La sociedad valenciana ha obtenido esta semana una
importante victoria, ignorada por la mayoría de los medios de
comunicación de Madrid, y relegada a un segundo plano por los medios
catalanes, absorbidos, imantados y engullidos por la espiral de octubre.
Los valencianos están consiguiendo generar una arrolladora mayoría
social favorable al corredor mediterráneo. Comparten un objetivo que no
les divide. Aprietan y pueden ganar.
El Ministerio de Fomento ha dado su brazo a torcer y
acaba de comprometerse a la construcción de una plataforma segregada de
ancho vía europeo entre Valencia y Castellón, exclusiva para el tráfico
de pasajeros. Traducido del latín eso significa la descongestión de unos
de los tramos más críticos del corredor mediterráneo. Después del 2020
se podría viajar en sólo dos horas entre Valencia y Barcelona.
Comunicación rápida entre las dos ciudades y vía específica para las
mercancías rumbo al centro de Europa. Enmienda al obsesivo mapa radial
del alto aznarato.
¡Qué aburrido escribir sobre trenes, mientras en Barcelona se teje una revolución!
El tema puede parecer verdaderamente tedioso ante emociones tan
fuertes, pero la noticia de Valencia nos explica cosas importantes sobre
la evolución política de España. Para entenderlo mejor hay que prestar
atención a los antecedentes y entretenerse en algunas cuestiones
técnicas. No es un asunto que pueda despacharse con 140 caracteres. Lo
siento. Lo siento, pero no resisto la tentación del tuit: “La obsesión
centralista de Aznar acaba de ser derrotada en Valencia”.
En el 2002, el Gobierno de José María Aznar
decidió borrar el corredor mediterráneo del mapa. No le interesaba. Lo
consideraba peligroso para su visión estratégica de España, en la medida
que reforzaba el peso del arco mediterráneo y abría la posibilidad de
un clúster económico Catalunya-Valencia-Baleares. A Aznar le
interesaba separar Valencia de Barcelona y fomentar el Madriterráneo. Intereses de Levante en Madrid. Turbo-economía inmobiliaria.
Pelotazos. Eventos. Turismo. Hoteles y campos de golf. Trasvase del
Ebro. Levantar una muralla política y psicológica entre valencianos y
catalanes. Desviar por el Pirineo aragonés el eje logístico que a
principios de siglo reclamaba la Unión Europea pensando en un futuro con
más ferrocarriles de mercancías y menos camiones.
Aznar borró del mapa el corredor mediterráneo y propuso a
Bruselas una travesía central de los Pirineos. Tronco ferroviario
Algeciras-Madrid-Zaragoza con un túnel de más de treinta kilómetros en
el Pirineo aragonés. Las grandes empresas de obra pública ya salivaban.
Era la época dorada de las tuneladoras. ¡Perforar, perforar, perforar!
Perforar y aislar Catalunya. Año 2002. En aquel tiempo, el
independentismo catalán no superaba el 15% de los votos. Antes que los
separatistas, llegaron los separadores.
Corredor atlántico (por el País Vasco) y corredor central
con túnel pirenaico. Ese fue el mapa remitido a Bruselas. Un mapa que
no acabó de gustar en París, puesto que los franceses son reacios a las
obras faraónicas en el Pirineo. Había otro motivo para el recelo: Jacques Chirac no soportaba a Aznar. Dijo no al túnel. Nicolas Sarkozy mantuvo la negativa. Les parecía una locura.
Llegó la crisis económica y el PP valenciano empezó a tener miedo. Empujado por los empresarios, Francisco Camps retomó
la idea del corredor mediterráneo. Necesitaba un nuevo programa
regional y quería presionar al PSOE. El ministro socialista de Fomento, José Blanco,
vio venir la maniobra. Archivó el túnel del Pirineo y comunicó a
Bruselas que el corredor mediterráneo pasaba a ser prioridad española.
Septiembre del 2011. Faltaba poco para la debacle electoral socialista.
Mariano Rajoy pronto hizo saber que no tenía prisa. Rajoy
nunca tiene prisa. La empresa Ford amenazó entonces con cerrar la
fábrica de Almussafes si no se le garantizaba una vía de ancho europeo
para exportar sus coches. La ministra Ana Pastor, asistida por la consejera valenciana Isabel Bonig,
inventó la solución del “tercer hilo”, consistente en reaprovechar el
trazado de ancho ibérico con el añadido de un tercer raíl. Un apaño.
Hubo cambio político en Valencia y los empresarios
levantaron la bandera del corredor mediterráneo con más fuerza que
nunca. Liderados por el influyente Juan Roig, presidente de
Mercadona, exigen un trazado descongestionado y sin trampas. “Además
de radial, España debe ser circular”, dice su lema. Han organizado actos en
Tarragona, Murcia y Almería con mucho público. Ahora preparan un gran
encuentro en Madrid en octubre.
Rajoy finalmente ha reaccionado. El Partido Popular corre
el riesgo de quedar fuera de juego en Valencia por un largo periodo de
tiempo. En Catalunya ya es marginal. Ha perdido Baleares y su situación
comienza a ser frágil en Murcia. ¡Ese no era el plan de Aznar!
Razones políticas y razones técnicas. El ‘tercer hilo’ no
ofrece suficientes garantías para los trenes de alta velocidad. El
ministro Íñigo de la Serna ha recuperado unos estudios previos de
la época de Blanco y ofrece construir una plataforma de ancho europeo
entre Valencia y Castellón para la alta velocidad. Mercancías y
cercanías compartirían la vía mixta. Entre Castellón y Tarragona todo el
trazado será de ancho europeo. Se acepta construir un túnel pasante en
la ciudad de Valencia para conectar con Alicante. Esta es la promesa.
Habrá que ver su concreción presupuestaria. El PP está descubriendo que
se juega su futuro en el Mediterráneo.
¡Qué aburrido escribir de trenes con la que está cayendo!
¿Qué ha ocurrido esta semana? Creo que podemos resumirlo en 170
caracteres: el PSOE se niega a ingresar en el Club 155 y los comunes se
niegan a ponerse a las órdenes de Carles Puigdemont y del comité invisible que prepara los Hechos de Octubre.
(*) Periodista
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