lunes, 5 de junio de 2017

Mangas verdes / Adrián Ángel Viudes *

Año del Señor de 1476.

Los pequeños pueblos, y los descampados, eran terreno abonado para la actuación de los salteadores de caminos, con gran alarma y desesperación de los vecinos.

Las Cortes, convocadas al efecto en Madrigal de las Altas Torres, el pueblo donde nació la reina Isabel, acuerdan crear la Santa Hermandad, Tribunal sumarísimo con especial jurisdicción para castigar estos delitos.

La recién creada Justicia contaba con una fuerza especial, una milicia compuesta por dos mil soldados de a caballo al mando del duque de Villahermosa.

Su misión: investigar, y en su caso perseguir y detener, a los malhechores. Se les conocía como “cuadrilleros” por patrullar de a cuatro y se les distinguía por su uniforme de mangas verdes y coleto

Con el tiempo, la Santa Hermandad fue decayendo por falta de medios, de tal suerte que no daba abasto para reprimir los desmanes, y en la mayoría de los casos los soldados llegaban tarde y mal para capturar a los malhechores, con lo que empezaron a adquirir fama de ineficaces e impopulares.

Ese retraso en el arribo de la tropa fue el motivo que dio al pueblo para acuñar la frase con que recibían a los retardados: “A buenas horas mangas verdes”. Todavía la seguimos empleando

El comité de expertos de la Mar Menor dice ahora que hace falta volver a considerar la necesidad de los antiguos balnearios como contribución a la recuperación de nuestro querido, frágil, y abandonado Mar Menor. “A BUENAS HORAS MANGAS VERDES”

El año 1983 publiqué, en Diario 16 Murcia, un artículo titulado “SALVEMOS EL MAR MENOR”. En referencia a los balnearios decía entonces y vuelvo a decir ahora:

“No es posible que una cosa tan frágil pueda soportar las brutales agresiones que, de un tiempo a esta parte, está padeciendo nuestro mar interior. Aun a riesgo de ser criticado quiero denunciar estas barbaridades, y a los que las han hecho posibles.

La mal llamada regeneración de las playas. El Mar Menor nunca tuvo playas en sus riberas norte este y oeste, porque en ellas sus fondos no son de arena; pero la conjunción de un ingeniero de caminos y un alcalde lugareño dieron en conseguir hacer de La Ribera un Benidorm, y de Los Alcázares Cancún, aunque, como en aquel programa de TV "Reina por un día" el manto sea de percal tintado y la corona de papel pintado. 

Tras las bambalinas de esta foto-postal de las playas de blanca arena atestadas de orondos turistas, se esconde el drama de un mar que no soporta esta agresión, que está perdiendo profundidad, que se está aterrando, ensuciando y contaminando a marchas forzadas, que esta viendo como sus aguas, antaño cristalinas, hogaño se enturbian por culpa de esa arena artificial derramada insensatamente por los que se consideran artífices de un falso progreso. 

Que diferente hubiera sido si en vez de esas ortopédicas playas se hubieran rehabilitado, ampliado y construido balnearios. Cuanto hubieran ganado la salubridad de las aguas, los fondos y el paisaje.

Está demostrado por diversos estudios, uno de ellos muy reciente, obra de la doctora arquitecto Esther Monasterio, que la construcción de plataformas de madera lejos de atentar contra las condiciones del mar las mejora, propiciando un entorno que favorece el desarrollo de las especies características de nuestra pequeña laguna salada. Además, el baño se toma en mejores condiciones de limpieza, y el coste para los ayuntamientos es mucho menor que el que supone el mantenimiento de las artificiales playas. 

Y no digamos nada del recreo que para la vista supondría la imagen de los queridos y pintorescos balnearios típicos de nuestra zona. Aún estamos a tiempo, regeneremos, esta vez de verdad, las playas, reponiéndolas a su original estado. Construyamos públicos y ecológicos balnearios, y disfrutemos, cuando de nuevo nuestros hijos puedan, en las soleadas mañanas marmenorenses, dedicarse al saludable entretenimiento de pescar cangrejos.

Maldito el caso que me hicieron. Los balnearios eran cosa de “ricos” y había que acabar con ellos. Benditas playas artificiales que eran, y para algunos son, santo y seña del progreso.

Veinticinco años después, sabias mentes, que hasta ahora han estado bien calladas, dicen que hay que reponer los balnearios “A BUENAS HORAS MANGAS VERDES”.



(*) Ex presidente de la Autoridad Portuaria de Cartagena



(Publicado hoy en La Verdad)

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