sábado, 29 de julio de 2017

El mito de los países nórdicos / Guillermo Herrera *

A finales de los años sesenta yo quería emigrar a Suecia después de leer un libro titulado “Suecia, infierno y paraíso”, del periodista italiano Enrico Altavilla, en plena época de oscurantismo franquista, donde mandaban mucho curas, monjas y militares. Era una sociedad enferma de españolismo chovinista, tras el genocidio de una guerra incivil. Como contrapartida, el paraíso sueco estaba formado por una sociedad del bienestar que ponía a la gratuita disposición de sus ciudadanos los servicios públicos más necesarios.
 
El infierno al que se refería Altavilla estaba conformado por la soledad y la falta de relaciones, el alcoholismo y la escasez de sol, que desembocaban en la depresión, causa de un elevado índice de suicidios, y en una sexualidad desaforada. Aquella sexualidad que se vivía en Suecia, tan criticada en las páginas de aquel libro, era lo que atraía a la mayoría de los jóvenes españoles.

Pero interesaba también la cultura política de su democracia, que nos asombraba, mientras, el turismo ya había instalado en nuestro inconsciente colectivo el estereotipo de las suecas como ideal femenino: altas, rubias, de ojos azules y cuerpo escultural, liberadas sexualmente.

Intenté aprender sueco, pero era muy difícil, aunque luego me enteré que el más difícil de todos los idiomas es el islandés, y encima es el país con mayor tasa de depresiones.

En aquella época amigo almeriense, enamorado como yo de Escandinavia, emigró a Noruega donde se casó con una bella nativa, y fundó una familia con su trabajo en el servicio de Correos, aunque el suyo fue un caso excepcional.

Yo mismo tuve la oportunidad de trabajar en Copenhague en 1.980, pero aguanté pocos meses. Nunca en mi vida vi a gente tan depresiva como en aquella capital helada y nublada constantemente, y su comida era sosa e insípida. Luego me enteré de que Dinamarca no es una joya: es el cuarto país más contaminante del mundo, el más endeudado, y el que sufre una mayor tasa de cáncer.

Suecia fue la mayor utopía progredel siglo XX, y todos los países intentaban imitar el modelo sueco del estado del bienestar. Era la tierra de la libertad y de la igualdad con la social democracia de Olof Palme, y encima tenía las mujeres más bellas del mundo. Hasta los monarcas intentaban imitar la sencillez del rey Gustavo Adolfo, que iba al trabajo en bicicleta. Lo comenté con un compañero facha de la mili y me llamó “traidor a España”.

No podría estar más descarriado, porque me considero un ‘hispanófilo’, amante de la hispanidad, que para mí representa la libertad, la generosidad, la caballerosidad de don Quijote, y sobre todo, la espiritualidad de los mayores místicos cristianos, judíos y musulmanes, porque de todos he aprendido sabiduría.

También creo en un cristianismo libertador, que no tiene nada que ver con el nacional catolicismo axfisiante y represivo, basado en el miedo y en la culpa, que se predicaba en aquella época en los llamados “ejercicios de cristiandad”. De los defectos españoles, mejor no hablar, porque son muchos, quizás demasiados. Por lo tanto, la lección que aprendí, es que no era tan malo lo propio y que no era tan bueno lo ajeno.

No es oro todo lo que reluce en los países nórdicos, porque Suecia es el mayor exportador de armas del mundo, y el país con mayor índice de alcoholismo, depresión y suicidio. No resulta extraño porque los suecos son solitarios por naturaleza, ya que es el país con mayor número de apartamentos individuales. Encima cada vez está más caro y difícil conseguir una vivienda, y el desempleo va en aumento.

Suecia es también un país de políticos corruptos, empresarios trincones, periódicos manipuladores y mafias asesinas. El neocapitalismo industrial y financiero y las redes mafiosas capaces de manipular los poderes tradicionales del Estado extendieron por el país una vasta red de corrupciones que llevaron su esplendor hacia un declive dramático.

Pero los más introvertidos y solitarios son los filandeses quienes, al mismo tiempo, tienen la mayor tasa de asesinatos y suicidios. Tanto es así que si dos filandeses esperan un ascensor, no entran juntos cuando llega para evitar una conversación.

El país más xenófobo de todos los nórdicos es Noruega, que al mismo tiempo es el mayor asesino de ballenas y el mayor exportador de petróleo. Por no mencionar el salmón contaminado de metales pesados que produce sus piscifactorías.

El sur de Europa puede tener muchos defectos, pero hemos tenido muchas civilizaciones antiguas que han dejado una profunda huella cultural, que no abunda tanto en el norte, donde los vikingos dejaron de ser bárbaros y sanguinarios en siglos recientes.

Esta juventud de la cultura nórdica les ha proporcionado un desarrollo económico extraordinario, frente a los sureños que estamos más maleados por los vapuleos de la historia, pero al mismo tiempo carecen de algunas cosas que vienen a buscar sus turistas en el sur de Europa. Algo tendrá el agua cuando la bendicen.”

Mi consejo para los jóvenes que buscan trabajo es que se olviden de los países nórdicos y se concentren en Canadá, el país del mundo con más oportunidades laborales, mejores salarios, y el menos xenófobo. Yo en su lugar me iría a trabajar a Canadá. Australia ya no es lo que era y encima es muy caro viajar tan lejos.



(*) Periodista

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