hacerle ver que este es un problema nacional.

Afirman los regantes que López Miras estuvo acertado y en su sitio. Los presidentes de Croem, de Scrats y de los regantes de la Vega Alta le explicaron a Tejerina cuál es la situación, qué está en juego y cuál es su responsabilidad. Cuentan que el presidente regional le recordó a la ministra que el PP es un partido trasvasista. Se ve que de repente empieza a recuperarse la memoria en las filas populares. Puede ser porque tras varios años de parches voluntaristas, aceptados sumisamente desde Murcia, la paciencia de los regantes llegó a su límite. Y también porque la situación del propio PP regional ha empeorado tanto como la sequía. 

«La alternancia es el suelo que fecunda la democracia», decía Churchill, pero los populares están aterrados con una posibilidad real si se complica su embrollo interno y aparece un partido regionalista liderado por Garre que haga del agua su bandera. Nada es casual. Miras ha endurecido el discurso frente a Madrid. Porque cree que es lo mejor para su Región, pero también para las expectativas electorales de su partido. «Rajoy debía haber hecho los trasvases y un PHN», dijo Valcárcel el viernes pasado en Onda Cero. Cuando cunde la preocupación, toca cerrar filas y volver a las esencias reivindicativas. Casi siempre se plasman en poco, pero reportan muchos apoyos en las urnas.


(*) Periodista y director de La Verdad 


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